domingo, 17 de noviembre de 2013

MARYLAND EN LA SALA EL SOL DE MADRID: LA PUESTA EN ESCENA DE LA REDENCIÓN Y EL RESURGIMIENTO

Si algo caracteriza a este joven quinteto vigués llamado Maryland, es la frescura y contundencia de su música, pues lejos de impostar sus creaciones con letras huecas o acordes en clave de falsete, desde el primer instante que salen al escenario lo llenan de una jovial necesidad de verdad. Y así iniciaron su concierto el pasado viernes en la Sala El Sol de Madrid, donde la intensidad y la fuerza de sus guitarras ya nos anunciaban la inmediatez de su música; unas coordenadas sonoras que se tiñeron de dolor cuando tocaron Hoja de ruta: "mi pasado tiene igual dolor... el infierno espera una vez más... al saber que todo tiene un fin", y que nos servían de caleidoscopio, mitad musical mitad verbal, de la puesta en escena de la redención y el resurgimiento, como fórmulas magistrales donde verter la necesidad de sentir y contar historias, pues esa es la magia del ser humano a la hora de intentar comunicarse con los demás. Esa gran carga emotiva que posee este disco, Los años muertos, quedó perfectamente plasmada sobre el escenario de la Sala El Sol de Madrid, que presentaba una más que aceptable entrada de jóvenes y no tan jóvenes seguidores de su música llegados desde Bilbao, Valencia o Santiago de Compostela. A esa misma hora, y al otro lado de la ciudad, Artic Monkeys llenaban el Palacio de los Deportes de Madrid, pero nadie de los que estábamos escuchando a Maryland se percató de ello, porque bajo la batuta de Rubén Castelo y el resto de los componentes del grupo, estábamos disfrutando de muestras musicales tan jugosas como Tiempos de azar: "cada latido es una explosión...cada alarido es una agresión", y en ellas no había un resquicio para la distracción, sobre todo, cuando sonó Cambio de filo, una gran canción que resume en sí misma todo lo bueno que tiene el último disco de Maryland; una brillantez sonora que nos indica el camino hacia el sol. 

Contundentes (me viene el lejano recuerdo de The Godfathers sobre el escenario del antiguo Pabellón de Deportes en la ciudad deportiva del Real Madrid), y a la vez cortantes, compactos... y cercanos como pocos, cada uno de los componentes del grupo sabe a la perfección cuál es su función, y así, en Réquiem escuchamos por primera vez con nitidez los teclados de Iván, que siempre tapan como una capa la soledad de las letras del disco: "con la nostalgia de verme así... con los latidos de dos en dos". Tras esa incansable fuerza argumental apenas interrumpida por un Rubén Castelo cuando dirigiéndose al público se quejó de que inglés no pero en español sí, refiriéndose al inicio de un nuevo tema, siguieron sonando Pozo de almas (con algún acople), Días de reinado: "suplicaste en cada uno de tus días... convertimos los susurros en lamentos... el invierno llegará dando paso a mi perdón", que nos desembarcó en todo un arrebato llamado Al cielo en ascensor, la mejor canción del presente disco que no deja indiferente y que traduce en un sinfín de buenas sensaciones que continuó con Declaración de intenciones. 

El segundo entreacto del concierto vino marcado por el regreso de Maryland al inglés, y a la revisión de sus anteriores trabajos. Un matiz que sus fans agradecieron de buen modo, pues los más entusiastas comenzaron a bailar, saltar y corear canciones como What to do, Red boots, Atom bomb o Just try, prácticamente fundidas unas con otras, lo que convirtió al concierto en un auténtico ciclón sonoro al que se unió un público totalmente entregado, lo que nos dijo de alguna forma que sus seguidores todavía conocen mejor los temas de su anterior y majestuoso trabajo Get Cold Feet. En Just try Rubén aprovechó para parar el ritmo y dedicar el tema a Jaime García Soriano: "Va por Sr. Nadie", apuntando que era  la primera vez que los teloneros actuaban detrás del artista principal, en un claro homenaje al productor de su anterior disco, y en referencia a la actuación que precedió a la de los propios Maryland; un tributo que además les sirvió para acabar el concierto antes de dar paso al bis. 

Camino fue el inicio del último acto, con una guitarra acústica en las manos de Rubén y un piano en las de Iván, que fueron más que suficientes para tensar de emociones el ambiente y poner  a más de uno los pelos de punta, porque este tema que cierra el disco, es otro de los grandes aciertos de los vigueses, pues con aparentemente muy poco llegan a conseguir mucho. Ya con el resto del grupo sobre el escenario atacaron Los años muertos y La caleta del sol, nuevo videoclip de grupo y a lo que parece, el corte de disco que hará de estandarte del resto de las canciones del disco, que resume muy bien el sentimiento vivido, pues la puesta en escena de Maryland, fue un ejercicio denso y puro de la redención y el resurgimiento.  

Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.  

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