domingo, 27 de diciembre de 2009

ALGO PASA EN HOLLYWOOD



Una primera lectura de Algo pasa en Hollywood es la obvia, un productor que en dos semanas de su vida nos sirve de delator del intramundo de la industria cinematográfica mundial por excelencia. Rápidos movimientos de cámara en los largos desplazamientos de automóvil, le sirven a su director, Barry Levinson, para contraponer ese frenesí en la vida de Ben, con las palmeras que adornan las mansiones donde viven sus diferentes ex (mujeres, hijos, butacones preferidos) y a partir de ahí, se nos van mostrando un desfile de egolatrías cada vez más destructivas. Veáse: actores, directores, productores, guionistas, representantes, etc.


Ante todo ello, Ben (Robert de Niro) va pegado a su Porsche todoterreno y su pinganillo inalámbrico del móvil (símbolos de la omnipresencia laboral). Ben es dominado por el frenético ritmo de trabajo al que está sometido por las diferentes películas que produce, y en este caso, De Niro interpreta a un impasible personaje, excepto cuando descubre que su segunda ex mujer está iniciando una relación con un guionista amigo suyo.


Sin duda, el guionista Art Linson (también productor) conoce al dedillo las entrañas de este mundo aparentemente siempre lleno de starlets , divas y alfombras rojas (¡qué ironía!). Pues lo que queda claro después de ver la película es que el cine es una industria como otra cualquiera, donde los trabajos que finalmente son expuestos a los espectadores han pasado con anterioridad por acuerdos que no están exentos de presiones y traiciones.


Hasta aquí lo obvio, pues la interpretación de quien escribe esta reseña se queda con aquello que trasciende de lo que se ve en la superficie. En primer lugar, el título Algo pasa en Hollywood parece decirnos a las claras, que efectivamente algo ocurre cuando un productor que paga una fortuna por un film, es incapaz de someter su criterio al director y éste inteligentemente le engaña cuando el productor cree que ha salvado un escollo; o cuando la muerte de un perro es más importante que la de una persona (en este caso el protagonista que representa Sean Penn); o cuando nadie es capaz de hacer entrar en razón a la vanidad de una estrella de cine (Bruce Willis) a la hora de iniciar una película de la que dependen los empleos de centenares de personas. En este sentido, lo que trasciende ante tanto caos es la falta de una mínima reflexión, algo que parece imposible en el mundo de bambalinas hollywoodiense.


No obstante, lo mejor de la película es el retrato que se hace del protagonista. Y en este caso, hago hincapié en su crisis existencial. Ben es un hombre que pasa de los cincuenta, que ha fracasado en dos matrimonios y que está a punto de fracasar en su vida profesional (a la que ha dedicado gran parte de su vida). Esa sensación de confusión y soledad del personaje, nos transmite la falta de comprensión ante todo aquello que le ocurre, baste simplemente describir su incomprensión a la hora de tener que arreglar su vida matrimonial ante una orientadora, cuando él lo que quiere es sencillamente estar con su guapa ex mujer (Robin Wrigth Penn).


Algo pasa en Hollywood es otra película entretenida que ataca, quizá con menos fiereza que otras anteriores, la industria del cine y a quienes la fabrican cada día, lo que nos demuestra a las claras que sí, algo pasa en Hollywood.

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