Los tonos grises del blanco y negro le sientan a esta película como las canas a un galán pasados los cincuenta, acertados e interesantes, porque más allá del contraste cromático de sus reflejos, éstos se comportan como una gran epopeya de la existencia humana, que sin necesidad de guerras, poseen ese poso trágico que posee toda vida que merezca la pena de ser vivida. La historia del boxeador que llega al estrellato desde la pobreza no es nueva ni lo será, pero Cuerpo y Alma, de Robert Rossen, presume de ser una de las cuatro o cinco mejores películas de la historia del cine que abordan el mundo del boxeo, y eso, a pesar de las poco afortunadas escenas dentro del cuadrilátero que la misma tiene. Pero por mucho que no nos queramos dar cuenta, las cuerdas del cuadrilátero son sólo los límites del decorado que acompañan a esta historia de éxitos y fracasos, de felicidad y tristezas, porque la fecha de 1947 no se nos debe olvidar que es el punto de partida del renacimiento de un nuevo mundo tras la Segunda Gran Guerra, donde millones de personas perdieron la vida para dar paso a lo que actualmente conocemos como el estado del bienestar, y al inicio de ese trayecto de historia, aparece este film, que tampoco es ajeno a la polémica política, pues tanto el guionista Abraham Polonsky como el director Robert Rossen y parte del equipo, fueron víctimas de su militancia en el Partido Comunista, y por ende, de la caza de brujas, y tuvieron que huir de un país de acogida como EE.UU. hasta Italia o España.
Cuerpo y alma es una película genuinamente neoyorquina, y como tal, demuestra su independencia de la poderosa Hollywood en cada uno de su planteamientos, donde resalta el cuidado guión y la correcta actuación de sus actores, que desde John Garfield hasta Lili Palmer, Hazel Brooks o Anne Revere dejan constancia de su buen hacer y su corrección a la hora de dar vida a unos personajes que por manidos no dejan de ser creíbles y cercanos, dando en el clavo a la hora de representarnos los más bajos fondos de una sociedad y una ciudad que van a marcar el designio del resto de la humanidad durante las próximas décadas. Con todo, el inteligente guión que nos plantea la historia a través de un poderoso flashback que nos cuenta el cómo y el por qué, y que termina en una magistral elipsis, es lo mejor de esta película donde queda más que palpable el amor por el cine de verdad, ese que por mucho tiempo que pase, nunca pasa de moda.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
Cuerpo y alma es una película genuinamente neoyorquina, y como tal, demuestra su independencia de la poderosa Hollywood en cada uno de su planteamientos, donde resalta el cuidado guión y la correcta actuación de sus actores, que desde John Garfield hasta Lili Palmer, Hazel Brooks o Anne Revere dejan constancia de su buen hacer y su corrección a la hora de dar vida a unos personajes que por manidos no dejan de ser creíbles y cercanos, dando en el clavo a la hora de representarnos los más bajos fondos de una sociedad y una ciudad que van a marcar el designio del resto de la humanidad durante las próximas décadas. Con todo, el inteligente guión que nos plantea la historia a través de un poderoso flashback que nos cuenta el cómo y el por qué, y que termina en una magistral elipsis, es lo mejor de esta película donde queda más que palpable el amor por el cine de verdad, ese que por mucho tiempo que pase, nunca pasa de moda.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
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