martes, 20 de octubre de 2009

ESOS PREMIOS, LOS PREMIOS, EL PREMIO...



Veo para mi sorpresa, la gran cantidad de críticas que entre los blogueros, ha suscitado la concesión del Premio Planeta en la escritora Ángeles Caso. Después de leer los post y los comentarios que suscitan los premios en general, se palpa un cierto ambiente de frustración y envidia por no ser uno de los agraciados finalistas, pero como le decía Dios al del chiste, si quieres que te toque la lotería hijo mío, por favor compra por lo menos un décimo.

Digo ésto, porque a esta alturas, yo creo que todo el mundo sabe que este premio en concreto se hace por encargo, y que una vez más este año, se ha jugado al despiste cuando han proporcionado los nombres de los finalistas y posibles ganadores. Pero como ya dije en otra entrada, el Planeta es el premio mejor pagado, el más vendido, pero también el menos leído de todos los grandes premios literarios planetarios. Como regalo de Navidad, nos llega en un hermoso envoltorio con lazo incluido, pero de ahí pasa sin dilación a la estantería más próxima, y si se me apura, en algunas ocasiones acaba como opción para un segundo regalo.

Por todo ello, leo con interés el artículo de Ignacio Echeverría en el El Cultural del Mundo, que hace referencia a este tema, y que muy acertadamente, nos pone dos ejemplos sobre el mundillo de los premios, nada despreciables (véase la referencia al cuento de Roberto Bolaño "Sensini" que aborda este tema, y al libro titulado Los premios de Thomas Bernhard).

También me parecen muy acertadas las apreciaciones que realiza respecto de los infinitos premios oficiales de ayuntamientos, diputaciones e institutos, que sirven de base para que muchos de nosotros (escritores aficionados) podamos ir aprendiendo, este otrora noble oficio de escribir, y que sin duda cumplen una función de trampolín, pero también de escape a multitud de inquietudes y aficiones, y que yo creo que deberíamos de tomarnos como un sano ejercicio de las posibilidades literarias de cada uno.

Luego, y en el otro lado, se encuentran los grandes premios, que se convocan para lanzar prometedoras carreras en algunos casos, y afianzar cuando no apabullar, con la novela de turno, a los crédulos e inocentes lectores. Pero el mundo del libro, no nos engañemos, es en buena parte una industria, y como tal, intenta retroalimentarse y publicitarse. Nada me produce más tristeza, que ver en cualquier parte de la ciudad, el campo, la playa, la oficina, etc, devorar a un infinito número de personas la saga de turno, y acrecentar así, el número de lectores que nunca van a poder disfrutar de la literatura de verdad, porque eso que leen, sí es literatura que duda cabe, pero de entretenimiento, como cuando vas a ver a Steven Seagal al cine y crees que es una obra de arte del celuloide, o cuando te comes un jamón serrano pensando que es el mejor del mundo sin tener conciencia de que existe el ibérico de bellota. Es verdad, en el mundo que vivimos, todo tiene que ir rápido, consumirse deprisa y en grandes proporciones, y así, todo el mundo queda contento.

Yo, por mi parte, entiendo la literatura de otra forma. Para mí es una forma de aprendizaje, de entender la vida, de escribir desde las entrañas con la mejor intención de conmover, y que una vez terminada la novela haya aprendido algo nuevo. Quizá sea una visión demasiado romántica, pero todavía creo que otra literatura es posible.

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