Abordar
la vida de un artista, un escritor, en este caso, puede llegar a convertirse en
una aburrida concatenación de hechos biográficos que, en la mayoría de las
ocasiones, nos deja fríos por la ausencia de ese rasgo tan eminentemente
literario como es la pasión de quien escribe a la hora de entresacar las
virtudes y defectos del biografiado, pero, sobre todo, porque se deja a un lado
la beta de la fascinación que todo escritor tiene por pequeña que sea ésta. Esa
beta, plena de la virtud, de aquel que perfila una vida bajo la excelencia
literaria de los oscuros deseos, es la adopta la escritora Fleur Jaeggy para
demostrarnos que desde la biografía también se puede llevar a cabo literatura
de calidad o de altos vuelos, pues ese es el reto y el retrato que, de cada uno
de estos maestros paganos, adopta y nos
muestra Jaeggy, y lo hace con la peripecia de una pluma afilada que
corta a cada uno de sus personajes con el filo de una prosa poética, intensa,
ágil y devastadora hasta dejarte sin aliento, pues así se queda uno tras leer
cada uno de estos semblantes de Keats, De Quincey y Schowb, explorados
por un estilo tan rápido, directo e inteligente que nos apabulla por momentos,
y con el que la escritora suiza regatea una y otra vez a las dificultades
biográficas de cada uno de los biografiados. Bajo esa excelencia literaria, se
esconde, sin duda, esa dura y pertinaz mirada que la escritora emplea a la hora
de sacar a la luz no lo más importante, sino lo que ella estima como más
relevante, en cada uno de sus biografiados. Esa mirada lejana sobre cada uno de
ellos, le proporciona la fidelidad de lo neutro, a la que ella agrega esas
pequeñas dosis de incertidumbre, zozobra o mala leche que nos llevan a
descubrir los pequeños matices que siempre han permanecido ocultos a los ojos
de los demás en las vidas de estos tres escritores-poetas, malditos, si se
quiere, pero, sin duda, enigmáticos a la hora de reinterpretar la sombra que su
vida y sus obras nos han dejado. Esa intensidad de reflejos y opacidades, de
hazañas y derrotas, de firmezas y debilidades es a la que Jaeggy le proporciona la
luz de la poesía en una prosa profunda, mordaz y precisa hasta convertirla en
la verdadera protagonista de lo abordado. Manifestaciones, todas ellas, del
manejo del lenguaje y del estilo que refuerzan, sin duda, la imagen que al
lector le queda de aquello que se le muestra. Más allá del juego o de la
anécdota, nos vemos sometidos a la dictadura de los oscuros deseos que nos
lleva hasta la otra orilla del Leteo.
Vidas
conjeturales es la brevedad
biográfica sometida a la precisión de la palabra que nos invita a visitar la
belleza del mundo del artista, pero también la morbosa oscuridad del
desaliento, la perversión y la crueldad de aquello que nunca verá la luz, por encontrarse
mutilado por las imprevisibles circunstancias de la vida. No obstante, estos
tres héroes anónimos resurgen aquí como la piedra que brilla en el fondo del
mar y, que por sí sola, representa la firmeza con la que viene acompañada la
excelencia literaria de los oscuros deseos.
Ángel Silvelo Gabriel.
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