lunes, 21 de marzo de 2022

FERNANDO PESSOA Y SU ATRACCIÓN POR LISBOA: «LISBOA Y SUS CASAS DE VARIOS COLORES…/ A FUERZA DE MONOTONÍA ES DIFERENTE»

 


«Lisboa con sus casas de varios colores…». Lisboa como decía Álvaro de Campos: «A fuerza de monotonía es diferente». Lisboa, en su aislamiento, expresa muy bien la multiplicidad del mundo y de la vida del poeta. Lisboa es también la marca de las huellas de sus zapatos. Huellas dispersas por sus aceras. Reunidas en el encontronazo que surge entre la realidad y el silencio. Calladas en sus noches de escritura y pesadillas. Aisladas por el miedo del que sabe que la verdad se encuentra más allá de su conocimiento. Allí donde el poeta es un fingidor sin más… 

Hay un poema de Álvaro de Campos (uno de sus heterónimos), Lisbon rivisited, que define muy bien su atracción hacia Lisboa, pues representa aquello que en verdad amó, aquello que si le hubiese faltado le habría causado su muerte. Lisboa, para Pessoa, es como la necesidad del aire para el ahogado, o de la palabra para el poeta. 

«Otra vez vuelvo a verte,
pavorosamente perdida ciudad de mi infancia…
Ciudad triste y alegre, otra vez sueño aquí…
¿Yo? ¿Pero soy el mismo que aquí viví y volví,
sí, y que aquí volví a volver y volver,
y que volví a volver aquí aún, todavía?
¿Somos quizá esos Yo que estuve aquí o estuvieron,
serie de cuentas -entes enlazadas por un hilo- memoria,
serie de sueños míos de alguien que me es externo?

Otra vez vuelvo a verte,
El corazón un poco más remoto y el alma menos mía.

Otra vez vuelvo a verte -Lisboa y Tajo y todo-,
inútil transeúnte que soy de ti y de mí,
aquí extranjero como en todas partes,
casual en la vida al igual que en el alma,
fantasma errando por salas de recuerdos,
al rumor de ratones y de tablas que crujen
en el maldito castillo de tener que vivir…

Otra vez vuelvo a verte,
a ti, sombra que pasa entre sombras, y brilla
un momento, a una luz desconocida y fúnebre,
y penetra en la noche cual la estela de un barco se pierde
en el agua y se deja de pronto de oír…

¡Otra vez vuelvo a verte,
pero, ay, ya no me veo!
Quebró el mágico espejo en que me volvía a ver idéntico,
y en cada fatídico fragmento veo ya, solamente, solo un poco de mí,
¡tan solo un poco, sí, de ti y de mí!....»

Ángel Silvelo Gabriel. 

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