Igual que Julio Verne
se adelantó a la época en la que vivió, brindándonos la posibilidad de viajar a
la luna muchos años antes de que el hombre la llegara a pisar, o por qué no,
proporcionarnos la oportunidad de llegar al mismísimo centro de la Tierra, Stefan
Zweig, inteligente y lúcido siempre, nos revela de una forma que, a día
de hoy no puede ser más asombrosa e
iluminaria, la devastadora irracionalidad que los nacionalismos ejercieron
sobre Europa, pero no sólo eso, porque mediante la lectura de sus artículos,
descubrimos la esencia del observador omnisciente que todo lo ve y, además, se
atreve a proponer ideas y proyectos que años más tarde se llevarán a efecto en
el seno de la actual Unión Europea; una unión de Estados que, como muy bien nos
apunta Zweig, deben traspasar la barrera económica para
fundamentarse en una unión cultural de los pueblos de Europa que nos lleve a
identificarnos los unos con los otros y, de ese modo, visualizarnos e
interiorizarnos sin necesidad de emplear la fuerza de la guerra. Para ello,
entre otros proyectos, nos plantea un Erasmus para jóvenes muchos años antes de
su posterior puesta en práctica; un instrumento que el escritor y pensador
austriaco formula como un instrumento unificador del verdadero conocimiento
europeo, pues es un instrumento al servicio de las jóvenes generaciones, capaz
por sí solo, de impedir futuros enfrentamientos bélicos.
La experiencia personal e
intelectual de Zweig al servicio de los demás alcanza en estos
artículos la dimensión de las grandes gestas, pues una gran gesta es el pulso
firme y el pensamiento lúcido que el austriaco nos proporciona en su forma de
ver y reinterpretar el mundo. No hay nada que escape a su análisis y, así, por
ejemplo, aborda el colonialismo inglés en la India a través del atentado
producido por un hindú en Londres; un incidente que a él le sirve para
hablarnos y hacernos sentir el aislamiento de la nación inglesa frente al
mundo, a pesar de sus muchas colonias; una premonición, quizá, del aciago
presente inglés a través del Brexit, pues se trata de una nueva manifestación
del nacionalismo rancio y prepotente que sólo es capaz de tirar en una sola dirección.
Pero por si esto fuera poco, Stefan Zweig nos habla en “La
monotonización del mundo” de una forma, preclara y muy acertada, del
concepto de la globalización, y de la falta de identidad que éste conlleva. Esa
homogeneización es la que borra las huellas de los pueblos y los hace más
proclives al nacionalismo y al fanatismo, nos dice Zweig y, nos
lo explica, con unos sencillo ejemplos que están insertados dentro de nuestros
hábitos cotidianos de vida. Éstos son: el baile, la moda, el cine y la radio. A
través de ellos nos alerta de que «las mentes son cada vez más parecidas por
obra y gracia de los mismos intereses. De una manera inconsciente se va
formando […] una extinción de lo individual que da paso al prototipo», más
manipulable. El gran impulsor de todo ello, una vez más, serán los EE.UU.
La lucha del individuo frente al
Estado adquiere en estos artículos, el estigma de la lucha de David contra
Goliat; una insalvable diferencia a la que sin embargo Zweig aporta
el don de la inteligencia y el análisis para darnos la oportunidad de salvarnos
de ese yugo perenne y acosador que nos persigue a lo largo de los días. Él,
tras la llegada del nazismo y la persecución que el régimen de Hitler llevó a
cabo sobre los judíos, ya nos advirtió del mal que nos acechaba y, de ahí, que
propusiera a Europa como el último baluarte del individualismo. Sin embargo, la
solución que aportó fue la que finalmente se aplicó a sí mismo y a su mujer: la
huida hacia nosotros mismos. Pues ni el todopoderoso presidente norteamericano
Wilson después de la finalización de la Gran Guerra, ni la existencia de una
Sociedad de Naciones fueron capaces de imprimir a los dirigentes europeos de
unos instrumentos que les llevaran a plantear la paz como una forma de
inclusión de los pueblos de Europa, y no como un simple resarcimiento militar,
económico y territorial de los vencedores sobre los vencidos. Años más tarde,
cuando acabó la Segunda Guerra Mundial, Zweig ya no pudo ver y
conocer la victoria de los aliados sobre Alemania y, mucho menos, la creación
de CE y, su posterior transformación en la UE. Un cambio de las políticas de
los dirigentes europeos que, sin llegar a ser de ningún modo la panacea del
modelo con el que soñaba Zweig, sí que han servido para cambair
el panorama político del continente y adorptar parte de sus propuestas y
pensamientos. Proyectos, todos ellos, cargados de una palabra en desuso en la
actualidad: generosidad, pues no en vano, él sacrificó su vida en pos de su
pensamiento.
Ángel
Silvelo Gabriel.
Leo nada de esto sabía
ResponderEliminarEntiendo ...
A veces
los silencios son mejores que las alegrías
abrazos desde Miami