¿Paraíso?, el paraíso puede irse a la mierda. Esta es una de las contundentes frases con las que se inicia el film con la voz en off de este magistral actor y comediante llamado George Clooney. Desterrados de la idea de felicidad, tal y como nos la habían contado una y mil veces, en tiempos de crisis como los que vivimos se nos invitaba a mirar y valorar “todo” desde otro punto de vista. Este desnortado objetivo nos deja sin rumbo… a la deriva; y eso es lo que le ocurre a Matt King (George Clooney), que inmune a las caricias de lo que llamamos paraíso, se ve obligado a buscar un nuevo sentido a la vida cuando su mujer sufre un accidente y “todo” deja de ser como él lo tenía estructurado. Una vez más, el acierto de Alexander Payne se encuentra en ese equilibrio de tragicomedia con el que nos presenta sus películas. La vida es una tragedia con unas pocas dosis de humor ha declarado el guionista y director cuando ha presentado este film; y no parece faltarle razón, tal y como transcurre la acción de Los Descendientes, donde los desengaños a los grandes principios que rigen nuestras vidas, se salpican de pequeños rayos de luz donde la sonrisa se hace un hueco.
Una de las grandes tragedias de la civilización actual, postindustrial y postmoderna, es que sólo busca refugio en la sencillez de las pequeñas cosas cuando todo está perdido. La derrota y su posterior digestión es lo único que nos hace mirar de nuevo hacia lo que antes de la hecatombe nos hartamos de decirnos (a nosotros y a los demás), que es lo verdaderamente importante. En este saco de sensaciones que representa Los Descendientes, Payne rediseña con inteligencia el formato clásico al que estamos acostumbrados, para mostrarnos este asalto de combate contra el fracaso, y así, en vez de una mujer hundida, escoge a un hombre, que para colmo tiene dos hijas adolescentes a las que casi no conoce porque ha permanecido casi toda su vida con las narices pegadas a los papeles de su despacho (¿eso es lo verdaderamente importante?). Perdido, busca auxilio en las dos; en una más que meritoria Shailene Woodley (Alexandra) y en una dulce Amara Miller (Scottie). Pero ese grupo de detectives sentimentales no sería tan tragicómico, si no contase con un contrapeso adecuado que ejerciera como contrapunto del gran George Clooney, y en este caso, su contrincante masculino es un joven Nick Krause (Sid) que pone con acierto ese otro punto de vista a la historia trágica y existencial de Clooney.
Con todo, le falta algo a esta película para elevarla a la categoría de obra maestra, cuando tiene todos los ingredientes para ello. Quizá en su aparente simplicidad se encuentra gran parte de su éxito y el lleno inusual de las salas de cine donde la están proyectando; un éxito que a buen seguro no se debe únicamente al cierre de Megauload como apuntan los más irónicos, pero que tal vez también ese sea su talón de Aquiles, porque en esa ausencia de unas pequeñas dosis de complejidad y trascendencia que te dejen con el corazón abierto o el alma en un puño se fuga una parte del recuerdo imborrable que toda gran película te deja la salir de la sala de cine, lo que no es óbice para seguir recomendando ésta más que notable visión de la vida desde el otro lado del paraíso.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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