Tras la muerte de su padre, el 21 de octubre de 1872, los
hijos de Fanny: Herbert y Margaret Lindon, empezaron a buscar potenciales
compradores de los recuerdos de su madre. Tras negociar con la familia Dilke y con R. M. Milnes, Herbert decidió publicar las cartas,
en forma de libro, para subastarlas más tarde. «En febrero de 1878 apareció un elegante
libro de unas 200 páginas, que fue editado con un prólogo de uno de los hombres
más prominentes de la época, H. B. Foran, y bajo el sencillo título de Letters
of John Keats to Fanny Brawne». Esta decisión resultó muy acertada, pues la
publicación de las cartas, causaron un gran interés en Inglaterra y en Estados
Unidos. Las cartas se vendieron en marzo de 1885 por 543 libras y 17 chelines.
Sin embargo, la publicación y posterior subasta de las
cartas de Keats, tuvo una repercusión que fue mucho más allá del simple interés
por la relación amorosa entre ambos, puesto que después de ver la luz las
cartas, se acusó a Fanny Brawne de no merecer el amor de Keats. Sir Charles
Dilke, en una reseña sobre las cartas en la revista Athenaeum, «dijo que el libro de las cartas era
“la mayor acusación de una mujer sobre la elegancia que se podía encontrar en
la historia de la literatura”». Louise Imogen Guiney remarcó en 1890 que «Fanny era vanidosa
y trivial, casi una niña, a la que los dioses no le dieron el don de “ver más
allá” y la hicieron inconsciente». «70 años después de la muerte del poeta “la
mayoría de nosotros estamos agradecidos de que Keats escapara a salvo de los
deseos de su corazón, y de su peor enemigo, Fanny Brawne”». Richard Le Gallienne, escribió que: «es realmente una
irónica paradoja que la mujer desgraciadamente asociada con el nombre de Keats,
sea la menos congruente de todas las mujeres transformadas por el genio al que
no podía comprender, y receptora del amor que no merecía… La fama, a la que le
gusta reírse de los poetas, ha consentido que se glorifique los nombres de
muchas de las relaciones menores de los genios, sin embargo, no ha habido
nombre más significativo en los labios de Keats que el nombre de Fanny Brawne…
Uno escribe, recordando… las torturas a las que ella sometió a un noble
espíritu con las coqueterías de sus clases de baile».
En 1934, un coleccionista de Keats, donó su colección
a la Casa-Museo de Keats (Keats Memorial House) en Hampstead, con la condición de
que permaneciera en el anonimato. La donación incluía las cartas que Fanny Brawne
se había escrito con Fanny Keats, entre septiembre de 1820 y junio de 1824. En
1937, Oxford University Press, publicó Cartas
de Fanny Brawne a Fanny Keats. El editor del volumen y conservador de la
Casa-Museo de Keats, Fred Edgcumbe, escribió en el prólogo: «A aquellos que
creen en el amor que Fanny Brawne sentía por Keats, verán en estas cartas las
pruebas que lo confirman.» Poco tiempo después esa era la idea mayoritaria: que
el amor entre Fanny y John fue auténtico y real. De tal modo caló este nuevo
juicio sobre la relación entre los dos, que: «un crítico importante, en su
momento archienemigo de Fanny, y que gustosamente la crucificó, luego dijo: “Aprovecho
la oportunidad, explicó John Middleton Murry, para reconsiderar la personalidad
de Fanny Brawne y la influencia que tuvo sobre Keats. Después de ver lo que él
escribió sobre ella 25 años antes, afirmo: Tengo la enorme satisfacción de
retractarme del juicio tan severo que hice de ella”».
Esta fue la opinión generaliza, hasta que «en 1993
apareció un libro que lo ponía en tela de juicio: Poetics, Letters, and Life de Keats, que termina con un capítulo sobre
las cartas de amor… en el que se muestra a Fanny como una mujer “sin
sentimientos, astuta, franca, curiosa, buena y estimulante. Su belleza resonaba
con la gracia de aquellos que tienen una percepción y un sentimiento profundo y
duradero”».
Según Amy Leal, la película de Jane Campion’s sobre la relación de Keats y Brawne «refleja un cambio
radical de cómo se interpreta a Brawne en los últimos años, dibujándola como la
estrella inalterable, como la “Estrella Brillante” del soneto de Keats, y a
Keats, como el que duda entre su vocación y Fanny… Ella es La Belle Dame sin la pesadilla de la sumisión,
caprichosa y chic, pero también tremendamente buena y maternal, un aspecto de
su personalidad que normalmente no aparece cuando se refieren a ella».
No obstante, John Evangelist Walsh nos acerca una
aproximación a Fanny más moderada. Él nos indica que las cartas, en lugar de
acabar totalmente con lo que está implícito en las cartas de Keats hacia ella, «iluminan
brevemente otro aspecto de la personalidad de Fanny, es decir, nos muestran las
cualidades de una persona más tranquila que cautivaron a Keats inicialmente,
pero que no siempre fueron las más importantes. Ciertamente, las cartas reflejan
que ella ha sido, como apuntó Edgcumbe, inteligente, observadora, receptiva,
pero no de forma exagerada o “excepcional”, tal y como había sido percibida por
el predispuesto editor».
En este sentido, hay una carta dirigida a Fanny Brawne
y que fue escrita por Charles Brown en 1829, pidiéndola permiso para reproducir,
con motivos biográficos, algunas de las cartas y poemas en los que Keats
hablaba de la relación con ella, sin utilizar su nombre. Esta carta, que
siempre se ha tendido a interpretar por los investigadores, como una petición
debida a las grandes dificultades económicas por las que atravesaba Brown, ha
sido igualmente ignorada en la mayor parte de las biografías de Keats, o
descartada, por insignificante.
En esta carta, hay dos pasajes, uno en concreto, en el
que los críticos se suelen fijar, y que está tachado en el manuscrito original,
Fanny le dice a Brown: «Era más generosa hace diez años, pero no debería
perpetuar el odio hacia quien lucha contra su pobreza —por dejar de ser pobre—
y todo tipo de desgracias». En el otro, que no está tachado, se puede leer: «Sería
feliz si pudieras desmentir que yo era una persona con un carácter poco juicioso
hace diez años, y valoraras más las cualidades que tenía, pero seguramente,
ellos lo exagerarán todo en el otro sentido».
Joanna Richardson escribe a este respecto: «Una frase,
sacada de contexto y publicada por el nieto de Dilke en 1875, iba a causar la
indignación de los críticos y de los medios de información durante más de 60
años», porque «sugiere que, el prolongado estrés que ella sintió durante su
compromiso, y el trastorno emocional causado por el reciente fallecimiento de
su madre, no evidencian un cambio de sus sentimientos al final».
Sin embargo, Walsh reinterpreta el segundo párrafo
para decir lo contrario de lo que Richardson ha argumentado, declarando que: «Fanny,
no negó su admiración por Keats, sino que al mirar atrás, se da cuenta de que
su impresión inicial de Keats, como hombre, no está bien razonada: porque ella
le “sobrevaloró”. No hay pistas directas sobre las razones por las que cambió
de opinión —aunque quizás merezca la pena recordar que entre un momento y otro,
se había convertido en una mujer acaudalada, dado que había heredado la
herencia de su hermano que había muerto en 1828 y la de su madre—. Sólo tenemos
su comentario “ser más generosa” diez años antes, y no, que le gustaría ser recordada
como alguien que ofreció su corazón a un joven poeta muy poco conocido que
luchaba por encontrar su camino».
Fuente: Wikipedia.
Traducción: África Silvelo.
Reseña de Ángel Silvelo
No hay comentarios:
Publicar un comentario