No puede haber una sensación más potente de estar perdidos en el espacio, que lejos de la Tierra, el sol y la luna, donde la oscuridad es omnipresente y su fuerza, más oscura, se apodera de nuestros sentidos. Ni en el sueño más profundamente onírico seríamos capaces de sentirnos tan libres como
viendo Gravity, donde la ingravidez como facultad de poder flotar en
la inmensidad de la nada nos deja atónitos…, y de nuevo perdidos en la
infinitud de un espacio irreal por bello, majestuoso e imposible. ¡Qué difícil
es atravesar los límites de nuestras propias fronteras!, sobre todo, cuando lo
hacemos para perder todas aquellas referencias con las que hemos crecido y nos
hemos educado. De ahí, que en la más estricta soledad, ya sea ésta lunar,
espacial u onírica, nos encontremos perdidos en un mar sin agua, un océano sin
olas o un torrente sin cascadas, pues allá arriba, en el lejano espacio, el
rozamiento es otro y la vida también. Sin embargo, no debemos pasar por alto
que, tras esta cortina circense, donde asistimos narcotizados a los mejores
trucos de magia que podamos imaginar, a las más bellas imágenes que nuestra
imaginación nunca supo que existían, y a los mejores efectos especiales que la
técnica es capaz de crear para transportarnos a ese mundo soñado, se esconde la
historia personal de la astronauta Ryan Jones, una magnífica Sandra Bullock que,
con el poder de su mirada, profunda, aterrorizada y melancólica, es capaz de
hacernos olvidar por momentos dónde nos encontramos, pues el arrebato de los
sentimientos al que nos invita es tan hipnotizador que, sin ningún problema,
nos alejamos de la ingravidez y el espacio oscuro que la rodean, para
centrarnos en ese otro espacio narrativo de los sentimientos, pues al fin y al
cabo, más allá de la técnica somos humanos.
Gravity es el sueño que
un día tuvo su director, el mexicano Alfonso Cuarón, y después de ver la
película, sólo podemos decir que fue un sueño maravilloso, en el que la
necesidad de un hilo conductor y narrativo, lo ha convertido en épico, ya que
el regreso al planeta Tierra de la astronauta Ryan Stone es una especie
de conquista de la Tierra, en contraposición con la del espacio, y no sólo eso,
pues se trata de un viaje plagado de heroicidades del ser humano contra los
elementos, de lo más pequeño contra lo más majestuoso, y de los más grandes y
universales accidentes geográficos que rodean a los hombres (como pueden ser el
espacio, las estrellas…), contra la soledad. En este sentido, la intrahistoria
a la que da vida Sandra Bullock, en su papel de heroína del espacio, es un
magnífico ejemplo de la materia única de la que está formado el ser humano; una
argamasa fundamentalmente compuesta por los sentimientos. Nuestros miedos,
ilusiones y contrariedades se dan la mano en una ausencia casi total de
diálogos que, en este caso, la protagonista suple con sus expresiones y esa
transformación que experimentamos cuando nos vemos al borde de la muerte. En
este sentido, Gravity no es una película de aventuras, aunque lo parezca; Gravity
tampoco es la quinta esencia del 3D ni de los efectos especiales; Gravity
es el mejor ejemplo de lo pequeño que se siente el ser humano, pero no en la
inmensidad del espacio, sino dentro de uno mismo, donde las fisuras del alma
nos hunden más veces de las deseadas.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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