martes, 22 de agosto de 2017

SOFIA COPPOLA, LA SEDUCCIÓN: LAS MALAS ELECCIONES DEL DESEO


 
El silencio de una mirada, la fragilidad de una caricia, el despertar de una nueva sensación a través de la contemplación del cuerpo del otro, o la necesidad más imperiosa de dar salida a la pasión que nos mueve por dentro, sólo son algunas de las múltiples posibilidades del deseo y, que en la película, La seducción, de la directora norteamericana Sofía Coppola, buscan una salida en éstas y otras manifestaciones más ocultas que sólo el deseo sabe mover y articular aunque todas ellas se alejen de la razón. En el filme, asistimos a un caleidoscopio de sensaciones y despertares que se mueven desde la imperiosa necesidad de los sentidos a la estrategia basada en el ocultamiento del propio sentimiento. Esta castración, finalmente, será la verdadera protagonista de las malas lecciones del deseo presentes en la película. En otro plano más estético y, a la vez onírico, podemos decir que hay pausa y sentido y sensibilidad en la última película de Sofía Coppola, pues el primer plano secuencia de la película ya observamos que, mientras el humo de los cañones se visualiza a lo lejos anunciando el peligro, una niña recoge setas en un bosque que se parece mucho a esos espacios donde se nos aparecen las hadas. En este sentido, la visualización y el sentido estético de La seducción es perfecto, no sólo en los exteriores, sino también en los interiores, donde las composiciones de las escenas o los colores de los largos y abundantes vestidos de las protagonistas son como un minucioso juego floral para la vista. Incluso, el juego de las miradas de cada una de las mujeres o el color de sus ojos, son una perfecta amalgama cromática que, de una forma solapada, eso sí, tratan de mostrarnos el perfil psicológico de cada una de ellas, como si de un tupido juego de tules se tratara; un juego de tules que los espectadores debemos de ir levantando para llegar al final o a la esencia de cada una de ellas, y por tanto, de la película. Pero ahí queda todo, pues este ejemplo de las malas elecciones del deseo se queda en una muestra naif de la guerra, el dolor o la venganza, pues no logra transmitirnos ese miedo —aunque éste sea sólo psicológico— que en sí misma tiene la propuesta de la presencia de un extraño en territorio enemigo, más si cabe, cuando estamos hablando de un soldado confederado en un mágico y espectral colegio para mujeres abandonado en la sinergia de una guerra que pronto será perdida para los Estados del Sur; un espacio cerrado donde todo gira en torno al deseo. 

La seducción explora de nuevo ese estigma de mujeres en transición, mujeres ajenas a los acontecimientos exteriores que viven y que son la marca más significativa del cine de Sofía Coppola —si obviamos claro, su plasticidad—, pues desde Lost in traslation nos va retratando a este tipo de mujeres que deben cambiar las vidas que habían imaginado por las circunstancias externas a ellas mismas que les ha tocado vivir, ya sean éstas las de encontrarse perdidas en la inmensidad de la locura de un hotel japonés (Lost it traslation), o en el Palacio de Versalles (María Antonieta). Sea como fuere, Sofía Coppola arremete desde la sutileza femenina contra los estereotipos del deseo con los que la sociedad remarca el comportamiento de las mujeres, y lo hace desde el ritmo pausado y armónico de la sensualidad femenina, más propicia a los juegos previos que al martilleo constante de los amantes. Ahí, en el ritmo contenido es donde la película gana enteros, tanto en lo más obvio como en lo impostado, sin embargo, ahí es también donde pierde toda fuerza en su presumible contundencia argumental, pues que deja al espectador defraudado con una trama que no reúne los elementos suficientes que le lleven a pensar que está viendo una gran película, quizá, por eso, el premio de Cannes que recibió el filme fue al de la mejor dirección y no al de la mejor película, pues la misma naufraga a la hora de mostrarnos las malas elecciones del deseo. 

Ángel Silvelo Gabriel. 

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