Este título tan rimbombante corresponde al libro escrito por Ramón Sanchís Ferrándiz, que pretende ser algo más que un manual de escritura creativa. Su autor es ingeniero de profesión y miembro del Instituto Internacional Hermés para el estudio e investigación de las ciencias humanas. Se declara amante de las humanidades y también apasionado de la escritura desde que era adolescente. “Escribo por una necesidad interior, vocacional, y atávica que no puedo evitar”. Su unión con la escritura y la lectura lo refleja en los talleres que ha impartido. Es profesor titular del taller “El libro Durmiente” que comparte título con el Club de Lectura fundado por Marcos Rodes.
El arte de ser escritor (Brainbooks, 2015), en su segunda edición, está compuesto por dos volúmenes: el primero analiza las técnicas propias de la narrativa (descripciones, construcción de personajes, del argumento y la trama, de las escenas, el ritmo y el tono, la intriga y el suspense, la estructura de los cuentos y las novelas, etcétera); el segundo versa sobre las técnicas básicas de la escritura (composición de un texto, de las frases y los párrafos, uso de los verbos y los signos de puntuación, errores frecuentes al escribir, etcétera) con una serie de ejemplos sobre cómo ha de redactarse un artículo, una nota de prensa, una columna periodística, una reseña crítica, un informe, una crónica, etcétera”.
Efectivamente, el libro está repleto de ejemplos tanto de escritores conocidos, como de participantes de las diferentes ediciones de sus Talleres de Escritura Creativa. Pero sus técnicas de escritura sirven para escribir textos literarios, así como textos periodísticos, informes, actas, cartas, el correo electrónico, currículum vitae, reseñas biográficas, reseñas literarias… Los últimos apartados del libro llaman la atención, por no ser habituales: el que aborda el tema de la editorial y el de las prácticas con las soluciones; son ejercicios de vocabulario, de transformación de textos…
Además de lo ya mencionado, hay muchos temas relacionados con la gramática propiamente dicha, la que se estudia en los colegios: los tiempos verbales, los tipos de oraciones, las reglas ortográficas… También se analiza la puntuación, las modalidades de textos, las cualidades de un texto…, es decir, muchos aspectos interesantes para el escritor que quiera mejorar su escritura con el fin de llegar al lector.
A continuación, presentamos un resumen con los aspectos del libro que nos han parecido más útiles para todo aquel que pretenda perfeccionar su escritura de textos literarios, para lo cual hemos clasificado el material en cinco apartados diferentes:
1.- Los primeros pasos a seguir a la hora de enfrentarse a un escrito.
En el momento en que uno se pone a escribir, es conveniente acotar el tema, abordando un aspecto determinado, además de recopilar datos y recabar la información pertinente. Una vez hecho esto, habría que dejarlo en reposo, en un proceso de maceración. No hay que olvidar definir la finalidad del texto, tener en cuenta a quién va dirigido para escoger el lenguaje, el registro y el tono, puesto que en función de la objetividad o subjetividad del texto el tono variará.
2.- Lo que habría que evitar.
Para no caer en un uso inapropiado del lenguaje, el escritor deberá luchar contra las redundancias (repeticiones inútiles) y los circunloquios (utilizar más palabras de las necesarias para expresar una idea). Sobre estos últimos, muchos piensan que cuanto más se extiendan en decir algo más literarios son. También conviene que rechace los extranjerismos, si tienen su equivalente en español, al igual que los neologismos; muchas veces se adoptan por esnobismo, por estar de moda. Tampoco es bueno que abuse de los latinismos y, cuando se sirva de ellos, deberá saber que algunas expresiones se escriben según las reglas de ortografía de nuestro idioma (currículum, dúplex, réquiem…), pero otras mantienen su forma original por lo que irán en cursiva: alter ego, ab initio, grosso modo, mea culpa…
Hay escritores que tienden a escribir con frases cortas separadas por punto y seguido, es el denominado estilo anglosajón. Esta estructura sencilla ayuda a asimilar mejor las ideas por parte del lector, pero a su vez coarta el vuelo poético. De los anglosajones, además, hemos adquirido la mala costumbre de usar la doble negación. Negar dos veces algo equivale a una afirmación, que es lo que se debería usar por ser más sencillo de expresar y de entender por parte del lector. Y también de ellos nos viene el abuso de la voz pasiva. Para simplificar la oración basta con emplear la frase activa, propia de nuestro idioma, donde el sujeto realiza la acción.
Otro error en el lenguaje común, y demasiado frecuente por desgracia, de ahí que también lo cometan los escritores, es el de la concordancia entre sujeto y verbo.
3.- Las herramientas útiles.
El escritor usará el lenguaje específico de una determinada profesión (jerga) únicamente en boca de sus personajes, así como los tópicos, las frases hechas y los coloquialismos.
Tiene la opción de alterar el orden de los elementos que componen la frase para conseguir una estructura atípica, original y así conferirle al texto un sentido estético distinto; además mejorará el ritmo, la sonoridad…
En cuanto a los adverbios terminados en –mente, en muchas ocasiones se abusa de su utilización; no es que sea incorrecto, pero sí conviene no recargar el texto.
El buen escritor pretende crear un lenguaje propio y un texto cohesionado, por eso buscará la palabra adecuada para denominar las cosas y se servirá de los conectores, las repeticiones de ideas… En cambio, prescindirá de las frases aisladas que llevan a un texto entrecortado donde el lector fácilmente pierde la continuidad. En el libro aparecen analizados los distintos tipos de conectores, tanto de frases como de párrafos.
Se servirá de la hipérbole o exageración, mediante la cual (la misma) puede agrandar intencionadamente lo que otros no alcanzan a ver, incrementando la belleza o el realismo en sus relatos.
Cuando se escribe un texto conviene leerlo en voz alta, solo así se puede resolver el tema de la repetición de sonidos que resulta malsonante, la llamada cacofonía.
El escritor se convertirá en un buscador de la palabra precisa, jugará con sus significados ocultos, intercambiará sinónimos… Elegirá el adjetivo que mejor indique esa cualidad que busca en el sustantivo, para matizar las diversas sensaciones. ¿Por qué no inventar el vocablo o la expresión si no tiene la palabra exacta? Tendrá en cuenta la musicalidad de las palabras. Cualquier texto gana cuando se crea esa musicalidad, ese ritmo narrativo en la estructura y la composición. Se servirá del lenguaje figurado. Gracias a él el autor cargará de expresividad y belleza las palabras habituales.
Tendrá que diseñar personajes auténticos, convincentes. Como afirma el escritor estadounidense Kurt Vonnegurt: “Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se pueda identificar”. Los personajes, al ser piezas fundamentales de la trama, deben tener vida propia, tienen que mostrar los sentimientos, con la mayor intensidad posible. Creará los ambientes, construirá atmósferas psicológicas que le serán de gran utilidad; el lector viajará en el tiempo y en el espacio cuando se le muestren los ambientes con todo detalle de aromas, de voces…
Coordinará la polifonía literaria. Si la misma historia es contada por voces diferentes que aportan su interpretación personal, el lector tendrá una visión múltiple, mucho más rica.
Deberá mostrar, no decir. El verdadero escritor recreará las escenas, las hará visibles. Introducirá reflexiones. Esas introspecciones, esas preocupaciones personales ayudarán al lector a plantearse cuestiones profundas. Mantendrá el equilibrio entre las acciones, los diálogos y las reflexiones. Según el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides estos tres componentes fundamentales deben equilibrarse en toda novela para que el texto adquiera la tensión y el ritmo adecuados.
Conocerá el trasfondo del ser humano. El escritor necesitará indagar en el alma humana para no ser un mero compilador de datos. Desarrollará la imaginación. El buen escritor observará la realidad que le rodea para luego transformarla con su imaginación. Necesitará de la verosimilitud para dotar a los personajes y al argumento de apariencia de realidad y para que el lector se adentre en la historia.
Resaltará su estilo; con todas las herramientas mencionadas, el escritor creará su manera de escribir propia.
4.- Las cualidades que deben ser destacadas en un texto.
Entre ellas está la naturalidad, que se dará cuando el autor se exprese según su propia personalidad, cuando halle su propia voz y esté en relación con lo no artificioso. La claridad también es necesaria en un texto; la sencillez en las expresiones y en la exposición de las ideas ayuda a que resulte fácil la lectura y su comprensión.
La brevedad es otra cualidad que, unida a la capacidad de sintetizar, de decir mucho en pocas palabras, es fundamental. Para ello habrá que adecuar el texto a su medida idónea, donde no falte nada ni sobre nada, pero la brevedad exige sacrificios y no todo escritor está dispuesto a renunciar a lo escrito. Punto y aparte
Tendrá que estar presente también la coherencia, para que dé unidad al texto, y asimismo la expresividad, para despertar un vínculo afectivo con el lector, que le llegue lo que lee hasta emocionarlo. Punto y aparte
Otra cualidad es la intensidad, ser equilibrado, armonioso a lo largo del texto, con el fin de que el ritmo sea constante.
Son de vital importancia el inicio y el cierre de un escrito. El inicio es la pieza primordial para que el lector se adentre en el texto, y lo mismo que hay que saber empezar, hay que saber también finalizar, que no resulte abrupto e inesperado el final, por eso habrá que adecuarlo al contenido y añadirle el sello personal.
5.- La corrección.
Todo buen escritor sabe de la necesidad imperiosa de corregir el texto. Qué mejor que tener una guía para ello. Habrá que ir viendo la puntuación, la cohesión, si el escrito es comprensible y se lee con fluidez, si el estilo es el apropiado, si el tono y el ritmo están acordes al contenido, si el uso del lenguaje figurado para que haga más visual y profundo lo que se transmite no resulta excesivo, si se mantiene la intriga y la tensión durante todo el texto, si los personajes están bien caracterizados…
Sin embargo, nuestro autor ha olvidado la aplicación de esta norma. Menciona lo que debe hacerse (por ejemplo, no poner coma entre sujeto y verbo, en la página 44), pero luego encontramos ese error en varias páginas del libro. Ya sabemos que la figura del corrector está en declive en las redacciones de los periódicos y en muchas editoriales, pero eso no justifica que un manual de escritura contenga tal número de erratas, como las que hemos encontrado en “El arte de ser escritor”.
Aun así, la lectura de este libro es útil tanto para los escritores principiantes como para los más avezados: conocer todo lo que el lenguaje ofrece, sin duda, sirve a la hora de escribir y tengamos en cuenta que, si el escritor recurriera a todas las herramientas que tiene, dejaría de ser un mero operario de la escritura para convertirse en un artista.
Artículo de Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz
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