sábado, 8 de octubre de 2011

SOMEWHERE: ELÍPTICA Y ENCERRADA EN SÍ MISMA.

La mirada de Sofía Coppola en esta ocasión se detiene en el ensimismamiento de la falta de ilusiones, y en esas voces sin eco que transitan por el interior de las personas, que como un animal herido te llevan a una madriguera (en esta ocasión) en forma de hotel mítico y lujoso donde sólo conviven la falta de estímulo respuesta, y la necesidad de satisfacer las necesidades más básicas del ser humano, en una encrucijada cuyo mayor protagonista en la existencia anodina. Esta ausencia de futuro y dejar pasar el tiempo sin tener la necesidad de ir a algún lugar o alguna parte, es una constante en los nuevos narradores norteamericanos, que lejos de sustraerse a esa realidad que acompaña a los focos y estrellas del gran negocio montado entorno a Hollywood, se sumergen en la parte de atrás del mismo, para mostrarnos eso que no sale en ninguna parte y que resulta ser el día a día de muchas de las personas que forman parte de la industria de entretenimiento más grande del mundo. Tras ese decorado infinito en el que no cabe más que felicidad y sonrisas, existe eso que se ha dado en llamar la soledad del éxito, de la que sólo se puede salir a través de la recuperación de los sentimientos de verdad, esos que afortunadamente existen detrás y lejos del star system.

Con todo, en este relato de pérdida de los sentimientos, donde Sofía Coppola se esfuerza en mostrarnos lo que nadie quiere ver, hay elementos comunes con la última novela de Bret Easton Ellis, Suite Imperiales, donde el famoso escritor norteamericano también se fija en la decadencia más absoluta de una buena parte de la sociedad norteamericana (justo aquella que se esfuerza en hacer sonreír al resto del universo), y entre esos puntos de encuentro, más allá del divagar sin rumbo de su protagonista, hay también enigmáticos sms que recibe en su móvil o esa errónea paranoia que tienen acerca de que siempre les persiguen con coches camuflados, si bien, el ritmo y la forma de contar la misma situación son diametralmente opuestas, porque Ellis lo hace desde el desenfreno, las drogas, la rapidez más espídica o los asesinatos, y Sofía Coppola se sirve de largos planos secuencias, iluminados por ese sol incansable de California, que a la vez que brilla te ciega.

Somewhere se comporta de una forma elíptica y encerrada en sí misma, y para muestra, no hace falta más que fijarse en la escena inicial, para darnos cuenta que nos esperan 105 minutos de contemplación por la contemplación, y ese es el mayor esfuerzo y mérito de Sofía Coppola en la película, pues la apatía del protagonista queda magníficamente filmada con esa ausencia de palabras que nos transmiten, como un aguijón en la piel, la soledad por la que se mueve Stepehen Dorff (Johnny), y en donde los largos planos secuencia se suceden como si no jugase ningún papel en los mismos el montaje, pues en esta ocasión carece de relevancia salvo si es para mostrarnos los momentos cotidianos de una vida anodina, que sólo puede ser salvada por los verdaderos sentimientos que atesora el ser humano, y a los que la directora ha vestido para esta película como una niña de once años, Elle Fanning (Cleo), que como un bote salvavidas introduce ese contrapunto vital repleto de brillos a la vida de Johnny. A veces, la soledad sólo necesita de una buena excusa para salir huyendo, y en este caso, esa excusa es el amor entre un padre perdido y una hija vitalista que tiene miedo a ser abandonada, víctima de la excusa existencial de sus padres. Sin reproches, sin preguntas ni interrogantes a los que responder, Somewhere camina por esa fina línea que divide lo verdaderamente importante de aquello que no lo es, y como decía el gran Steve Jobs, ten ilusiones y lucha por aquello que crees y deseas, porque ese será el auténtico motor de tu vida, en la que debes aprovechar cada día como si fuera el último.



Reseña de Ángel Silvelo Gabriel

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