Si algo caracteriza a este joven
quinteto vigués llamado Maryland, es la frescura y
contundencia de su música, pues lejos de impostar sus creaciones con letras huecas
o acordes en clave de falsete, desde el primer instante que salen al escenario
lo llenan de una jovial necesidad de verdad. Y así iniciaron su concierto el
pasado viernes en la Sala El Sol de Madrid, donde la intensidad y la fuerza de
sus guitarras ya nos anunciaban la inmediatez de su música; unas coordenadas
sonoras que se tiñeron de dolor cuando tocaron Hoja de ruta: "mi pasado tiene igual dolor... el infierno espera
una vez más... al saber que todo tiene un fin", y que nos servían de
caleidoscopio, mitad musical mitad verbal, de la puesta en escena de la redención
y el resurgimiento, como fórmulas magistrales donde verter la necesidad de
sentir y contar historias, pues esa es la magia del ser humano a la hora de
intentar comunicarse con los demás. Esa gran carga emotiva que posee este disco,
Los
años muertos, quedó perfectamente plasmada sobre el escenario de la Sala
El Sol de Madrid, que presentaba una más que aceptable entrada de jóvenes y no
tan jóvenes seguidores de su música llegados desde Bilbao, Valencia o Santiago
de Compostela. A esa misma hora, y al otro lado de la ciudad, Artic
Monkeys llenaban el Palacio de los Deportes de Madrid, pero nadie de
los que estábamos escuchando a Maryland se percató de ello, porque
bajo la batuta de Rubén Castelo y el resto de los componentes del grupo,
estábamos disfrutando de muestras musicales tan jugosas como Tiempos de azar: "cada latido es una
explosión...cada alarido es una agresión", y en ellas no había un
resquicio para la distracción, sobre todo, cuando sonó Cambio de filo, una gran canción que resume en sí misma todo lo bueno
que tiene el último disco de Maryland; una brillantez sonora que
nos indica el camino hacia el sol.
Contundentes (me viene el lejano
recuerdo de The Godfathers sobre el escenario del antiguo Pabellón de Deportes
en la ciudad deportiva del Real Madrid), y a la vez cortantes, compactos... y
cercanos como pocos, cada uno de los componentes del grupo sabe a la perfección
cuál es su función, y así, en Réquiem escuchamos
por primera vez con nitidez los teclados de Iván, que siempre tapan
como una capa la soledad de las letras del disco: "con la nostalgia de verme así... con los latidos de dos en
dos". Tras esa incansable fuerza argumental apenas interrumpida por un
Rubén
Castelo cuando dirigiéndose al público se quejó de que inglés no pero
en español sí, refiriéndose al inicio de un nuevo tema, siguieron sonando Pozo de almas (con algún acople), Días de reinado: "suplicaste en cada
uno de tus días... convertimos los susurros en lamentos... el invierno llegará
dando paso a mi perdón", que nos desembarcó en todo un arrebato llamado
Al cielo en ascensor, la mejor canción
del presente disco que no deja indiferente y que traduce en un sinfín de buenas
sensaciones que continuó con Declaración
de intenciones.
El segundo entreacto del
concierto vino marcado por el regreso de Maryland al inglés, y a la revisión de
sus anteriores trabajos. Un matiz que sus fans agradecieron de buen modo, pues
los más entusiastas comenzaron a bailar, saltar y corear canciones como What to do, Red boots, Atom bomb o Just try,
prácticamente fundidas unas con otras, lo que convirtió al concierto en un
auténtico ciclón sonoro al que se unió un público totalmente entregado, lo que
nos dijo de alguna forma que sus seguidores todavía conocen mejor los temas de
su anterior y majestuoso trabajo Get Cold Feet. En Just try Rubén aprovechó para
parar el ritmo y dedicar el tema a Jaime García Soriano: "Va por
Sr. Nadie", apuntando que era la
primera vez que los teloneros actuaban detrás del artista principal, en un
claro homenaje al productor de su anterior disco, y en referencia a la
actuación que precedió a la de los propios Maryland; un tributo que además les
sirvió para acabar el concierto antes de dar paso al bis.
Camino fue el inicio del último acto, con una guitarra acústica en las
manos de Rubén y un piano en las de Iván, que fueron más que suficientes
para tensar de emociones el ambiente y poner
a más de uno los pelos de punta, porque este tema que cierra el disco,
es otro de los grandes aciertos de los vigueses, pues con aparentemente muy
poco llegan a conseguir mucho. Ya con el resto del grupo sobre el escenario
atacaron Los años muertos y La caleta del sol, nuevo videoclip de
grupo y a lo que parece, el corte de disco que hará de estandarte del resto de
las canciones del disco, que resume muy bien el sentimiento vivido, pues la
puesta en escena de Maryland, fue un ejercicio denso y puro de la redención y el
resurgimiento.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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