Los relatos de Andrés Ortiz Tafur se
suceden como un ritual de las emociones, donde los sentimientos humanos se desplazan
a través de una especie de locura que no es tal, pues todos y cada uno de los
protagonistas de estos cuentos, solo atesoran las debilidades y pasiones del
ser humano. A partir de un cuadro de Emilio Maldomado titulado, Yo soy la locura, el narrador traza un
universo literario único, a modo de territorio que él explora desde la
incredulidad o la sorpresa que le transmiten sus personajes, siempre
prisioneros de sus bajas pasiones, pues el sexo, el amor, la lujuria, el egoísmo
o la infidelidad se nos muestran como enfermedades incurables. Aquí el narrador
juega a mostrarnos el mundo de la pareja como un solar devastado por el día a
día y las necesidades irreconciliables del ser humano. Y lo hace muy al estilo
de Raymond
Carver (bajo el signo de un realismo sucio que, a veces, es muy cruel),
pues en cada relato, finalmente, nada es lo que parece, y bajo esa sencillez de
las situaciones cotidianas, que solo nos dejan ver una pequeña parte del
iceberg (aplicando la teoría de Hermingway) se encuentra todo un
largo y complicado tratado sobre el comportamiento humano, el del hombre y la
mujer que, como dos antagonistas, en demasiadas ocasiones se obstinan en no
darse una nueva oportunidad.
La mayoría de los relatos gira en torno
al mundo de la pareja. Siempre al borde del abismo de una vida que ellos no han
elegido, y que al intentar cambiarla, casi siempre se muestra hostil. Sus
personajes abordan sus situaciones como guerrilleros que le presentan batalla a
su día a día desde diferentes posiciones, donde la huida, la libertad, los
recuerdos y, en algunas ocasiones, la melancolía, se nos presentan como un
argamasa que no siempre es capaz de recomponer las estructuras que previamente
han sido derruidas. El marcado tono surrealista de su primer libro de relatos, Caminos que conducen a esto, se transforma
aquí en una especie de tesis que, bajo el prisma del mundo de la pareja, nos
arrastra hacia la incertidumbre que nos provoca cada uno de los relatos. No se
me ocurre mejor forma de definirlos que esta; pues cada uno de ellos es capaz
de transmitirnos esa turbación que nos obliga a replantearnos nuestros propios
ideales, formas de pensar o comportamientos, convirtiendo a Yo soy la locura, en una perfecta
combinación literaria de emociones y sorpresas que buscan no dejarnos indiferentes.
Una indiferencia que no es tal, porque la habilidad narrativa de Andrés
Ortiz Tafur consigue arrastrarnos, una vez más, hacia esa aparente
sencillez que esconde una singular de maestría a la hora de concebir los relatos
cortos, que resulta, cuando menos, admirable. Este segundo libro de relatos es
una muestra de madurez a la hora de crear cada uno de los cuentos que lo
componen, y no solo eso, pues su universo literario está preñado de situaciones
y planteamientos tan originales como únicos, lo que le hacen acreedor de una
amplia paleta de sentimientos y sensaciones del ser humano, que le convierten
en un narrador con un gran conocimiento del mundo de las emociones; un mapa
universal que se nos muestra desde la más honda perplejidad de aquello que
acontece en sus narraciones, pues incrédulo, el narrador —que a veces se
inmiscuye en el propio relato— asiste a ese gran espectáculo del ser humano que
deviene en una tesis, pero también en una antítesis sobre la locura que rodea a
las personas. Y con ello, parece decirnos eso de: Yo soy la locura.
Andrés Ortiz Tafur,
muestra en esta ocasión, una tendencia hacia el relato orteamericano, con el
realismo sucio y Raymond Carver como maestros donde de ceremonias donde reflejarse
—sin olvidarnos de algunas reminiscencias de Alice Munro—. Y lo hace
en muchas ocasiones con frases cortas, puntos y seguidos y finales abiertos que
nos despiertan esa necesidad de analizar aquello que hemos leído. Con ello,
consigue dotar a sus relatos de esa intensidad, de ese músculo fibroso que toda
narración corta debe tener. Sin embargo, y a pesar que se nos presenten muchos cuentos
relatados bajo este prisma y espacios puramente americanos, también resurgen
esos otros de ámbito serrano o rural, que tan bien conoce el autor, dotando de
una gran singularidad al conjunto, en el que de vez en cuando asoma alguna
historia de un tono más surrealista y deudora de su primer libro de relatos,
como es por ejemplo el cuento que cierra este libro, titulado, La cuadratura del círculo, y que delimita
muy bien esa especie de universo decadente que nos plantea, poniendo las cosas
en su sitio.
Ángel Silvelo Gabriel
4 comentarios:
Esta reseña pasará a la historia sí o sí...
Gracias por todo, Angel.
Te debo unas cuantas.
Abrazo...
Muchas felicidades, Andrés. Bien merecido ;) Premios con mayúscula para Escritores con mayúscula :)
Andrés, siempre te digo lo mismo, eres muy generoso. La reseña no sé, pero tu libro de relatos dará mucho que hablar.
Me has convencido Ángel Silvelo Gabriel, he decidido que voy a leer "Yo soy la locura" de Andrés Ortíz Tafur.
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