martes, 6 de diciembre de 2011

INCENDIES: UNA BIOGRAFÍA DE LA SINRAZÓN.

La firmeza de los sentimientos rotos se sobrepone a casi todo, excepto al destino. Denise Villenueve, el director y productor de Incendies, la define como un “campo de minas”, porque en esa aparente frialdad visual en la que está rodada bajo un pálido espectro cromático, los cortes en la yugular se suceden unos tras otro sin darle tiempo al espectador de filtrar tanto odio y destrucción. No hace falta más que atender a la frase inicial de la película: “la infancia es un cuchillo clavado en la garganta”, mientras suena el tema You and whose army? de Radiohead, para darnos cuenta que estamos ante una historia sin concesiones sentimentales ni comerciales. Dura, árida y difícil de ver, Incendies sin embargo tiene esa extraña cualidad de las historias que te atrapan hasta el final, pues el espectador se identifica con esa necesidad de saber el por qué de aquello que se le está contando, y eso, a pesar de la lentitud con la que está rodada.


El por qué de esta biografía de la sinrazón, comienza con un enigma que enseguida adivinamos que se ha propiciado por la ruptura del amor por causas religiosas a las que la protagonista Nawal (Lubna Azabal) tendrá que hacer frente por ese avatar endémico que enfrenta al ser humano desde el principio de los tiempos. La muerte del ser amado y la desdicha que ello conlleva, en este caso se convierte en el motor que mueve la voluntad de la protagonista, que tras dar a luz al hijo del padre muerto y ser desposeída de él, le promete ir a buscarle algún día.

Pero esa es la intrahistoria de esta biografía repleta de odio, muerte, destrucción y perdón, porque Villenueve nos la presenta a través de la mirada de los dos hijos menores de Nawal (Jeanne y Simon) que como una adivinanza macabra deben hacer frente a los designios de una madre muerta que los invita a desentrañar el verdadero significado de sus vidas. La búsqueda de un padre al que ellos daban por muerto y de un hermano del que desconocían su existencia, se convierte en una vía exploratoria que nada tiene de detectivesca, sino que más bien se nos presenta como una terapia que va del amor a la muerte para terminar en el perdón.

Otro de los grandes aciertos del film, es la presentación del mismo a través de pequeñas historias-secuencias que ensambladas magistralmente nos ayudan a componer el puzzle de esta biografía de la sinrazón, en un perfecto juego que nos muestra el presente confrontado con el pasado en unos parajes áridos e inhóspitos como la propia vida de Nawal, una víctima más de la confrontación religiosa que desangra a Oriente Medio. Esas dosis de pequeñas adivinanzas nos van dando las pistas de la intrahistoria de la historia, que a medida que avanzan nos proporcionan los datos de una gran ingravidez existencial, pues como espectadores, en algún momento necesitamos de un hálito de esperanza que sólo nos llegará al final.

Incendies es en sí misma un incendio rojo (como el cartel de la película), que se asemeja bastante a lo que algunos podemos entender que es el infierno, donde el alma nunca puede encontrar una morada donde descansar, y así es la vida de Nawal, un viaje sin descanso.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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