lunes, 1 de octubre de 2012

LA NOCHE ETERNA

Ese día cambiamos la rigidez de las futuras togas por la ligereza de los bañadores y las chanclas. Todos acabamos dentro de la piscina entre petardos y botellas de champán haciendo el protocolario juramento de respetar el código de ética profesional como mejor expresión de la herencia milenaria que a partir de ese momento recaería sobre nuestros hombros. Y ahí acabó todo, porque después ya no hubo ni más fiestas, ni más cumpleaños, sólo días no vividos en forma de una orden de desahucio en mi menor. Nuestras carreras de abogados fueron decayendo como falsos espejismos donde no hubo ni habría más campeones ni más campeonatos. La vida es lo que tiene: nada es lo que parece, y como en el juicio final, todo se reduce a un juego de contrarios, donde cuando cae el telón, sólo queda la noche eterna. 

Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel

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