Como un animal herido que huye a través del bosque, así es como Amaral se ha planteado su nuevo disco. El escritor Benjamín Prado define este disco como “doce canciones en las que se puede confiar”, pero antes de hacer esta contundente aseveración, nos plantea lanzar una moneda al aire para descubrir de qué lado caen cada uno de los temas de este Hacia lo Salvaje, en los que encontramos alegrías y tristezas, euforias y decepciones, en una suerte de enfrentamientos ciclotímicos. Pero por encima de cualquier consideración más o menos erudita, o más o menos musical, lo que queda claro nada más escuchar la primera canción de este disco (justo la que da título al álbum) es la intención de Juan y Eva de ir hacia otros territorios, sin por ello dejar de manejar las señas de identidad que los han hecho grandes. Y tanto el uh, uh, uh, uh de Eva nada empezar la canción como el primer verso de la canción: "Ella fue la primera de sus hermanas en huir", así nos lo indican. Ahora queda por definir ese espacio o lugar hacia el que se quieren dirigir con sus nuevas canciones, que en el caso de Hacia lo Salvaje es una incursión hacia el pop más contundente con tintes folk que hacen ganar enteros a su carta de presentación. Sin embargo, la primera gran canción de este álbum es Antártida, con una secuencia inicial de guitarras verdaderamente admirable, pues te hacen mover los pies nada más oírlos, y que nos recuerdan a esos planteamientos de búsqueda que se encontraban en las canciones de los ochenta, donde la espontaneidad creativa era la verdadera musa.
Los medios tiempos se agarran con fuerza a Si las calles pudieran hablar con una historia de caída desde lo más alto, y que nos recuerda con más fuerza a anteriores composiciones del grupo; que se torna en otra demostración de fuerza en Esperando un resplandor que muy podría ser uno de los próximos singles del álbum, pues estamos ante una canción donde se unen y fusionan muy bien las guitarras de Juan y la voz de Eva. Una fuerza que se torna en íntima y tortuosa en la brillante Robin Hood, donde la letra de la canción nos devuelve a los territorios de los personajes perdidos, que en esta ocasión, están perfectamente adornados por una guitarra acústica que nos susurra las derrotas al oído de una forma directa. Con Riazor, un tema escrito por Juan, regresamos a esa fuerza donde las cuerdas de las guitarras buscan la contundencia de las causas perdidas y que muy bien podría servir de estandarte a este cd, y que nos lleva a Montaña rusa donde la cacofonía distorsionada de Eva resurge entre los sonidos de ese folk rock americano que tanto gusta a Amaral, pero al que ellos dotan de su propia paleta de sonidos.
Olvido es sin duda la mejor canción del disco, donde los toques de guitarra nos retrotraen hasta el gran Roy Orbison y no nos sueltan hasta el final, con una letra que sobrecoge y te agarra el hilo de los sentimientos más profundamente trágicos: Las letras, los títulos de las canciones/ El paso cambiado de las estaciones/ Me acerco al espejo, me miro y sonrío/ Mi propio reflejo cayó en el olvido, convirtiendo su transcurso en una suerte de reflejos repletos de imágenes inolvidables, “lejos del olvido”… Reflejos que se transforman en una desbandada de ilusiones rotas por el paso del tiempo en Cuando suba la marea: “ahora sé que nunca he sido tu princesa/ Que no es azul la sangre de mis venas”, que juegan muy bien en ese medio tiempo al que parecen aferrarse con fuerza Amaral en esa búsqueda de nuevos espacios donde habitar, en los que nunca les faltarán esa dosis de melancolía que también nos proporcionan en esta canción.
El último tramo de este disco comienza con Como un martillo en la pared, donde parte de la crítica cree ver ramalazos del movimiento 15M, pues justo cuando grababan el disco en los estudios O Gato Negro de Madrid, se produjo la erupción de dicho movimiento en la sociedad española. Pero lo que de verdad aquí cuenta es ese amplísimo eco de unas guitarras que se muestran como exploradores que buscan un espacio abierto tras la espesura del bosque. Si bien esa búsqueda se detiene con los dos últimos temas del disco, Hoy es el principio del final y Van como locos que se comportan como la transición de los aullidos del cambio a los que asistimos en este nuevo trabajo de Amaral, titulado Hacia lo salvaje.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
Los medios tiempos se agarran con fuerza a Si las calles pudieran hablar con una historia de caída desde lo más alto, y que nos recuerda con más fuerza a anteriores composiciones del grupo; que se torna en otra demostración de fuerza en Esperando un resplandor que muy podría ser uno de los próximos singles del álbum, pues estamos ante una canción donde se unen y fusionan muy bien las guitarras de Juan y la voz de Eva. Una fuerza que se torna en íntima y tortuosa en la brillante Robin Hood, donde la letra de la canción nos devuelve a los territorios de los personajes perdidos, que en esta ocasión, están perfectamente adornados por una guitarra acústica que nos susurra las derrotas al oído de una forma directa. Con Riazor, un tema escrito por Juan, regresamos a esa fuerza donde las cuerdas de las guitarras buscan la contundencia de las causas perdidas y que muy bien podría servir de estandarte a este cd, y que nos lleva a Montaña rusa donde la cacofonía distorsionada de Eva resurge entre los sonidos de ese folk rock americano que tanto gusta a Amaral, pero al que ellos dotan de su propia paleta de sonidos.
Olvido es sin duda la mejor canción del disco, donde los toques de guitarra nos retrotraen hasta el gran Roy Orbison y no nos sueltan hasta el final, con una letra que sobrecoge y te agarra el hilo de los sentimientos más profundamente trágicos: Las letras, los títulos de las canciones/ El paso cambiado de las estaciones/ Me acerco al espejo, me miro y sonrío/ Mi propio reflejo cayó en el olvido, convirtiendo su transcurso en una suerte de reflejos repletos de imágenes inolvidables, “lejos del olvido”… Reflejos que se transforman en una desbandada de ilusiones rotas por el paso del tiempo en Cuando suba la marea: “ahora sé que nunca he sido tu princesa/ Que no es azul la sangre de mis venas”, que juegan muy bien en ese medio tiempo al que parecen aferrarse con fuerza Amaral en esa búsqueda de nuevos espacios donde habitar, en los que nunca les faltarán esa dosis de melancolía que también nos proporcionan en esta canción.
El último tramo de este disco comienza con Como un martillo en la pared, donde parte de la crítica cree ver ramalazos del movimiento 15M, pues justo cuando grababan el disco en los estudios O Gato Negro de Madrid, se produjo la erupción de dicho movimiento en la sociedad española. Pero lo que de verdad aquí cuenta es ese amplísimo eco de unas guitarras que se muestran como exploradores que buscan un espacio abierto tras la espesura del bosque. Si bien esa búsqueda se detiene con los dos últimos temas del disco, Hoy es el principio del final y Van como locos que se comportan como la transición de los aullidos del cambio a los que asistimos en este nuevo trabajo de Amaral, titulado Hacia lo salvaje.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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