En este teatro de sombras en el
que se ha convertido el mundo en el que vivimos, donde ya nada es lo que
parece, siempre hay artistas que intentan salvarse a sí mismos y a los demás a
través de la argamasa de sus composiciones. Esa especie de demiurgo salvador
tiene mucho de proceso de reconstrucción, en el que los más importante es que
su resultado final sea, una vez más, que todo tenga sentido. Esa necesidad de
levantar un mundo nuevo no es un síntoma de locura, sino más bien de todo lo
contrario, pues el ímpetu que es capaz de voltear el mundo es el único que
acaso nos salve del infierno en el que otros nos han metido. Josete
Díaz, o lo que es lo mismo, Villanueva y su disco debut Viajes
de ida son eso, un interminable reguero de kilómetros de pop-rock que
buscan el lado subterráneo de la vida por el que poder escapar para seguir
soñando lejos del mundo que otros han establecido. En cada obra inicial o disco
de debut, siempre encontramos ese afán o necesidad de contarlo todo, como si
cada obra o cada canción, fuera el conjunto perfecto de fotogramas cuya imagen
final fuese lo más parecido a ese universo interior y creativo que por fin logra
tener un sentido, el propio. Esa fuerza y ese poder de intentar juntarlo todo
se dan la mano en este Viajes de ida de Villanueva.
Un disco en el que, desde su título, ya asistimos a las coordenadas de una
forma de crear música, en la que también tiene un gran protagonismo las letras,
con la beat generation como
protagonista; y ese otro mundo, el subterráneo, que como la novela de Kerouac
del mismo título ("Los subterráneos"), retrata la vida que transcurre paralela
a la real, y que solo unos pocos son capaces de transitar, para de ese modo, buscar
y a veces encontrar, el canal de expresión más adecuado a sus necesidades
creativas.
El disco comienza con una más que
contundente canción, titulada Inevitable;
un resquicio musical en el que Villanueva nos adentra para no
soltarnos a través de una especie de juego epistolar y recordarnos eso de: "Entre flores y mentiras, entre flores
y mentiras...", un aderezo muy bien adornado de unas guitarras desgarradoras.
Aires que se transforman en más cálidos cuando comenzamos a escuchar Thelma, una nueva reivindicación del
estilo personal de este vigués que, desde las grúas del puerto de su ciudad
natal, busca edificar su propia historia, aunque esta tenga que ser reconstruida
desde las cenizas de la huida: "será
mejor salir de esto sin decir adiós, perdiendo todo y solo respirar al dejar de
fingir que fue perfecto.... y descubrir que todo está detrás de mí.",
con unos coros muy sesenta que acrecientan esos aires de perdición: "ya sé que me tengo que ir.",
y que casi se funden con la melancólica y taciturna Bombas nucleares, un tema que ya tiene videoclip y que es una
reivindicación de la fuerza necesaria para no dejarse caer antes de que todo
estalle de repente, como en una bomba nuclear. Un ímpetu correoso que se
traslada a esa nueva ola de ritmo y fuerza envolvente que es Sota, caballo y tú, donde el amor vuelve
hacer estragos en el caleidoscopio más universal de las sensaciones que tienden
al desastre: "y estás aquí
descontrolada... quizá nos marques la distancia.. enseñas todo y no me dices
nada". Un ir de farol que Villanueva no pasa por alto y reconstruye
magistralmente antes de llevarnos hasta ese eco de resonancias a lo Leonard
Cohen que es En vena, donde
las cuerdas de la guitarra se van apoderando de nuestros sentidos a medida que
se conjugan con la voz casi rota de Villanueva. Subidos a este autobús
sonoro de jazz-blues, nos alejamos de lo peor de nuestras vidas, pues las notas
de esta canción conseguir reconciliarnos con los sueños: "en vena, en vena por ti, en vena, en vena, por mí". Un
chute sonoro que nos llena de múltiples y placenteras sensaciones; gran medio
tiempo.
Ahogándonos es un intento sonoro que busca similitudes con algunas
canciones del gripo mexicano Zoé, pues los teclados recogen el protagonismo
solo esbozado de una forma más tímida en la anterior canción. Aquí la melodía
es intensa, muy intensa, y nos envuelve una especie de manto que nos protege de
aquello que no nos gusta. Vendaval acústico pleno, muy pleno de resonancias,
cuyos arreglos desprenden rayos de luz una y otra vez: "ahogándonos... hay un ciclón entrando por el corredor/ lo
articulé que ese no era yo/ con algo más que se reparte entre los dos/ iba a explotar
en cada punto de inflexión/ delfines sin decir una palabra porque el tiempo lo
gastaba", que acaba en una prodigiosa sucesión de palabras: "para ver lo primero, para ver lo
mejor, para ver lo peor, para verlo de nuevo, cuál ha sido el error... ahogándonos,
drogándonos, follándonos, mintiéndonos..." Un ciclón que divide el
disco en dos partes, pues el resto de las canciones son más oscuras, algo que
ya comprobamos en Momento perfecto,
una especie de arrebato muy a lo Fito y Fitipaldis, lo que nos proporciona
esa muestra del eclecticismo sonoro en el que se desenvuelve Villanueva.
Un devenir sonoro que se traduce en un western acústico En septiembre, con dos locos de los que hablaba Kerouac,
tal y como nos recuerda Villanueva en la letra de esta
canción, que nos traslada una vez más a ese mundo subterráneo donde el bop, el jazz y el blues se dan la mano,
lo que de paso hacen con nosotros, y de esa forma arrastrarnos con templanza al
territorio donde necesitamos que todo sea nuevo: "en septiembre..."
Circo de bastardos se impone con sus guitarras y su ritmo, y nos
lleva a la senda por la que ya transitamos en algunos temas del principio del
disco: "y quién es quién en este circo
de bastardos... y quién es quién en este circo de bastardos al ver que todo era
teatro", donde los ajustes de cuentas se traducen en rasguños
profundos de guitarra que buscan los culpables entre las sombras que se
esconden tras los bastidores. Pero como Villanueva no nos quiere dejar con
un mal sabor de boca existencial, nos propone acabar con Extraño, donde su faceta de cantautor atormentado por el amor se hace
de nuevo un hueco en su setlist cual rayo de luz que intenta iluminarnos la vida:
"en las hojas de un diario que
seguimos sin saber". Una búsqueda perpetua a la que todos de una u otra
forma estamos condenados aunque no queramos admitirlo, menos mal, que de momento,
hay artistas que no cejan en ese intento de búsqueda, y así intentar mostrarnos
el camino... ese otro camino que sí es posible. Artista como Villanueva,
sin duda lo consiguen, pues lo hace a través de un interminable reguero de kilómetros
pop-rock que buscan el lado subterráneo de la vida.
Ángel Silvelo Gabriel.
Soy de navegar en internet buscando informacion acerca del arte en sus distintos puntos del mundo y por eso me interesa conocer las expresiones artísticas de diversos sitios. Quisiera poder obtener viajes a barcelona ya que allí hay una gran movida artistica
ResponderEliminar