Cuando uno escucha las canciones
del grupo catalán, a poco que se detenga en ellas, podrá saborear ese sabor
entre dulce y amargo de la melancolía. Una melancolía que es una especie de
paella colorida y sonora en el caso que nos ocupa. Ese profundo sabor
mediterráneo que, en muchas ocasiones impregna las canciones de Love
of lesbian se ve acentuado por las letras de tipo discursivo con las
que Santi
Balmes nos obsequia en cada una de sus composiciones. De ahí, que antes
de asistir a la Riviera el pasado jueves, uno no supiera con cuál de las
múltiples caras de la banda se iba a encontrar. Sin embargo, las dudas
enseguida se disiparon, porque refugiados en unas simples y efectivas barras de
color rojo y un juego de luces de focos giratorios, los señores de Love
of lesbian se arroparon con el manto eléctrico de la intensidad,
convirtiendo la sala de conciertos en una gigantesca sala de baile, botes y
ganas de pasarlo bien. Un hecho, el de la fiesta colectiva, que se repite cada
vez que uno de los grupos españoles más mayoritario, pero todavía tildados como
independientes aunque no lo sean, toca en grandes espacios o salas que se
prestan a ello, y que sirven para convertir sus actuaciones en un karaoke
colectivo que, sin quererlo, difumina el hecho musical propiamente dicho. Pero
eso a quién le importa, la gente quiere divertirse y grupos como Love
of lesbian les proporcionan grandes dosis de diversión y de placer
solariego mediterráneo, pues sus canciones son el compendio de muchas cosas a
la vez, y una de ellas es la de la mezcla más irreverente de estilos, y ahí
está su gracia y su éxito. Y para que no nos faltara de nada, en la segunda
parte del concierto el señor Balmes intentó sacudir nuestra ira
social sin que nadie se lo pidiera (estábamos en un concierto y no en un
mitin), y nos obsequió con una serie de peroratas contra nuestros políticos que,
sin duda, le retrataron, pues solo apuntó en una dirección, cuando la clase
política española, toda en su conjunto, si algo tiene en común es su
podredumbre.
Respecto al más estricto ámbito
musical, el concierto se dividió en dos extensas partes (la actuación sobrepasó
las dos horas) con una larga pausa entre ambas, que sirvió para asistir al
número de magia de la noche con Iván Ferreiro sobre el escenario; un
concierto que acabó con un bis de dos canciones que dejaron ahítos a sus seguidores,
porque el denominador común del concierto, y su acierto, fue el de la
intensidad de unas canciones reinterpretadas para los directos, y por lo visto
y escuchado, solo podemos decir que muy bien repensadas. Todo comenzó con La noche eterna, como eterna es esa
especie de melodía poética social, onírica y mágica de las letras del señor Balmes
del estilo: "me hundí en tu
noche, / y el placer fue infinito y tan oscuro que pensé / tejer mi bandera con
un círculo de estrellas". Estrellas que esta vez inundaron nuestra
particular noche eterna de deseos y magia para cumplir el anhelo del grupo de
que dejásemos nuestros problemas fuera de la sala de conciertos; una
escapatoria muy al estilo del vuelo en avión que simulaba el propio Balmes
cuando se le vía contento y feliz disfrutando sobre el escenario, lo que
ocurrió cuando tocaron Cuentos chinos
para niños del Japón y nos recordó a todos que esa fue una canción nacida
de las cenizas de un grupo a punto de disolverse. Pero eso no fue así, porque
el jueves los lesbianos se apoderaron de Madrid con esa ínfula de prosa poética
que se transforma en íntima y personal cuando los suaves riffs de guitarra se
hacen acompañar del piano eléctrico y los coros de todos sus seguidores. Una
iniciativa que Santi Balmes fomentó al inicio del tema Belice, cuando preguntó: ¿la queréis cantar con nosotros?, hasta
convertirse en huida colectiva cuando el frontman
anunció que si nos apetecía huir a un lugar donde solíamos ir para estar solos,
como intro del himno Allí donde solíamos gritar,
que comenzó en forma de balada hasta que se rompió para subir como un globo aerostático
hacia el infinito y llegar a Nadie por
las calles, donde Balmes en plan literario nos anuncia:
"y la voz de Edgar Alan Poe surgió
entre dos contendores", que fue el inicio del fin de la primera parte
del show que acabó con La parábola del
tonto, un medio tiempo perfecto para llevarnos hasta la sorpresa de la
noche cuando apareció Iván Ferreiro (otro indie que no lo
es) con su piano sobre el escenario interpretando junto a Santi Balmes la mítica 1999. Aquí el delirio colectivo se
transformó en histeria general (¡ay que ver la cantidad de adeptos que tiene el
señor Ferreiro!), que abandonó el escenario al grito unánime de ¡otra, otra,
otra!, como quien suscribe hacía mucho tiempo que no escuchaba.
Ese número de ilusionismo fue el
perfecto clímax para darle la vuelta a un show en el que el capitán Balmes
era el perfecto maestro de ceremonias. El aspecto lúdico del concierto se
intensificó con los sombreros, gorros y restos de artificios que todos los
componentes del grupo se puso en sus cabezas al estilo de unos Village
People españoles, pero solo del cuello hacia arriba. Para empezar esta nueva
parte de la fiesta decidieron hacerlo con Pizzigatos,
nuevo videoclip del grupo (si alguien todavía no se había enterado ya no se
lleva eso de los singles, dado que vivimos en la sociedad de la imagen), al que
siguió Si tú me dices Ben, yo digo
Affleck al grito de Balmes: "esta os la dedicamos a todos los que bailáis jodidamente
mal" y de repente el ritmo sube como una ola gigante que enseguida se
transforma en bote generalizado cuando después suena Club de fans de John Boy. Una cúspide que se para cuando Santi
Balmes arranca con la letra del Como
yo te amo de Raphael (¿qué tendrá este hombre que despierta tanta simpatía
entre los jóvenes indies españoles?), para más tarde unirlo a ese puente
narcisista que es Me amo, y que nuevo
sirve para que todos canten como una sola voz a ritmo de ragtime. Ritmo de
fiesta que se acentuó con Fantástico,
canción fin de fiesta donde las hay, y que se fundió en ese ritmo brutal de Algunas plantas al grito de: "habemus Papa", y que supuso
el final del concierto. Sin embargo, tanto los lesbianos que estaban sobre el
escenario como aquellos que estaban debajo del mismo disfrutando de su música ,no
estaban dispuestos a irse todavía, y así llegamos a un bis de dos canciones. Un
cierre si se quiere mágico, y que empezó con Domingo astromantico, para hacernos tocar de nuevo las estrellas
bajo la cúpula azul de nuestros sueños: "cómo
voy a continuar, cómo voy a continuar..." Pero sí, continuaron para
llegar a Oniria e insomnia; una gran
canción que tiene todos los mejores ingredientes del concepto musical del grupo
catalán, y que dejó a todos los asistentes con ese poso onírico que se desplaza
sobre nuestras mentes en los días siguientes.
Es verdad, Love of lesbian
consiguieron apartarnos de nuestro problemas cotidianos al menos durante las
dos horas de su actuación, pues a día de hoy, y por otra parte como siempre, la
música es una forma de huida universal.
Ángel Silvelo Gabriel.
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