viernes, 26 de marzo de 2010

IRÈNE NÉMIROVSKY, EL MAESTRO DE ALMAS: LA DICOTOMÍA ENTRE EL ÉXITO SOCIAL Y LA FELICIDAD


El Maestro de Almas fue publicada por entregas en el semanario Gringoire entre mayo y agosto de 1939, poco antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial, lo que nos proporciona una idea del convulso escenario en el que se desarrolló el final de la vida y la obra de la autora rusa.
La editorial Salamandra, nos ofrece un epilogo con el título de La condenación del doctor Asfar, donde Olivier Philipponnat y Patrick Lienhardt (autores de una biografía sobre la autora), nos concatenan innumerables datos, acerca del carácter antisemita de la autora para los judíos por un lado, y la falta de un reconocimiento pleno de la sociedad francesa por otro. Un reconocimiento que nunca obtuvo. Siendo una de sus últimas manifestaciones, la denegación de la solicitud de la nacionalidad francesa. Es en esta cuerda floja, en la que se va a desarrollar la vida y la obra de la autora eslava, para la que dicha diatriba es falsa, dado que ella nunca renegó ni de su descendencia judía ni de su nacionalidad rusa de una forma consciente, aunque en el ámbito literario, dicha afirmación se verá traicionada por un subconsciente plenamente marcado por la tradición literaria francesa y la cultura francófona en la que fue educada.
El Maestro de Almas nos relata la vida del doctor Asfar y su camino desde la más absoluta miseria al estrellato y el fingido respeto de la burguesía parisina. Una vez más, en el inicio de la novela se nos proporcionan, por parte de Némirovsky, unos magníficos retazos del estado de ansiedad ante la desesperación del hambre y la pobreza de Asfar, un personaje que la autora retrata a la perfección. Asfar (al igual que ella) procede de las "escalas de levante" aunque no del mismo estracto social, y al igual que ella, busca el reconocimiento de la sociedad francesa (matiz que se encuentra ya presente en su primera novela David Golder). En este sentido, Asfar es rechazado por "meteco", sinónimo de extranjero, apátrida, judío. Sin embargo, El Maestro de Almas no representa sólo ese ansia de reconocimiento, ya que en los personajes del doctor Asfar y del empresario Philippe Wardes, así como en el de su amante Elinor, se encuentra muy presente la dictomía entre el éxito social y la infelicidad, como si ambos nunca pudieran ir de la mano. En contraposición a todos ellos, se encuentran su mujer Clara, su hijo Daniel y la Sra. Wardes, como prototipos de la abnegación, pureza y virginidad respectivamente, que quizá por eso mismo, parecen muy poco caracterizados (se echa de menos una mayor profundización en el personaje de la Sra. Wardes) pero que seguramente de una forma consciente Némirovsky sólo nos muestra unos breves retazos de los mismos, porque ellos no son la metahistoria de la novela.

Del mismo modo, que una vez más, el retrato de los personajes femeninos no sale muy favorecido (es una de las características consustanciales a todas sus novelas) y nos muestra a prototipos de mujeres incompletas o inacabadas, y siempre bajo la sombra de algún hombre, ya sea éste su padre, marido o amante.
Pero El Maestro de Almas se alza por encima de todas las apreciaciones expuestas, y hoy en día se contempla como una novela actual y de una gran sencillez en cuanto a su estructura y lenguaje, que nos aborda de una forma directa y no nos deja indiferentes ante la maestría a la hora de contar historias de Iréne Némirovsky.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

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