No debe ser fácil empezar y terminar tu disco de debut con dos canciones que llevan por título Plan de despedida número uno y Plan de
despedida número dos, respectivamente. Pero qué más da si lo que de verdad les
importa y les preocupa a los chicos de Reikiavik es deshacerse de su daño
universal. De ahí, que al preguntarnos si ¿quedamos al final de la escapada?
respondamos que sí, porque esta especie de huida sobre las ruedas musicales que
nos proponen tanto Javier Martín como sus compañeros de grupo y de viaje se nos
hace placentera. En esta nueva necesidad de huir de un mundo que a nadie nos gusta,
ellos lo hacen acompañados de toques psicodélicos, bailables y hasta oníricos,
que impregnan sus composiciones de ese aire hedonista que toda nueva era que se
precie necesita a la hora de postular sus nuevos principios. Reikiavik
son plenamente conscientes de ello, y por eso se han hecho acompañar en su
disco debut, Daño universal, de las coordenadas más reconocibles del
denominado sonido Madchester, al que han unido unas melodías más que convincentes
y unos ecos sumamente ejemplarizantes de grupos como Cocteau Twins en el tema
homónimo del disco, (lo que nos produce el primer flechazo con la música del
grupo), porque es en esa búsqueda de territorios propios, donde Reikiavik
apuesta por la exploración más profunda de las raíces musicales ya expuestas,
lo que les lleva a resurgir una y otra vez con nuevas y elegantes sinfonías.
Plan de despedida número uno abre el disco, y lo hace con un pulso
dinámico, donde el ritmo lo ponen tanto unas guitarras todavía tímidas en el
inicio, como una batería que resurge una y otra vez desde el fondo, dándole consistencia
al conjunto. Ecos de otros tiempos y otras cadencias, que brillan como el sol
de primavera en Aquellas calles, un
corte más melancólico y que todavía no ahonda en las raíces de la psicodelia,
pues su hedonismo está más bien acentuado por coordenadas pop a la vieja
usanza. Unas dudas que definitivamente se despejan con la primera gran canción
del disco que lleva por título Daño
universal, donde los teclados comienzan a jugar con nuestros sentidos desde
el principio, y el eco que provocan junto a los coros de voces, nos arrasan
como un gran vendaval sinfónico con riffs de guitarra que buscan hacerse un
hueco en esta gran fiesta sonora que hasta tiene la virtud de parar de una
forma lánguida (aquí nos recuerdan a los grandes Cocteau Twins en su mejor
momento) para volver a acelerar hasta el infinito; un gran acierto: "si morimos en el intento, será mejor
que ese sufrimiento empiece ya..." Esta especie de huida por etapas
nos lleva hasta Alrededor de la tierra,
que comienza con unos sonidos étnicos y unas aspas de helicópteros que
sobrevuelan por primera vez de una forma más clara el sonido Manchester. Aquí
las guitarras juegan sin temor a equivocarse y reproducen sin rubor secuencias
sonoras del norte que se entremezclan muy bien, con unos teclados muy en la
onda de los The Verve. Reminiscencias musicales que de nuevo se acoplan a
la perfección en Puede ser, pues nos
traen a nuestra imagen la portentosa imagen The Stone Roses. Aquí las
guitarras se vuelven más ácidas junto a la voz de Javier Martín, que poco a
poco se deja llevar por matices de auténtico descaro ultrasónico: "en un mundo artificial quiero despertarme...
ya no puedo soportar un día entero más"; perfecta cláusula de
estampida de un universo que no nos gusta y que no es el nuestro, como perfecto
es el nido a prueba de bombas atómicas que es esta canción llamada Puede ser.
Los argumentos musicales de otros
mundos regresan con Abismo, en un
inicio muy del gusto de Reikiavik, que ataca sus canciones
desde la seguridad de unas guitarras siempre certeras, y que sin embargo en
esta ocasión se van transformando en pegadizas melodías pop con tintes
anglosajones, donde el juego de las voces es tan importante como el de las cuerdas
de las guitarras; un tema muy a lo The Charlatans. Referencias que
continúan en Tú el dictador y yo el
revólver, donde también el eclecticismo se cuela en forma de boomerang
rockanrollero con base en Argentina, con un toque muy a lo Ariel Roth en la voz de Javier
Martín, siempre dispuesto a explorar todos los matices de su garganta.
Eclosión de sonidos irreverentes que se afanan en crear buenas sensaciones.
Sin embargo, Reikiavik ha decidido
apostar por otro tipo de ritmos para presentarnos este Daño universal, pues Acróbata, primer single del disco,
representa el inicio de la segunda parte de este primer larga duración del
grupo. Aquí la musicalidad está basada en cláusulas mucho más sencillas, quizá
porque en la sencillez es donde se encuentra el éxito. Acróbata es una versión más cercana de Reikiavik, ya que nos
ofrece esa otra cara más íntima que se comporta como una primera parada en la
huida: "yo sólo soy acróbata, y tú,
mi tropiezo emocional..." Una caricatura del destino que se regodea en
Septiembre, la mejor canción del
disco, pues ya desde el inicio juega con sonidos que nos hacen soñar, y en esa
evocación de los sueños es donde la música de verdad se hace grande y duradera.
El final del verano y sus secuelas aquí también se apoderan de nuestros sentidos
(cómo nos recuerdan a los mejores Duncan Dhu) para hacer las mayores
de la diabluras... querer ser inmortales. "Fotografía
el adiós y almacénalo en la memoria, tal vez si tú piensa en mí.... tal vez volvamos
a escapar/ es que septiembre empieza ya.../ es que septiembre no da marcha atrás...
los días inmortales son"; grandísima canción. Y para no bajarnos del
alto voltaje que nos proponen Reikiavik, Raúl, Ernesto, Javier, Miguel e
Ismael nos tiran una auténtica bomba sonora con Plan de despedida número dos; una propuesta musical madura que nace
como resultado de esta sound movie
titulada Daño universal. Añoranza, melancolía, brillo, hedonismo, sonido
Madchester, pop de gran altura y música de la buena se entrelazan en el cierre
del disco, que a modo de títulos de crédito nos recuerda todas las etapas por
las que hemos pasado hasta llegar aquí. "Nadie
nos enseña como aguantar, no llores en público es fundamental no hacerlo y volveremos
a encontrarnos en cualquier recuerdo de mi memoria...", porque como
somos inmortales, quedamos al final de la escapada, la nuestra, para de este
modo, despojarnos definitivamente de nuestro grande o pequeño daño universal.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.
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