1.- LA
VIDA EN TIEMPO DE PAZ, DE FRANCESCO PECORARO
En un
solo día de la vida del ingeniero, Ivo Brandani, se nos cuenta toda su
existencia, vivida en «tiempo de paz» pero sin ilusiones al fin. Mirando hacia
atrás, su voz y la del narrador recorren, en sentido inverso, esa vida. Y
también la de un país sometido a los abusos y la hipocresía, a la burocracia y
la sumisión. De los excesos económicos del cambio de siglo a las protestas
estudiantiles de los años sesenta; de los días de playa y mar de la
adolescencia, en pleno descubrimiento del amor y el sexo, al mundo bárbaro de
la posguerra, cuando Brandani experimentó las pesadillas y los primeros retos
de la infancia. Quirúrgica y torrencial, La vida en tiempo de paz es
una novela contada desde el punto de vista de un antihéroe lúcido; es la
historia de buena parte de Europa y de cierta burguesía: en estas páginas se
nos muestran nuestras debilidades, nuestras aspiraciones, nuestros excesos… y
la mugre que nos envuelve y descubrimos cuando sabemos, finalmente, en qué nos
hemos convertido.
2.- LOS
AÑOS DEL CASTIGO, DE FLEUR JAEGGY
Los
hermosos años del castigo son un
inesperado encuentro con la gran literatura que no entiende ni de modas ni de
géneros, pues aborda la vida en sí misma alejada de la monstruosa actualidad,
ya que no bebe de ella (la primera edición de este libro en España es de enero
de 2009), si no de ese otro maná que sólo se encuentra al otra lado de la línea
del horizonte donde la falsedad de lo cotidiano deja paso a lo auténtico, pues
auténtico es aquello que te hace sentir por dentro que todo es posible, hasta
aquello que en principio no lo es: «Pero ¿cómo se representa el vacío? ¿Tal vez
es la falsificación de todo lugar originario? Nada más verdadero y más falso,
por manipulado, que ese pecado original con el que nacemos y, con el que Fleur
Jaeggy juega en esta novela: Los hermosos años del castigo, bajo
la óptica de la fría voluptuosidad de la adolescencia.
3.- EL
PRIMER HOMBRE, DE ALBERT CAMUS
El
primer hombre es una novela
autobiográfica en la que Camus veía su proyecto literario más
ambicioso; un proyecto al que quería darle la magnitud, la belleza y la fuerza
de Guerra y paz de Tolstoi.
No en vano ni evitó los más dolorosos recuerdos ni sus orígenes argelinos ni la
comprensión hacia todos aquellos que le pusieron múltiples cortapisas, como
tampoco se olvidó de esos otros que posibilitaron que siguiera sus estudios y,
con ellos, llegar a forjarse un futuro; un futuro no exento de polémica en
ocasiones, pero muy glorioso en otras. En El primer hombre, Camus
no buscaba sólo la soledad que le guiase a lo largo de su particular epopeya
vital, sino también reencontrarse a sí mismo después de ganar el Premio Nobel
de Literatura y, después también, de los varapalos a los que le sometieron los
más influyentes personajes de la cultura francesa por salirse de ese dogma
pegado a la ortodoxia marxista apoyada por Sartre tras la Segunda Guerra
Mundial. En ese sentido, Camus define como nadie en esta
novela inconclusa la dignidad que debe guiar al hombre libre, y la defensa a
ultranza de esa libertad.
4.- EL
ARTE DE LA FICCIÓN, DE JAMES SALTER
La vida
sin trampas que nos propone Salter en estas tres conferencias que
dio en la Universidad de Virginia unos meses antes de morir, son el mejor
reflejo de su atrevimiento, lucidez, falta de arrogancia, búsqueda de la
perfección, oralidad…, y Balzac. Al que luego se añadieron Flaubert,
Thomas Wolfe, Faulkner o Isaak Bábel, sin olvidarnos de Nabokok,
Kerouac, Updike o Bellow, entre muchos otros y, junto a los que intentó
buscar esa gran entelequia denominada como Gran Novela Norteamericana, sin
saber muy bien ni cómo ni porqué y ni siquiera qué sentido tenía, en una nueva
muestra de cercanía y sencillez que engrandecen más y más su figura y su obra.
No obstante, Salter nos recuerda que: «Escribir novelas es
difícil», o que, «componer novelas es un proceso largo. “Has de tener una
capacidad enorme de resistencia para ser novelista —dijo Anthony Powell— Tienes
que hacer un montón de tareas aburridas y perseverar día tras día, y si no eres
capaz de eso, poco importa que tengas toda la imaginación del mundo”. Según él,
era una cuestión de aguante, como casi todo en la vida». «… Los libros señalan
un período o un lugar, y poco a poco se convierten en ese lugar y en ese
momento».
5.- LA
DESINTOXICACIÓN MORAL DE EUROPA, DE STEFAN ZWEIG
La
experiencia personal e intelectual de Zweig al servicio de los
demás alcanza en estos artículos la dimensión de las grandes gestas, pues una
gran gesta es el pulso firme y el pensamiento lúcido que el austriaco nos
proporciona en su forma de ver y reinterpretar el mundo. No hay nada que escape
a su análisis y, así, por ejemplo, aborda el colonialismo inglés en la India a
través del atentado producido por un hindú en Londres; un incidente que a él le
sirve para hablarnos y hacernos sentir el aislamiento de la nación inglesa
frente al mundo, a pesar de sus muchas colonias; una premonición, quizá, del
aciago presente inglés a través del Brexit, pues se trata de una nueva
manifestación del nacionalismo rancio y prepotente que sólo es capaz de tirar
en una sola dirección. Pero por si esto fuera poco, Stefan Zweig
nos habla en “La monotonización del mundo” de una forma, preclara y muy
acertada, del concepto de la globalización, y de la falta de identidad que éste
conlleva. Esa homogeneización es la que borra las huellas de los pueblos y los
hace más proclives al nacionalismo y al fanatismo, nos dice Zweig
y, nos lo explica, con unos sencillos ejemplos que están insertados dentro de
nuestros hábitos cotidianos de vida.
6.-
MEMORIA DE ELEFANTE, DE ANTONIO LOBO ANTUNES
Memoria
de elefante es un viaje a ninguna
parte a través del vacío que se apodera de nuestro espíritu, o un tránsito por
el reino de la soledad sin nombre a través de la noche más oscura, como nos
apunta Fitzgerald —un prodigio de la autodestrucción—. Hay dolor
físico y espiritual en el protagonista, con memoria de elefante, de la novela a
la hora de relacionarse con el mundo y sus gentes, de ahí que se refugie en la
soledad como mejor solución a esa incomunicación. Un hartazgo de estar vivo que
él contrarresta con las comparaciones que hace entre sus diferentes estados de
ánimo y las observaciones que expresa en general a través del arte, sobre todo
mediante la pintura y sus artistas, pero también con la música o la literatura.
Lobo Antunes consigue llevarnos de la mano a través de una
narración que es un hilo continuo que ni se acaba ni te suelta, porque la
historia nunca va hacia atrás, sino hacia adelante, hacia ese abismo que nos
marra con un ritmo lento de sucesos y diálogos interiores que nos muestran el
amplio universo de la soledad y la huida que ésta conlleva. António Lobo
Antunes, con ello, provoca en el lector un malestar existencial que
llega a reconocerse sin dificultad en este psicólogo que cura a los demás pero
no a sí mismo.
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