Como muy bien nos dice Vila-Matas en la brillante presentación de esta recopilación de cuentos, Si te comes un limón sin hacer muecas, es un libro infinito, porque tras la brevedad de cada una de sus historias se encierran un sinfín de relecturas tan posibles como convexas, y que además, poseen la asombrosa virtud de la diferencia sobrecogedora, encontrándose ahí gran parte de la grandeza de este libro y del buen hacer literario de Pàmie que, como un buen maestro del arte de la escritura, reconoce que lo más importante del oficio de escritor está en corregir, lo que le lleva a quedarse con lo esencial. Un matiz que no es baladí, porque lo podemos constatar en cada uno de los relatos de Si te comes..., donde nada sobra ni nada falta. Estando en esa brevedad del concepto, una buena parte de la genialidad de los veinte cuentos mínimos que contiene este libro y, que, lejos de mermarles el valor o el interés, se lo acrecientan.
En las historias que se esconden tras las tapas de Si te comes..., late una premisa no escrita, de la que Pàmies nos hace partícipes de una forma muy sutil (a veces teñida de ironía), y ésta no es otra que la que caracteriza a sus relatos como puro tránsito, pero no un tránsito cualquiera, sino un viaje que va de lo cotidiano a lo trascendente, para en la mayoría de las ocasiones, dejarnos exhaustos de tanto como se nos muestra en tan corto recorrido. En este sentido, Sergi Pàmies se comporta como un rara avis de la literatura contemporánea, y nos expresa casi de un modo existencial, los miedos y temores que acechan al ser humano actual, y para ello, a veces se deja llevar por la metaliteratura para hacer de ésta la verdadera protagonista del relato, como ocurre en Ficción (uno de los mejores relatos), o en Brindis donde la relación de un autor con una admiradora, no nos deja indiferentes en el camino mental que el escritor nos describe desde el bar hasta la habitación del hotel.
Este autor de lo infinito en lo finito, también es capaz de relatarnos historias existenciales de fracasos y cambios desprovistos de una gran carga dramática como en El Experimento, donde su fina ironía es tan sublime que nos deja atónitos. Si bien, el denominador común de sus cuentos es el inicio de todos ellos, que parten de hechos anecdóticos que se convierten en sorprendentes y, es, en estas propuestas, donde el oficio de buen escritor de Pàmies sale a relucir una y otra vez, porque las historias en ocasiones dan un vuelco hacia lo extraordinario sin avisar, dejándonos el pulso y el corazón aturdidos, como en Convalecencia; o como ocurre en el relato que inicia la recopilación La Otra Vida, donde ya la primera frase es un claro ejemplo de maestría narrativa: "me tuve que morir para saber si me querían". Un inicio que ya da mucho de sí en una historia que no defrauda, porque ese es otro de los puntos comunes de este Si te comes..., donde lo que Pàmies nos vende como relatos cortos, no lo son, en la medida que, después de leer cada uno de ellos, sientes la necesidad de pararte y revivir aquello que acabas de leer una vez más, porque ninguno de ellos te deja indiferente, por lo que cabe decir que, en sí mismos, poseen la virtud de la ubicuidad literaria, donde además, los finales siempre acertados, a veces se convierten en sublimes, como en Ficción.
Como ya dije al principio, Si te comes... admite mil y una lecturas diferentes, porque nada más iniciar la lectura de las historias que lo albergan, sientes que es una historia nueva y diferente que al final te deja sobrecogido y con la necesidad de tomar el aliento antes de seguir adelante. Les aviso, yo ya voy por la segunda lectura y a buen seguro que no será la última.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
No hay comentarios:
Publicar un comentario