Apenas
te miré, quizá, porque yo tampoco estaba acostumbrado al lenguaje de las
palabras. No me extrañó desconocer tu nombre, como tampoco necesité adivinar
qué se escondía detrás de tu mirada. Sin embargo, en la estrechez del ascensor
—y mientras te cogía la mano—, me atreví a decirte: «elevamos sueños sin saber
a dónde nos llevarán». Pero tú, acostumbrada como estabas a los halagos de los
desconocidos, me contestaste —con un gesto de desdén propio de las musas—, que
no estabas interesada en algo que no habías deseado.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
No hay comentarios:
Publicar un comentario