El
sonido metálico de tu guitarra se abre paso entre las grietas de mi pecho.
Busca los delfines que guardo para jugar a solas contigo, pero esta vez,
víctima de su desdicha, sólo encuentra el ácido gástrico de mi estómago. Hay
desgarro en este Walk on the wild side
que, tú, como trovador de almas perdidas, me cantas. También pienso en la
lluvia, porque las notas de tu voz en Sweet
Jane son como las milenarias gotas de agua que intentan mojar mi cuerpo por
dentro cada mañana. Me agarro a Heroin
con todas mis fuerzas cuando creo que su atmósfera secará, por fin, mis
lágrimas; ésas que no paran de manar de mis ojos cuando oigo tu voz. Escuchando
a Lou Reed, pienso que él es el mejor refugio donde esconderse de la lluvia;
lluvia infinita que nos empapa día a día y nos impide ser felices.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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