Repensar el mundo debe ser algo así como ponerte a pensar en el origen del universo y llegar hasta ese instante en el que tu mente no encuentra un por qué para adivinar la génesis de todo, ese primer Big Bang del que todos procedemos. Esa imposibilidad que nos aflige, Iván
Ferreiro la suplanta iniciando su cronología del mundo desde que tuvo
su primer recuerdo, allá por un veinte de febrero de mil novecientos setenta y
tres, para a partir de ese momento, proponernos un largo viaje a través de la
trampa que nos tienden los recuerdos, pues no contamos con algo más íntimo y
cercano a la hora de tratar de explicarnos el mundo y a nosotros mismos. Iván
Ferreiro se ha tomado muy en serio esta partida, pues en este Val
Miñor-Madrid... incluso ha creado un juego denominado Historia y cronología del mundo, a modo
de juego de la oca a la vez particular y universal, pues la vida y el mundo también
en sí mismos son un juego, el del día a día, el del amanecer y el ocaso y así sucesivamente...
En este sentido, la micro enciclopedia con las letras de las canciones y las
definiciones que conforman su universo, es esa otra forma de contar el mundo:
la palabra. Pero él, Iván Ferreiro, no se conforma con
todas esas herramientas a la hora de comunicarnos sus experiencias, y como un
mago con varita mágica, también nos ilumina el mundo de las fantasías como mejor
lo sabe hacer: a través de la música, y en este caso, mediante catorce canciones
(para aquellos que hayan comprado la caja especial) que nos hablan de él y de
nosotros, de ti y de mí, de él y de ella, del amor y el fracaso, de la vida y
el universo...
El concepto musical del disco, en
su sentido más amplio, es el compendio de una intensa intimidad que no necesita
de grandes estridencias, sino de algo que está muy en desuso: la honestidad de
plasmar aquello que de verdad uno siente. Más allá de la terquedad de algunos
en tratar el mundo de la música como simple divertimento, Iván Ferreiro nos
demuestra una vez más que se puede llegar al fondo de las entrañas del ser
humano desde esa última necesidad de transmitir algo tan universal como los
sentimientos más básicos, y sin embargo tan olvidados, como son por ejemplo: la
melancolía que nos produce el paso del tiempo y los enigmas que esconde. Sin embargo,
para no alarmar a aquellos que creen que la vida es salto tras salto, Iván
Ferreiro ha pintado sus canciones de un brillo optimista, donde abundan
los matices llenos de luz, y lo ha hecho a partir de unas melodías que se
muestran complacientes con los medios tiempos, pero que en sí mismas generan
energías muy positivas, con imágenes que nos retrotraen a las divertidas e
inocentes películas pop de los años sesenta, como ocurre en El Bosón de Higgs, con una segunda parte
que se comporta como un rayo de luz entre la niebla. Del mismo modo que el tema
que le sigue, Pájaro azul, que ahonda
en un perfecto ritmo pop teñido de colore muy vivos: "la libertad se esconde en la música, la música está detrás de un
cristal... lejos del mar tu corazón se pinta los labios", en un ejemplo
muy acertado del contraste de las grandes palabras aplicadas al todo que es la
vida. Los Ferreiros de los contrastes vuelven a la carga en Bambi
Ramone como mejor ejemplo de expresión de la pérdida de la inocencia
basada en cadencias líricas, donde el órgano se encarga de mostrarnos el camino
de esa nueva ruta vital, y lo hace con grandes dosis jazzies y de pop
desenfadado a lo Burt Bacharach: "ángel
caído del cielo/ con dos alas negras... soñando despierto", perfecto
acompañamiento literario para este misterio
perverso.
Chainatown plena de melodías a lo agente 007 en sus inicios, regresa
de algún modo al estilo más puro del solista gallego, apoyado en unas melodías
más pausadas que se conjugan con declaraciones tan vitales que te dejan sin palabras;
sentimiento en estado puro. Un preámbulo para esa otra gran declaración del
disco y del propio Ferreiro llamado El
dormilón, single y primer gran hito de este viaje, porque la letra no puede
ser mejor y el juego de intenciones entre música y mensaje es la perfecta
combinación que cualquier canción debería pretender alcanzar: "ella quiere salvar el planeta y él
quiere que el mundo se gobierne solo... ella siempre mira hacia adelante y él
jamás mira hacia atrás... ella es la esperanza de la humanidad y él escribe
mientras ella duerme... y sueña con soñar lo que ella sueña", chapó.
Esa persistencia a la duplicidad rítmica también está presente en Pandelirios pues los vibrantes comienzos
se transforman en una auténtica declaración de intenciones que continúa en Una inquietud persigue mi alma (a modo
de nana futurista, mágica y ensoñadora), donde desde el título ya adivinamos que
nos encontramos ante uno de esos cortes del disco que no nos van a dejar
indiferentes, y en este caso es así, pues éste es un tema compartido con Nicolás
Pastoriza, y de esa unión ha salido una gran canción plena de imágenes
y ensoñaciones, por si alguno todavía tenía alguna duda que con las manos
deslizándose por unos teclados no se podrían crear grandes himnos muy al estilo
de los Años 80.
Con Alien vs Predator volvemos a esos destellos sixties que tan bien
maneja Ferreiro en el disco, pues las notas de sus canciones nos
imprimen la vida de destellos envolventes y desenfadados. Aquí comparte
protagonismo con Julieta Venegas, en lo que podríamos denominar como de dúo
eléctrico, por la sintonía que entre ambos se desprende en la interpretación
del tema; sin duda otro de los aciertos del disco. Del mismo modo que El resplandor, aparte de ser uno de los
homenajes al mundo del cine presentes en el disco, es un nuevo ejemplo de la
intimidad en la que necesita envolverse Iván Ferreiro para explicarse y
explicarnos el mundo, su mundo, y que nos lleva a otro de los grandes hits del
disco, Como conocí a vuestra madre,
un corte que nos presenta la cara más dinámica de este disco universal, en
donde distinguimos sin apenas darnos cuenta al Ferreiro más cercano a Los Piratas:
"que me han entrado las ganas de
comerme el mundo", lo que de una forma más que explícita se traslada
al ritmo y a la melodía de esta gran canción, otro de los lugares a detenerse
en este largo viaje.
Brazil es un pequeño remansiño
de paz en la travesía, con el eco de una guitarra como protagonista: "somos niebla/ de verano/ agua y viento/
sin pasado" que, sin embargo, se reconvierte en una perfecta onda jazz
con trompeta incluida, y en la que Ferreiro interpreta con intensidad
contenida: "tanta quietud resolvió/
la ecuación". Un juego que sigue en Twin Peaks, que se muestra como una perfecta alegoría de
sensaciones perdidas entre Nigrán y Madrid con toques circenses, y que de
alguna manera parece decirnos adiós... pero no, porque todavía podemos disfrutar
de dos cortes extras que no tienen ningún desperdicio. Sin duda, El fin de la eternidad, que ya pudimos
ver y escuchar en el vídeo de vienasuenabien
es otra melodía inmersa en los surcos de la nostalgia de sentimientos como el
amor: "recuerda que un día/ yo sólo
hacía canciones para ti/ dejándome la voz.../ y cada vez las sombras ocuparon más
lugar donde dormir.../ mira esa luz, viene hacia aquí, la vimos pasar...",
ejemplo de una mágica secuencia de palabras a las que les acompaña una perfecta
melodía intimista con destellos de intensidad, y todos juntos, crean una gran
canción, que da paso a Solaris, quizá
el más diferente e inquietante corte del disco, pleno de un ritmo tan
arrebatador como envolvente, cuya característica principal es esa extraordinaria
fusión entre las guitarras y una letra que en sí misma es toda una delicia y
una acertadísima fórmula de cierre de un gran disco que en sí mismo encierra la
historia de una vida y de un universo, el de Iván Ferreiro, que ha
tenido la valentía de mostrarse desnudo y sin miedo delante de todos nosotros.
¡Feliz viaje!
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