Rusos Blancos nos propone en su primer disco titulado Sí a todo, saltarnos las barreras arquetípicas cargadas de la solemnidad y la oscuridad pretenciosa de muchos de los grupos de la denominada música indie española. El hecho en sí mismo de transgredir las normas establecidas, no quiere decir, ni mucho menos, que Rusos Blancos nos propongan una música exenta de alma. Muy al contrario, el universo adolescente de las letras y la música de sus canciones, está salpicado de situaciones cotidianas a las que alguna vez nos hemos tenido que enfrentar por muy rocambolescas que inicialmente nos parezcan. Pero su ingenio va más allá, pues su letras en ocasiones están teñidas de ese color tan sutil como inteligente que se denomina ironía; una ironía que comienza en sus títulos y que nos sirven para enfrentarnos a sus letras y su música que van desde el pop más luminoso de la música anglosajona (inglesa y americana) de los ilusionantes años sesenta hasta ese showgaze tan característico de grupos como Nadadora, sin descuidar por ello su gusto por temas más jazzies y coloridos donde la sencillez de su multi instrumentación (sin llegar al coro sonoro de HATEM) hacen ganar el resultado final de los temas.
Su versatilidad musical tiene su punto más paradigmático en su famosa canción Supermodelo, que nos sirve como ejemplo de fusión de todo lo dicho, pues se comporta como un caleidoscopio sonoro donde se dan la mano, el ritmo alegre y pegadizo de su música y su potente estribillo, que posee el duende de quedarse incrustado en nuestro subconsciente. Un alumbramiento de pop directo que tiene su antecedente en (Todo es tan) Teenager con un inicio muy Beatle, donde la inocencia se ilumina de un pop alegre y sesentero. Un brillo que continúa en Carrie con un ritmo entre marcial y melódico al mejor estilo de las grandes bandas americanas de la costa oeste, y que junto a temas como Gorka o Cabano (la canción más pegadiza del álbum) son ese espacio musical en el que Rusos Blancos deleitan a su público más juvenil con guiños.
Ese lado más genuinamente existencial de Rusos Blancos viene protagonizado por canciones como Si quieres me quedo, una de las composiciones tapadas de este disco, que sin duda, poco a poco tendrá su momento, porque reúne todos los ingredientes de una buena canción, con referencias a caídas y derrumbes muy a la medida de letra de Manu, y donde el sintetizador alcanza un protagonismo muy alentador. Y como si el grupo se hubiese calentado a la hora de decidir el orden de sus composiciones, Normandía aparece con una dinámica sonora que te atrapa desde su inicio, y que se desplaza, en esa parte del caleidoscopio sonoro que Rusos Blancos nos proponen, hacia un ensimismamiento enigmático que sólo se rompe con los pegadizos coros de Laura y Eli, y que sin apenas pensarlo nos trasladan a los años ochenta.
Y para el final hemos dejado el punto álgido de Sí a todo, que no es otro que el hit que este disco atesora, Tus padres, tu novio y yo; un tema que navega con total delicadeza por ese río sonoro que tan bien atesoraron La Buena Vida en España, y algo antes, Style Council en Inglaterra, y en donde la fusión de ritmos e intenciones nos desplazan por sensaciones placenteras por mucho que su título y su letra nos choque y nos coloque en el carril de la inoportunidad, pero que se salva como un náufrago perdido en mitad del mar, en ese brillante guiño hacia el cineasta Jim Jarmusch al final del tema. Brillos sonoros que se superponen y nos dejan con ganas de más, y que en este disco, nos tenemos que conformar con saciarlos al escuchar Comida para Gatos, pues se comporta como una sucesión de sonidos, en ese intento de agradarnos con secuencias de sonidos que se enredan en el mejor de los hit parade de nuestro universo musical.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
Su versatilidad musical tiene su punto más paradigmático en su famosa canción Supermodelo, que nos sirve como ejemplo de fusión de todo lo dicho, pues se comporta como un caleidoscopio sonoro donde se dan la mano, el ritmo alegre y pegadizo de su música y su potente estribillo, que posee el duende de quedarse incrustado en nuestro subconsciente. Un alumbramiento de pop directo que tiene su antecedente en (Todo es tan) Teenager con un inicio muy Beatle, donde la inocencia se ilumina de un pop alegre y sesentero. Un brillo que continúa en Carrie con un ritmo entre marcial y melódico al mejor estilo de las grandes bandas americanas de la costa oeste, y que junto a temas como Gorka o Cabano (la canción más pegadiza del álbum) son ese espacio musical en el que Rusos Blancos deleitan a su público más juvenil con guiños.
Ese lado más genuinamente existencial de Rusos Blancos viene protagonizado por canciones como Si quieres me quedo, una de las composiciones tapadas de este disco, que sin duda, poco a poco tendrá su momento, porque reúne todos los ingredientes de una buena canción, con referencias a caídas y derrumbes muy a la medida de letra de Manu, y donde el sintetizador alcanza un protagonismo muy alentador. Y como si el grupo se hubiese calentado a la hora de decidir el orden de sus composiciones, Normandía aparece con una dinámica sonora que te atrapa desde su inicio, y que se desplaza, en esa parte del caleidoscopio sonoro que Rusos Blancos nos proponen, hacia un ensimismamiento enigmático que sólo se rompe con los pegadizos coros de Laura y Eli, y que sin apenas pensarlo nos trasladan a los años ochenta.
Y para el final hemos dejado el punto álgido de Sí a todo, que no es otro que el hit que este disco atesora, Tus padres, tu novio y yo; un tema que navega con total delicadeza por ese río sonoro que tan bien atesoraron La Buena Vida en España, y algo antes, Style Council en Inglaterra, y en donde la fusión de ritmos e intenciones nos desplazan por sensaciones placenteras por mucho que su título y su letra nos choque y nos coloque en el carril de la inoportunidad, pero que se salva como un náufrago perdido en mitad del mar, en ese brillante guiño hacia el cineasta Jim Jarmusch al final del tema. Brillos sonoros que se superponen y nos dejan con ganas de más, y que en este disco, nos tenemos que conformar con saciarlos al escuchar Comida para Gatos, pues se comporta como una sucesión de sonidos, en ese intento de agradarnos con secuencias de sonidos que se enredan en el mejor de los hit parade de nuestro universo musical.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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