Poetas y motocicletas
como un viaje onírico entre las hojas de los árboles de un bosque donde las
rodadas del último coche que por allí pasó son sólo las pistas equivocadas de
dos mundos paralelos. Poetas y motocicletas como un
ejercicio compositivo donde las letras son tan importantes como las melodías, y
de cuya conjunción salen siete pequeñas joyas musicales que son el resultado
introspectivo de un mundo muy particular; el universo de Nicolás Pastoriza, músico
pegado a los talones de Iván Ferreiro, y del que ha sabido
extraer la fuerza melódica de los medios tiempos para llegar a una cúspide muy
alta. En la falta de falsos artíficos es donde resalta este Poetas
y motocicletas, perfecta combinación del día a día con destellos de
grandeza, la propia, la que de verdad cuenta… aquella que viene patentada con
la marca de la dignidad más brillante. Hoy en día es muy difícil encontrar ese
equilibrio tan bien resuelto entre música y letra y Nicolás lo consigue con
matrícula de honor cum lauden. Es casi imposible no tropezar con tres, cuatro,
cinco o hasta seis magníficas frases en cada canción del disco que, en sí
mismas, se comportan como pequeños capítulos de una gran serie: la vida. Bajo
la que en ocasiones podríamos denominar como estética sonora circense, se
esconde el gusto por la sencillez más arrebatadora, a la que Nicolás
Pastoriza añade sólo unas gotas de amor, psicodelia, irrealidad y mucha
poesía de la vida.
El disco se abre con el tema Psicofonía en Fa M, una canción que,
bajo las coordenadas de un órgano con tintes muy circenses, deambula por una
senda algo diferente al resto del disco, pero que sin duda, ya nos muestra las
señas de identidad de una cacofonía cuando menos singular. Esta sucesión de
psicofonías son sólo el modo más personal de enseñarnos una ópera musical
plagada de sonidos muy cercanos al autor (naturaleza viva), y que no son, sino
el punto de partida hacia ese otro lugar al que poco a poco Nicolás
Pastoriza nos lleva. Esa primera etapa del nuevo camino se materializa
en el tema Drogas (2.0), una canción donde
al inicio de la misma, las guitarras susurran junto a unos envolventes teclados,
para más tarde, romper en un grunge pausado como el anuncio de una tormenta de
final del verano: “inevitable fue
inventar lo que tenía que pasar… inevitable es dormir o respirar”, y donde
la voz de Nicolás nos recuerda a la Javier Urrutia de los extintos
Gabinete Caligari, pero que más tarde se transforma en un estribillo
muy hippie: “hoy salvaría toda la
humanidad, hoy con un fuerte abrazo de tu ansiedad/ drogas que me hacían sonreír,
como tú me hacías sonreír, drogas que se pueden programar para medir felicidad,
drogas que me pueden abrazar cuando no estás”, y así es este tema, una
perfecta combinación de las sensaciones más melancólicas en las ausencias, pero
cargadas de buenas intenciones. Un tema inevitable que en un fundido marca de
la casa, nos lleva a otro inevitable Plutón,
gran canción que precede a la estrella del disco. Este corte tiene un inicio
más que casual con otra de las canciones del nuevo disco de Iván
Ferreiro, si bien, en la de Nicolás Pastoriza deviene en una
perfecta espera sobre aquello que más deseamos. Intensos medios tiempos
psicodélicos para vivir en un constante presente; una condena a la que se
enfrenta el protagonista de esta canción: “otro
domingo en Plutón… nunca llegará mañana… hoy me desperté como un astronauta en
hibernación”, sonidos que nos mecen los sueños y nos ayudan a vivir la
eterna espera sin presión.
Poetas y motocicletas también
como la perfecta fusión de sonidos jazzies procedentes de algunos grupos ingleses
de los ochenta fundidos con notas mod de finales de los setenta, eso y una gran
letra es Ojos gris metalizado;
cúspide del disco y de la ruta que nos propone recorrer su autor, un gallego a
medio camino entre el monte y el mar, la realidad y los sueños, las sirenas y
los duendes…
Te he vuelto a encontrar esta mañana en la oficina del INEM
No se si iba buscando un trabajo o te buscaba a ti también
La misma funcionaria que nos mira con rencor
Las fotocopiadoras y su olor
El hilo musical y su canción
Harán que pierda la razón
Los organismos oficiales y el amor.
La gente sigue en fila
Y hace rato que dejaron de avanzar
Huimos del país hundido
Y nos fuimos a desayunar
El café está ardiendo en nuestros vasos de papel
No hemos conseguido un empleo
Quien nos iba a dar un empleo
Ya te estoy echando de menos
Y el café aún no se enfrió
Tus ojos son tan raros
Son gris metalizados
El color de fuertes tormentas
El color de los coches caros
Los veo en todos lados
En el papel pintado
En la luz de la estratosfera
Al llegar al supermercado
Para mañana ya se ha convocado una huelga general
Yo sigo levitando impasible en mi propio viaje astral
Fue como aquel que hice cuando yo te imaginé
Viajando por países pequeños
Saltando entre mis pequeños sueños
Que nunca se llegaron a cumplir…
Una
más que acertada visión de la realidad con tintes de historia de amor y bajo la
que se cobija una gran canción a la que por no faltarle no le falta ritmo ni le
sobra parsimonia; un gran acierto.
Tras
esta cúspide musical, que por sí sola nos lleva a afirmar sin ruborizarnos que
estamos ante uno de los mejores discos del mundo indie español del año 2013,
saltamos a otra gran canción que, además, le sirve a su autor para darle título
al disco. Poetas y motocicletas en
esta ocasión se convierten en un himno de ritmo pausado de guitarras y
psicodelias armonizadas con la voz de Pastoriza, libre como el aroma que
destilan sus letras, donde los paisajes imposibles de nuestras más profunda
oniria se encadenan uno tras otro en la misma sucesión sonora que el autor
gallego nos propone en un sinfín de sonidos del mundo que nos rodea. Una gran
canción que se encadena con Basura
espacial, donde la irrealidad de los sueños se precipita en una cascada de
bajos oscuros ochenteros y nostálgicos, en el que las brumas de la música
anglosajona recorren cada nota de esta emblemática canción como sólo lo puede hacer
la melancolía que toca la mano de los verdaderos sentimientos. Deseos,
frustrados o no, son deseos al fin y al cabo y este tema es una perfecta
muestra que una vez más nos enreda en el universo musical de este compositor
cien por cien genuino en su forma de componer y vivir la música. Y a través de
un bucle mágico de silencio llegamos a M.I.L.F,
la canción que cierra este gran disco, y en donde los sonidos de los teclados
se funden con esa forma de cantar tan propia de Nicolás Pastoriza, poeta
del viento que moldea las nubes y los corazones de quienes le escuchan. Así, a
ritmo de psicodelia pausada, acaba la nueva aventura musical de Nicolás
Pastoriza, una perfecta mezcla de unas gotas de amor,
psicodelia, irrealidad y mucha poesía de la vida.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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