La curiosidad, la tenacidad, el
trabajo y el silencio que acogen a toda misión importante que el hombre realiza
a lo largo de su vida, son algunos de los elementos esenciales que la
convierten en épica, como épica es la actitud vital de Jakob Mendel. Mendel
es una mente privilegiada que vive, por y para los libros, en un mundo
donde no existe nada más que el paraíso de las palabras, pues de paraíso
idílico puede tildarse su actitud ante la vida y las personas que concitan su
mismo interés por los libros. Zweig, en este magnífico relato,
nos advierte de que el intelecto — el verdadero intelecto—, no conoce más
fronteras que las del propio conocimiento; unas fronteras, eso sí, muy alejadas
tanto de los políticos como de sus trágicas pretensiones geopolíticas, pues a
éstas, solo les asiste la mezquindad de las nacionalidades. Con un estilo
narrativo rico en matices, vivo en su ejecución e impecable en su praxis, el
escritor austriaco pone en tela de juicio, una vez más, la división de las
fronteras de una Europa que él nunca pudo ver unida. Unas fronteras, en su caso
malditas, y que en su tiempo, solo produjeron guerras y también aislamiento,
tanto cultural como intelectual, tal y como se demuestra en este librito
publicado por Acantilado, Mendel el de los libros, donde él se
vale de la figura de un judío ruso para verter sobre el texto todo su potencial
como escritor comprometido con su tiempo e impulsor de una forma distinta —por
inclusiva— de ver y de plantear y ejecutar las relaciones entre Estados. A
través de Mendel, Zweig nos presenta la defensa de la
memoria individual que, a su vez, deviene en protección de la memoria colectiva,
como la Historia muy bien nos recordó en la primera mitad del siglo XX, donde
las guerras, aparte de arrasar el territorio europeo, dejaron una herida que
tardó mucho tiempo en cerrarse.
Mendel es el mejor ejemplo
de lo importante que es ser guardián y transmisor de la cultura, en este caso,
a través de los libros y su amor hacia ellos. Su forma de catalogarlos,
conseguirlos y distribuirlos, nos habla de lo difícil que resulta salir indemne
de la ignorancia del hombre, capaz como se dice siempre de lo mejor y también
de lo peor. De ahí que, Mendel, sea el símbolo de una contraseña que nos
abre el paso hacia una luz que, si dejamos que nos ilumine a lo largo de nuestra vida, nunca nos arrepentiremos. Los
libros y lo que representan. Los libros y su mundo. Los libros y su poder
infinito, son los mejores transgresores de las fronteras físicas y mentales que
tratan de imponernos nuestros dirigentes políticos en aras a manipular nuestras
vidas a su antojo. Es tan fácil engendrar el odio entre los habitantes de un
país, que su mecanismo —por simple— asusta, de ahí que la recuperación que hace
el narrador de este relato del judío Mendel, sea una de las mejores
formas de acercarnos a lo que es y lo que significa la libertad; un espacio
cada vez más mermado en la sociedad actual, y del que hace mucho tiempo Stefan
Zweig nos alertó de su pérdida, por la carga trágica que en sí misma
lleva cuando se abate sobre nuestras vidas.
Mendel el de los libros,
es un brillante relato que nos habla de la exclusión que se produjo en Europa
en la primera mitad del siglo XX, pero también del poder intrínseco del libro
en sí mismo, pues desde un diminuto local dentro de un café vienés, éste puede
derribar todas las barreras posibles, y ofrecer al mismo tiempo, la oportunidad
de iluminar nuevas mentes que, quizá, con el paso del tiempo se conviertan en
transmisoras de una forma de ver y entender el mundo que lo conviertan en un
lugar más habitable, porque no se nos debería olvidar que, la defensa de la
memoria individual es, también, un signo de la defensa memoria colectiva.
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