El trío amoroso que nos propone Rawson Marshall en la película basada en la novela homónima de Michael Chabon, se inicia como un muestrario de vivos colores que a medida que transcurre la acción, se torna en una secuencia plagada de claro oscuros que se comportan como un falso reflejo de los cuadros de Caravaggio, lo que no le impide desembocar en un drama teñido de negro de los mafiosos de Pittsburgh. Este trayecto tan peculiar y falto de originalidad, es sin duda el talón de Aquiles de la película, que naufraga no sólo por su falta de orientación en el guión, a lo que se le puede achacar que no es un fiel reflejo de la novela de Chabon (pues prescinde de alguno de sus personajes), sino también por la anodina batuta interpretativa de su soso protagonista, Jon Foster, que tampoco encuentra réplica en una gris Sienna Miller, y que quizá se salva un poco con el intrépido Peter Sarsgaard al que se une la intensidad expresiva de la mirada y la voz de Nick Nolte.
Por mucho que Rawson Marshall haya jugado a querernos mostrar otro hit de cine ochentero outsider, intentado seguir para ello el talento literario de Bret Easton Ellis a la hora de plasmar una secuela de la archi conocida American Psycho, Los Misterios de Pittsburgh se queda a medio camino entre una película de serie B y una drama televisivo sin mucha sustancia, lo que la convierte en una película que hará disfrutar a todos aquellos que van al cine a merendar palomitas sin la necesidad de tener que rastrear sus huellas a la hora de abandonar la sala de cine a la que han ido a perder hora y media.
Las buenas dosis literarias que Michael Chabon despliega en Los Misterios de Pittsburgh, en esta ocasión se pierden en el anodino encuentro de tres personajes a los que Rawson Marshall intenta dotar de una magia trasgresora, donde aparte de su belleza y libertad, nos los presenta disfrutando del hedonismo que el sexo les proporciona (aunque éste a veces sea de tipo homosexual), pero sin llegar en ningún momento a tocarnos esa fibra que hace únicas a las historias que se nos tratan de contar, porque Los Misterios de Pittsburgh es cine de los ochenta con la esencia descafeinada, lo que la convierten en una película sin esqueleto y alma que naufraga en el mar de la nada.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel
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