Arrebatadora en la propuesta escénica,
vibrante en el texto, conmovedora en el desarrollo de una trama esencial, como
esencial es la dignidad del ser humano. Ecos, voces y sonidos que nos empapan
la conciencia a conciencia, pues ese es el mensaje final de esta Numancia
de Miguel de Cervantes dirigida por Juan Carlos Pérez de la Fuente.
Numancia
desnuda, Numancia única a la vez que salvaje, Numancia demoledora al unísono
que entrañable, esclarecedora igual que la primera luz del día capaz de
hacernos soñar con los imposible, pues en los tiempos que corren eso es
Numancia, un sueño imposible, el de la dignidad a secas; el de la dignidad que
grita libertad y que tanto necesitan el hombre y la mujer. El hombre y la
mujer, porque Numancia también es coral y es una forma de expresión sin distinción
de sexos.
Numancia http://teatroespanol.es/392/numancia/
es la libertad en sí misma arropada de un magistral texto de Luis
Alberto de Cuenca y Alicia Mariño que nos devuelven a lo esencial, a
ese punto inicial que tantas veces se nos olvida. Gracias a textos como éste
podemos seguir dignificando el poder de la palabra, perdida tantas veces en el
silencio o el desconocimiento. Aquí, también hay que hacer una mención especial
al reparto de esta Numancia perversa, pues quizá, a día de hoy no haya más
perverso que la dignidad, perdida entre la corrupción rampante de una clase
política enroscada en su propio ensimismamiento y putrefacción. Los actores
dicen y dicen bien, pues su dicción es impecable, entendible y esperanzadora
como la lucha por la libertad. «La vida
es sueño» nos dijeron una vez hace ya mucho tiempo, pero también es lucha…,
y esperanza por recuperar aquello que nos pertenece de una forma legítima. En
ese cerco numantino de los imposibles Numancia va hacia su propia deriva,
y lo hace preñada de los sentimientos más universales del ser humano como, por
ejemplo, el amor, ya sea éste fraternal, pasional o hasta impúdico; o de la
necesidad de la libertad, por ser ésta el maná sanador de todas nuestras
impurezas. La lucha por la libertad, sin duda, purifica al ser humano y a su alma,
porque ésta se vuelve transparente como el agua de un manantial todavía virgen
de rocas que pulir o bocas que calmar, y, porque justo, al otro lado, es donde
reposan la tiranía y el rencor, que se reproducen con el miedo y la oscuridad.
La brillante puesta en escena de esta Numancia
de Juan
Carlos Pérez de la Fuente, nos obliga a soñar y dejar, aunque sólo sea
por una hora y cuarenta minutos, nuestras propias miserias, para atender a este
sueño…, el sueño de la dignidad. La oscuridad del teatro es el perfecto
cómplice de esta trama de pesadillas y anhelos, de arrebatos y veleidades, estrategias
y falsos pactos. Cercados por una muralla, acosados por el hambre, y perdidos
en la búsqueda de una última esperanza, los personajes de Numancia se abalanzan y
detienen sobre sí mismos y sobre los demás, en una mezcla de ímpetus ciegos y
vitales con los que contrarrestar el designio de sus destinos. Hay que decir
que, en esta ocasión, lo más destacado del elenco de actores es su equilibrio,
pues todos y cada uno de ellos contribuyen a engrandecer el texto y la puesta en
escena. Ese espíritu numantino de Cervantes está muy bien escenificado por el reparto, cuya mayor estridencia
es la de la perfecta dicción, algo al alcance de muy pocos.
Pérez de la Fuente https://es.wikipedia.org/wiki/Juan_Carlos_P%C3%A9rez_de_la_Fuente
se reinventa a sí mismo una vez más, y lo hace, para convencernos de que
siempre hay una nueva oportunidad para la originalidad, la diferencia y la
esperanza que van más allá de una puesta en escena, pues él es capaz de
reconvertir una obra de teatro en un lenguaje universal en que el hombre y la
mujer, la mujer y el hombre, son el centro del mundo y de la vida, más allá de
los dioses u otras falsas deidades que, como becerros de oro, estos días caminan
a nuestro lado con el único mérito de intentar hacernos sus cómplices y, de esa
forma, manchar nuestras conciencias. Es verdad que, por lo visto y vivido, esa
es una parte de la esencia del ser humano, pero no es menos cierto que, después
de asistir a la representación de Numancia, Pérez de la Fuente nos advierte
de que también hay otra parte de nuestra esencia por la que merece la pena
luchar, pues es en ésa, en la que habitan, por ejemplo, la libertad y la
dignidad. Y no se nos debería olvidar que la libertad sin dignidad no existe.
Ángel Silvelo Gabriel.
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