miércoles, 14 de diciembre de 2022

LOS PLANETAS, EL MANANTIAL: EL SECRETO DEL AGUA


El manantial:
grito y susurro, arma y su funda, proeza y su llanto, es la fusión de la naturaleza con la voz poética que narra y siente esa unión entre el amor, el pecado, la desdicha y la armonía, a la que se une una melodía de cuerdas que nos narra la vida desde el secreto del agua. Cuerdas de guitarras y de teclas de un piano a las que se une una voz susurrante. Una voz que nos abre el mundo de un modo inesperado y mágico igual que si estuviésemos perdidos en un bosque encantado donde las hojas se mueven al compás de un viento que se hace melodía. De lo inesperado. Único. Y absorbente. Como absorbente es la veneración del más casto de los creyentes sobre la Tierra. Tierra-poesía. Tierra-miedo. Tierra-agua. De esa multiplicidad de matices surge este El manantial, una canción que se encuentra dentro del último trabajo de los granadinos Los Planetas. Una canción que, por sí sola, les colocó en el número uno de ventas a principios del 2022, y que con el paso del tiempo, se está convirtiendo en un clásico de su discografía y de la sonoridad española que deambula por las tierras de lo inexplorado. Sus doce minutos de duración no es solo un riesgo en la producción, sino también la magnificencia de unos músicos que se han dado cuenta de que la autenticidad de la letra de este poema de Lorca se hallaba en la sencillez de aquello que llega de una forma directa al corazón. Verdad magnificada por la sinuosidad del duende que guía a este tema con la profundidad del que se abre en canal sin miedo a mostrar sus entrañas. El manantial es una confesión que, en sí misma, contiene el secreto del agua. Agua que nos moja. Agua que nos acompaña en la soledad de las tarde de invierno en las que nos escondemos de bajo de una manta. Agua que nos traslada a los días que ya nunca volverán: «Frente al ancho crepúsculo de invierno/ mi corazón soñaba./ ¿Quién pudiera entender los manantiales,/ el secreto del agua/ recién nacida, ese cantar oculto/ a todas las miradas/ del espíritu, dulce melodía/ más allá de las almas...»
 

En El manantial somos conscientes de que hay veces que, con las cuerdas de unas guitarras y las teclas de un piano, se crean atmósferas tan fratricidas que te noquean los sentidos. Ese quejío envolvente y mágico se traspone en una fuerza que te lleva lejos de la rutina diaria y se levanta como una fuerza rompedora de la mediocridad que se eleva como una nube sobre la niebla, el miedo, la penumbra y los mares interiores que nos ahogan. Ese corazón —que es la portada del disco, Las canciones del agua—, que se abre paso en el agua sobre el que se zambullirá, ya nos habla de lo impetuoso de su gesto y la valentía de su apuesta. Aguas transparentes sobre las que pueden volver a crecer nuevas vidas salidas de las raíces de ese corazón-tierra que más pronto que tarde volverá a ver la luz del sol sobre el que una vez más nacerá una nueva vida, ya sea esta vegetal o humana, porque la letra del poema sobre el que descansa esta canción es una mezcla de amor, desesperación y necesidad de una libertad que no siempre está al alcance de nuestras manos, porque siempre hay una fuerza mayúscula que se oculta en los otros que nos lo impide: «¿Qué alfabeto de auroras ha compuesto/ sus oscuras palabras?/ ¿Qué labios las pronuncian? ¿Y qué dicen/ a la estrella lejana?/ ¡Mi corazón es malo, Señor! Siento en mi carne/ la implacable brasa/ del pecado. Mis mares interiores/ se quedaron sin playas./ Tu faro se apagó. ¡Ya los alumbra/ mi corazón de llamas!/ Pero el negro secreto de la noche/ y el secreto del agua/ ¿son misterios tan sólo para el ojo/ de la conciencia humana?/ ¿La niebla del misterio no estremece/ a un árbol, el insecto y la montaña?/ ¿El terror de las sombras no lo sienten/ las piedras y las plantas?/ ¿Es sonido tan sólo esta voz mía?/ ¿Y el casto manantial no dice nada? 

El manantial, el tesoro mejor guardado de nuestras vidas que, como un milagro, surge de un arrebato de luz sobre las tinieblas. Y que crea temores y secretos que aguardan su instante y se cobijan bajo ese otro misterio que es el secreto del agua. 

Ángel Silvelo Gabriel.

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