Volar sobre un cielo gris en busca de un horizonte mejor. Esa podría ser la metáfora para hablar de la transformación que han sufrido The Winona’s en su camino hasta llegar a convertirse en Hombrespajaro. Tierra y aire en un solo elemento, como la música de este veteranojoven grupo de la música española, que exporta notas de música basadas en los ecos del mejor pop español realizado allá por los años ochenta. Sonidos que nos acercan a Los Secretos (Campos de fuerza: …cuando pienso en ella, que me protege de la adhesión de otro corazón soltero…) o a unos denostados por la prensa Hombres G, que aparte de reventar estadios se han permitido el lujo de volver después de mucho tiempo y conseguir que nadie se haya olvidado de ellos. Estas dos comparaciones son sólo dos ejemplos de que se puede hacer buena música desde la base de una formación clásica (bajo, guitarras y batería), y con ella, reproducir canciones directas y sin escrúpulos que nos rondan los oídos para decirnos que sí, que es verdad, que son ellos y que están aquí de nuevo para anunciarnos que la tierra y el cielo pueden ser uno, como la unión de la experiencia y la novedad.
Si Alfred Hitchcock levantara la cabeza, se preguntaría cómo Hombrespajaro son capaces de desprender alegría, ternura y ritmo en lugar de terror y miedo como sus malvados pájaros, pero la razón está en los trece temas que componen este primer cd del grupo mallorquín, que bajo la batuta del David Alcover en la producción han dotado a sus canciones de ese músculo siempre necesario para arrastrarnos hacia sus composiciones de una forma tan sencilla como demoledora, porque aquí no hay espacio para los términos medios, y el poder abrasador que desprende este disco se muestra imbatible ante la derrota. En este sentido, la primera parte del disco es la más atrevida y extrovertida, donde el amor y el desamor salen por la puerta cuando se cierran las ventanas. Cambio de fase y Hoy están ahí para romper corazones, lo mismo que Supuestos, que está muy en la onda de la banda sonora de la serie televisiva Física o Química, donde las sorpresas a veces acaban mal, como nos dice el punteo con el que se inicia Lo que quede del mundo o esa nostalgia que invade Una vez más.
A partir de aquí, el disco se vuelve más íntimo e intenso en su concepción, y las notas de las canciones inician ese viaje interior que primero te rompe las costillas para ir a parar hacia las entrañas. Ese "cuando pienso en ella" es tan directo a la canción de Los Secretos que te congela el corazón, justo lo suficiente hasta que empieza sonar Puedo, una de las mejores canciones del disco, pues aúna a la perfección los elementos esenciales de toda buena canción pop o no (letra y música). Aquí las guitarras se alían para formar un eco perecedero en el tiempo (busco una luz en mitad del camino y espero encontrarte al final). Una reflexión que se desborda con el ritmo trepidante de Mi inspiración, que se conforta como el contrapeso perfecto que nos saca de la oscuridad para llevarnos a esa calma abrupta de Un día genial (resonancias acústicas de Hola a todo el mundo).
El disco se va abriendo caminos con Esos días, donde las melodías suben y suben pletóricas para reventar en Amor de verano (la única versión del disco). Finales que nos sitúan en otra de las canciones más sobresalientes de este disco, donde los medios tiempos se revolucionan hasta provocarnos la hilaridad que sólo poseen los buenos momentos de subidón: no me avisó/ en el que me disparó/ dulce dolor/ ten compasión/ no me apuntes al corazón… y que como una premonición nos lleva al final del viaje en una profunda despedida titulada 27 de julio, que bajo el designio de los sonidos de estaciones, trenes y adioses continúa hurgando en los recuerdos, porque no en vano el viaje que nos propone Hombrespajaro es cíclico, como los ecos de lo mejor pop español.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
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