jueves, 25 de junio de 2009

HISTORIA DE UN BESO A MEDIANOCHE




Hacía tiempo que quería ver esta película. Las críticas que había leído sobre ella, me hacían presagiar las buenas sensaciones que siempre me ha transmitido el denominado cine independiente norteamericano. Los estereotipos y la gran industria del cine, nos hacen olvidar con facilidad el verdadero talento de un montón de pequeños genios que intentan abrirse camino fuera de Hollywood.

El planteamiento es sencillo, chico busca chica y viceversa, pero casi siempre las mejores propuestas y soluciones, son a la vez, las más sencillas. Esta historia no es ajena a los tiempos que vivimos y la conexión entre los protagonistas se produce vía internet, a través de un canal de encuentros de los muchos que existen en la red. No quiero pecar de pesado, si digo que la falta de comunicación vuelve a ser el tema estrella de la película, junto con la necesidad de ser amado. Aunque esa necesidad tenga que ser satisfecha por un amor ciego e instantáneo. Un amor enganchado al azar de la vida.

¿Entonces de dónde procede la posible magia de esta historia? Pues, en un estilo tan directo como espontáneo. El secreto está en la sencillez de los diálogos, en lo creíbles que resultan los protagonistas, y en la ausencia de un artificio continuo, como puede ser el que engendra Pretty Woman. La duda, los altibajos en una relación de veinticuatro horas entre dos personas que no se conocen, nos van llevando al final de una historia que por previsible desde el principio, no por ello está exenta de interés.

El director y guionista Alex Holdridge, nos muestra una ciudad de Los Ángeles distinta. Aquí no aparece Beverly Hills, sino el moderno subway de la ciudad. Los altos rascacielos del centro financiero que están filmados desde posiciones diferentes a las habituales, y a veces, casi imposibles. Otro personaje de la película es esta ciudad, y la ausencia de vida en sus calles, magnificada con una estupenda anécdota sobre los zapatos perdidos enmedio de las calles.

Los protagonistas, Scoot McNairy y Sara Simmonds desprenden una compeljidad, quizá contrastada porque ésta es la tercera película que filman juntos. En definitiva, es una película recomendable y que nos reconforta con el buen cine de siempre, sencillo y directo.

¡Ah!, además está filmada en blanco y negro, lo que le proporciona una estética más intimista y cercana a la historia que engendra.

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