viernes, 22 de diciembre de 2017

RAPHAEL, GIRA LOCO POR CANTAR EN EL WIZINK CENTER DE MADRID: EL TRIUNFO APOTEÓSICO DE UNA “NUEVA” ESTRELLA DEL INDIE ESPAÑOL


 
Apabullante como la potencia sonora y visual de las versiones de las canciones, nuevas y de siempre, elegidas para esta última gira: Loco por cantar; indulgente con la mediocridad del mundo; apoteósico en la madurez de su carrera como músico y como mito; el indie más indie del panorama español. Así se presentó ayer en el Wizink Center de Madrid un rejuvenecido Raphael ante 15.000 personas que abarrotaban el recinto de una forma mágica, pues lo hacían a golpe de linterna de móvil o de grabaciones de vídeo que hacían de las gradas y del patio de butacas un éxtasis de luciérnagas nerviosas que luchaban por ese instante de magia que recordar en el futuro. Instantes de magia hubo muchos a lo largo de las dos horas y media que duró el concierto, porque aunque empezó de una forma mucho más cercana al pop-rock (formato elegido por Raphael para esta gira), al cabo de las tres primeras canciones, él les dijo a sus fans: «no os preocupéis que a pesar que de momento han sonado tres de las canciones de mi último disco, todos sabemos a lo que hemos venido aquí». Y dicho y hecho, porque nada más pronunciar esas palabras comenzaron a sonar los acordes de Mi gran noche, lo que produjo la primera gran algarabía de la noche en el patio de butacas. Raphael dice en sus entrevistas que siempre trata de montar un espectáculo distinto en cada gira, y a fe que, por los vistos hasta el momento, lo consigue año tras año. Ayer, acercando con gran acierto sus canciones a un formato pop-rock tan potente como majestuoso, porque la gran profesionalidad de sus músicos así nos lo atestiguaron, llenando de matices cada uno de los temas con las cuerdas de sus guitarras, bajo, baterías, teclados o piano, lo que unido a un no menos acertado juego de luces y elección de las imágenes proyectadas en las pantallas hicieron de su actuación algo distinto, aunque sonaran sus canciones de siempre. 

Fue una noche especial, de eso no cabe duda, de ahí que Raphael también quisiera regalar momentos nuevos y únicos a sus fans. Lo hizo a través de dos colaboraciones. La primera con Vanesa Martín interpretando el tema, Cada septiembre, que ella le ha compuesto para su último disco, Infinitos bailes, donde se ha rodeado de catorce artistas vinculados, de una forma más o menos directa, a lo que los especialistas denominan como indie español. Un tema donde ambos derrocharon una gran complicidad tanto de gestos como de voces. No obstante, la gran sorpresa de la noche fue la presencia de Iván Ferreiro en el escenario, cantaron a dúo Carrusel, el tema que el compositor gallego compuso para este último trabajo de Raphael. Aquí, de nuevo, la complicidad entre ambos fue exquisita, pues no faltaron ni los abrazos ni el baile sintético del gallego Ferreiro que parecía muy a gusto al lado del maestro, como él mismo le llamó al entrar al escenario. En dos horas y media de concierto hubo mucho espacio para todo tipo de canciones, intervalos e interludios musicales, por ello, no fue extraño el tiempo que Raphael le dedicó a sus canciones latinoamericanas, como él mismo las denomina y, que ayer, atacó de una forma más acústica. No obstante, el concierto siguió su curso sin apenas interrupciones más allá de las grandes ovaciones que pusieron en pie a los asistentes en infinidad de ocasiones, o de los cortos sorbos de agua que dio Raphael a lo largo del concierto, o de las tres o cuatro intros con las que nos deleitaron sus músicos, auténticos portentos que ayer exhibieron su músculo musical, infinito de genialidad y talento, pues aparte de la gran voz y personalidad del mito —Raphael— el éxito de éste no sólo se sustenta en la calidad de su voz, su saber estar o la profesionalidad de aquellos que le componen sus canciones, sino que también se sustenta en el soporte de los grandes músicos que le acompañan en sus directos. 

Pasadas las dos horas cualquiera de las canciones elegidas parecía la última, sin embargo, el entusiasmo de sus seguidores que no paraban de aplaudir, y el conocimiento que el artista tiene de los gustos y sensibilidades de sus fans hizo que se fueran descorchando una a una sus grandes bazas musicales. Canciones, todas ellas, que levantaron en infinidad de ocasiones a los allí presentes y, no sólo eso, sino que gran parte de las quince mil almas que allí había, coreaban todos y cada uno de los estribillos en los que Raphael les daba el protagonismo y la oportunidad de compartirlos con todos ellos. Quizá, hoy todavía estaríamos allí, si no fuera porque la hora de cierre de las instalaciones no se podía demorar mucho más allá de las doce de la medianoche, lo que ocurrió como si de unas adelantadas campanadas de fin de año se tratara, pues al llegar a esa hora, la luciérnagas del escenario apagaron sus luces para dar paso a las luces de la imaginación y la ensoñación de sus seguidores, que se fueron convencidos de que habían presenciado un nuevo triunfo apoteósico de una “nueva” estrella del indie español, llamada Raphael.

Ángel Silvelo Gabriel. 

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