Envueltos en un manto sonoro que los funde desde la primera nota con sus fans, Vetusta Morla volvió a demostrar ayer el por qué de su infinitos seguidores. La sala estaba llena, y nada más sonar los primeros acordes de Los días raros, todo se convirtió súbitamente en un delirium tremens, en el que todos aquellos que habían venido de Murcia, Jaén, Cáceres, Ávila, Córdoba e incluso Madrid, cayeron rendidos ante lo que estaban viendo como fantasmas en la noche, y enseguida borraron de su mentes el esfuerzo que habían tenido que hacer para disfrutar de dos horas de la mejor música que se pueda disfrutar en el panorama nacional. Después de lo visto y lo vivido ayer, es fácil concluir que Vetusta Morla es el más claro ejemplo de cómo la normalidad se puede transformar en una pócima mágica que tiene como destino el éxito. Y si la Coca-Cola disfruta de la fórmula magistral de las bebidas burbujeantes, los madrileños atesoran esa otra ecuación que ahora mismo los convierte en la formación del momento y los nomina como los próximos reventadores de estadios de fútbol y palacios de los deportes del territorio patrio.
Letras enigmáticas que deambulan entre los universos kafkianos de Cenas ajenas o épicas como Boca en la Tierra, se funden a la perfección con las mentes de sus fans que las corean y cantan de principio a fin en una solución de continuidad que no deja de llamar la atención. Jóvenes entregados a una causa que viven como suya, y a la que Pucho en la voz les da mil y un argumentos, pero que enseguida se traslada a una base musical donde la percusión aplasta a todas las mentes incrédulas que todavía no hayan caído rendidas ante tan magno espectáculo, porque Vetusta Morla ayer demostró sobre el escenario que sus medios tiempos se convierten en pura dinamita en directo, con una intensidad que deviene en infinita y que mantiene alterados los corazones de sus seguidores de principio a fin.
Todo ello nos lleva a concluir que si alguien tenía alguna duda todavía de cuál era el grupo español con más futuro en el panorama musical español, que se pase por los tres conciertos que todavía le quedan al grupo madrileño en la Sala La Riviera para darse cuenta del inmenso potencial que tienen bajo sus pies Pucho y sus compañeros. Las cifras a veces que hablan por sí solas y las 30.000 copias vendidas de su último disco Mapas, o las 12.500 entradas vendidas (sold out los cinco días) en los conciertos de la Sala La Riviera son sólo dos datos de que estamos ante el nuevo estandarte del panorama musical español. Por no hablar de su reciente desembarco en México (junto a Zoé en alguno de sus conciertos), o su regreso a Houston (Texas) o de nuevo a México después de las Navidades.
Quizá una de las claves del éxito de Vetusta sea la facilidad con la que transmiten imágenes y sonidos que se convierten en sueños, en una sucesión continua e intensa de sensaciones que atrapan el subconsciente de sus seguidores, porque no en vano en su día ya los definimos como los coleccionistas de sueños, y esa es una virtud que a día de hoy es muy difícil de atesorar, inmersos como estamos en un devenir oscuro e incierto. Y como no hay mejor ejemplo para definir lo dicho que una imagen, que todos aquellos que tengan la fortuna de ir a alguno de los conciertos que todavía les quedan, que se preparen para el final apoteósico con el tema Cuadratura, pues tardarán bastante en despertar de ese onírico viaje que ayer Vetusta Morla nos regaló en la Sala La Riviera de Madrid.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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