domingo, 2 de julio de 2017

ÁNGEL SILVELO ES DISTINGUIDO CON LA NOMINACIÓN ESPECIAL INSPIRADA EN SANSE DE LA XVI EDICIÓN DE LOS PREMIOS DE MICRORRELATOS DEL ENCIERRO DE SANSE 2017


Mientras “A un lado y otro de la talanquera” se alzó con el primer premio, “Susurra una tradición”, de Raquel González Hernández, de Sanse se llevó el segundo premio de 2017
S.S. Reyes. 2.7.2017.- Ya se conocen los trabajos premiados de la XIV edición de los premios del certamen de Microrrelatos del encierro 2017. El jurado estuvo presidido por Tatiana Jiménez , concejala de Economía y Hacienda, Desarrollo Local y Empleo y formaron parte de él como vocales: Manuel López Azorín, escritor y poeta y los siguientes representantes de la A.C. El Encierro: Manuel Durán, documentalista gráfico y presidente de la misma; Fernando Corella, humorista gráfico; Ainhoa Izquierdo, diplomada en Turismo Internacional y Pedromaría Rivera, músico y cohetero del encierro de Sanse, que hizo las funciones de Secretario. Después de deliberar sobre los relatos presentados acordaron, por unanimidad, conceder los siguientes premios previstos en las bases:
Primer Premio: 400 € y Trofeo, para el microrrelato titulado A un lado y otro de la talanquera de la vida, de Angel Novillo Sánchez de Pedro, de Villacañas (Toledo).
Segundo Premio: 100 € y Trofeo, para Susurra una tradición, de Raquel González Hernández, de San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Nominación Especial inspirada en Sanse: 100 € y Trofeo, para Una mañana de agosto, de Ángel Silvelo Gabriel, de Madrid
Menciones Especiales: Aparte de los premios anteriores y a la vista del nivel de los trabajos presentados, el jurado concedió dos Menciones -sólo Trofeo-, a los microrrelatos titulados: Sueño número uno, de Josetxo Campión Ilundain, de Burlada (Navarra) y Un encierro limpio, de Gonzalo Terán Mazzanti, de El Casar (Guadalajara).
-Nominación Especial inspirada en Sanse:
Una mañana de agosto, de Ángel Silvelo Gabriel, de Madrid
Intento atravesar el espejo que todavía me separa de ti, como hice aquel verano en el que nos quedamos sin vacaciones por culpa de las asignaturas pendientes que nos habíamos dejado en nuestro primer curso de la universidad. Esta vez, sin embargo, todo es distinto, porque mientras ando por las calles de Leopoldo Gimeno, Real Vieja, Real o la Estafeta no tengo miedo a perderte. Te busco con decisión, entre los velos de nuestro pasado, e igual que una cometa que se desplaza a través del tiempo y va a tu encuentro. Suspendida del aire creo que todo lo que me rodea es la antítesis del mundo terrenal del que me he escapado. A pesar de todo, algo falla, porque antes de llegar a “La Tercera” oigo tu voz, pero la percibo igual de lejana que ahora nos queda aquel día de agosto de 1978, cuando me cogiste de la mano y me dijiste que me querías. Y como a ti te gustaba tanto el riesgo, lo hiciste en plena carrera del encierro, entre pañuelos rojos y camisas blancas que no entendían lo que allí estaba sucediendo. Y cuando terminó de pasar la manada te lanzaste sobre mí y me besaste como sólo lo hacen aquellos a los que les ha sido concedida la dicha del hallazgo de las grandes emociones dentro de las pequeñas cosas, pues nos quedamos parados igual que dos luciérnagas que sólo quieren depositarse en una pequeña parcela de la senda de los sueños. Y así, año tras año, en las fiestas del Cristo de los Remedios repetimos nuestro beso durante el encierro; una muestra de cariño que, con el transcurso del tiempo, se convirtió en uno de los clásicos de nuestra peña. Y, entre recuerdo y recuerdo, y mugido y mugido, todavía me cuesta despedirme de este lugar en el que tantas veces fui feliz a tu lado. Pero ahora, mi alma de mujer necesita reencontrarse contigo al otro lado del espejo, para de ese modo, rememorar el verdadero significado de la vida, ese que nos pilló por sorpresa una mañana de agosto de 1978, cuando el encierro era el mayor de los milagros a nuestro alcance.
 
 

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