En la actualidad, el espacio reservado al cine clásico en la televisión es totalmente residual. No obstante, el fin de semana pasado, al volver a casa precisamente de ver una película en el cine, pude disfrutar de este clásico del cine en blanco y negro, que narra la epopeya familiar de los Morgan y el pueblo minero donde viven, a la que John Ford retrata con grandes tintes melodramáticos y épicos a partes iguales.
Qué verde era mi valle, es una historia relatada en flashback por Huw (Roddy McDowell), el pequeño de los Morgan, y el recuerdo que su mirada de niño todavía retiene en su memoria, cuando al volver al pueblo, contempla en lo que se ha convertido éste (si acaso un fantasma de sí mismo). La montaña y el campo que circundaban a la villa, han desaparecido por una inmensa montaña de carbón.
El inicio de la sociedad industrial le sirve de excusa al gran John Ford, para trasladar a esta época de la historia su particular universo fílmico, en el que una vez más, podemos ver reflejados aquellos temas que siempre le han obsesionado, como son: la desintegración de la familia, el amor imposible y la heroicidad de unos personajes ante las circunstancias adversas que les han tocado vivir. En este sentido, la acción de la película se va desarrollando en una sucesión de imágenes que retratan, e intentan mostrar las costumbres del pueblo minero, mediante escenas que muy bien podrían ser tratadas como pequeños escenarios independientes, sin otra conexión que el relato de unos acontecimientos en lo que se ven inmersos sus personajes sin que éstos puedan hacer nada por librarse de ellos.
El reparto está encabezado por Walter Pidgeon, y una jovencísima Maureen O’Hara, que junto a Roddy McDowell y Donald Crisp, encabezan un reparto coral en el que se dota de gran protagonismo a los números musicales del cancionero popular galés.
Cabe recordar, que este magnífico relato, se llevó el Óscar a la mejor película en el año 1941, imponiéndose entre otros, a títulos como: La Loba, de William Wyler; El Halcón Maltés, de John Huston; Sospecha, de Alfred Hitchcock; De Corazón a Corazón, de Mervyn LeRoy; Sargento York, de Howard Haws y Ciudadano Kane, de Orson Welles, lo que eleva a la categoría de mito, a este retrato en blanco y negro de la vida minera en el País de Gales.
Qué verde era mi valle, es una historia relatada en flashback por Huw (Roddy McDowell), el pequeño de los Morgan, y el recuerdo que su mirada de niño todavía retiene en su memoria, cuando al volver al pueblo, contempla en lo que se ha convertido éste (si acaso un fantasma de sí mismo). La montaña y el campo que circundaban a la villa, han desaparecido por una inmensa montaña de carbón.
El inicio de la sociedad industrial le sirve de excusa al gran John Ford, para trasladar a esta época de la historia su particular universo fílmico, en el que una vez más, podemos ver reflejados aquellos temas que siempre le han obsesionado, como son: la desintegración de la familia, el amor imposible y la heroicidad de unos personajes ante las circunstancias adversas que les han tocado vivir. En este sentido, la acción de la película se va desarrollando en una sucesión de imágenes que retratan, e intentan mostrar las costumbres del pueblo minero, mediante escenas que muy bien podrían ser tratadas como pequeños escenarios independientes, sin otra conexión que el relato de unos acontecimientos en lo que se ven inmersos sus personajes sin que éstos puedan hacer nada por librarse de ellos.
El reparto está encabezado por Walter Pidgeon, y una jovencísima Maureen O’Hara, que junto a Roddy McDowell y Donald Crisp, encabezan un reparto coral en el que se dota de gran protagonismo a los números musicales del cancionero popular galés.
Cabe recordar, que este magnífico relato, se llevó el Óscar a la mejor película en el año 1941, imponiéndose entre otros, a títulos como: La Loba, de William Wyler; El Halcón Maltés, de John Huston; Sospecha, de Alfred Hitchcock; De Corazón a Corazón, de Mervyn LeRoy; Sargento York, de Howard Haws y Ciudadano Kane, de Orson Welles, lo que eleva a la categoría de mito, a este retrato en blanco y negro de la vida minera en el País de Gales.
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