Hubo un tiempo, que el Festival de la Canción de Eurovisión,
formaba parte de esas citas anuales donde las familias, entorno a un pequeño
televisor todavía en blanco y negro, hacían sus propias apuestas acerca de qué
canción y de qué país, era la ganadora del certamen. Al principio, despuntaron
grandes clásicos como: Francia, Gran Bretaña o la inolvidable Italia, pero el
transcurrir de los tiempos nos trasladó hacia el norte de Europa con Suecia y Abba
como máximos representantes de la fuerza que en su momento tuvieron las
canciones y los grupos que participaban en él, pues sin duda, era el mejor
pasaporte que existía de cara a conseguir un sonado triunfo en el mundo de la
música a nivel mundial. Aquellos primeros festivales se celebraban en fechas
cercanas a la Semana Santa, donde las condiciones climatológicas de nuestro
país —porque entonces sí, entonces sí llovía y hacía frío cuando tocaba—,
propiciaban al recogimiento en la noche del sábado como mejor forma de expresar
un sentimiento: el de un país que se siente orgulloso de serlo y de quien lo
representa, y de una forma de ocio, tan distinta a la actual, pero tan cercana
a esa parte de nosotros mismos que muchas veces nadie conoce, como son los
sueños. Haciendo un poco de historia, El Festival de Eurovisión del año 1969
se celebró en el Teatro Real de Madrid y fue presentado por Laura Valenzuela,
arrojando un resultado final que antes nunca se había producido, al registrarse
un cuádruple empate entre España, Inglaterra, Holanda y Francia, y al que los
telespectadores españoles asistieron atónitos a través de los comentarios del
inolvidable José Luis Uribarri. Y es en este sentido, en el de ahondar
en la necesidad de hacer realidad un sueño, en el que el grupo teatral El
Tercer Acto (bajo la idea original de Javier Torres Juan),
ha situado su nuevo musical que, aparte de nuevo, es distinto, porque es
original y no adaptado. El musical Vivo cantando que, nos
transporta al Festival de Eurovisión del año 1969 que se celebró en
Madrid, es el relato de un sueño, un sueño que comienza en un pequeño pueblo
andaluz, y que tras diversos episodios y tramas, nos lleva hasta ese deseado
día en el que es posible que los sueños se hagan realidad, porque es de esa
argamasa de la que está hecha y con la que está moldeada esta comedia musical,
que hermana de una forma sencilla el pasado y el presente, a los padres que un
día fueron niños en los sesenta y a sus hijos, porque, en definitiva, Vivo
cantando es una perfecta fusión de épocas, estilos e intenciones para
disfrutar en familia. Un objetivo que, desde el Colegio Menesiano
se viene consiguiendo año a año y musical a musical de una forma admirable.
Una vez más, bajo la dirección y adaptación musical del
gran David López Muñoz —alma máter de este proyecto—, asistimos a
una representación en la que lo más difícil es no acabar cantando junto al
magnífico plantel de actores que de nuevo llenan el escenario, y que en Vivo
cantando, protagonizan Rut Beltrán Fernández (en el papel
de Rocío) y José Antonio Martínez Sánchez (en el papel de Tony).
Así, en una magnífica selección musical que se adapta perfectamente a la trama
de aquello que se nos cuenta, suenan entre otras, canciones como: Yo soy
aquel de Raphael; Al partir de Nino Bravo;
Como yo te amo de Rocío Jurado; Dama, dama de Cecilia;
Mi gran noche de Raphael, Black is black de Los
Bravos…, y lo hacen, igual que una perfecta banda sonora musical que
por méritos propios pertenece a nuestro acervo cultural y colectivo, pues se
comporta como la cinta transportadora de los recuerdos de varias generaciones
de españoles, que en su día soñaron con estas canciones o se enamoraron bajo
las melodías de las mismas. No obstante, el valor icónico del espectáculo no
está implícito sólo en la parte musical, pues la escenografía a cargo de Luisa
F. Ruiz Fernández, el vestuario de María Ortega Cornejo y Pepa
Duarte Mejías (fantástico el vestido final de Rut que
imita de una forma mágica al de Salomé), y las coreografías de Ana
de Luis Duarte y Cristina de Luis Duarte, no hacen sino acentuar esa
parte entrañable que tiene el montaje y que se traslada, antes de empezar, al
programa que se nos proporciona nada más entrar al Colegio Menesiano,
y que en forma de Seat 600 amarillo, recoge la información del espectáculo, invitándonos
de esa forma a ser cómplices de aquello que nos espera, y que no es, sino el
relato de un sueño, algo de lo que por cierto no estamos sobrados en los
tiempos que corren. Por eso no se lo piensen y corran, corran sí… Y pasen y
vean.
Ángel Silvelo Gabriel.
Muchísimas gracias por tus palabras un año más Ángel. Es un gusto ver que repites año tras año y siempre tienes el detalle de dejarnos una reseña con tanto cariño.
ResponderEliminarGracias a vosotros por hacernos pasar tan buenos momentos y demostrarnos lo que se puede llegar a hacer con esfuerzo e ilusión.
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