martes, 2 de julio de 2013

MIGRAIN SQ., MADAME BUTTERCRY: ATRAPANDO EMOCIONES

Uno de los poderes que tiene la música es el de la evocación. Sus melodías nos abren el camino de los recuerdos, a veces, hacia los lugares más recónditos de nuestro pasado, y en otras, hacia territorios que de momento sólo existen en nuestra imaginación. En ambos casos, la música se conforma como un viaje al que podríamos denominar como de singladura de los sentidos, cuyo destino final no es otro que el de las emociones. Ahí, precisamente, es donde se sitúa la propuesta musical de este Madame Buttercry de Migrain Square que, cual ópera dividida en siete actos, nos propone una combinación perfecta de sonidos que nos despiertan la avidez de los recuerdos; unas veces en forma de música de cabaret con ecos escalofriantes de las óperas wagnerianas, y otras, invitándonos a sumergirnos en maravillosos baños líricos de una sensualidad aplastante, como ocurre en el inicio de la canción que abre el cd, titulada Love Story, donde la voz de Sara Bigdeli Shamloo junto a la música de Pouya Pouramin y Nima Aghiani nos recuerda a esa pátina poética que posee Antony and the Johnson en muchos de sus temas, ¿o por qué no?, a la prodigiosa voz de Sónia Tavares de The Gift. Este es el juego que nos proponen estos tres músicos iraníes: el de atrapar emociones. Sin embargo, sería injusto por nuestra parte reducir su trabajo a este matiz más lírico, pues canción a canción, corte a corte del cd, vamos asistiendo a esa fusión de estilos que van desde la música electrónica al pop, sin descuidar los aires del cabaret de los años veinte, a los que Sara Bigdeli les da un sentimiento y una profundidad sencillamente admirables.

Madame Buttercry es la constatación más palpable de la universalidad de la música; un espacio donde artistas de toda índole, condición y nacionalidad, pueden expresar las múltiples formas de creación que esta disciplina artística admite. Ecos globales que nos atrapan sin necesidad de entender más idioma que el de los sentimientos. Instrumentos todos ellos que emplean a la perfección Migrain Square, donde la voz de Sara Bigdeli sólo es la carta de presentación de la música del grupo, que navega sin dificultad entre las cuerdas de las guitarras y las teclas del piano que, a veces nos recuerda a un clavicordio (Murderer murderer on the wall), por no hablar de ese clarinete con toques jazzísticos que nos trasladan de nuevo a los ambientes de club y cabaret (History), y que son el contrapunto perfecto a la intensidad más lírica de otras canciones. Diversión y sensibilidad como la mejor propuesta posible para atraparnos las emociones, a las que no les falta ese matiz literario en canciones como la que cierra el disco y da título al mismo.

En definitiva, Madame Buttercry es una inmensa bola de cristal que nos lee el futuro, y de paso, nos guía como un faro que ilumina la senda de los difíciles tiempos por los que nos está tocando transitar.

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.

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