El juez pidió que le subieran el menú
del día a su despacho con ánimo de dictar sentencia lo antes posible. Pero por
más vueltas que le daba al asunto, no encontraba ninguna razón para absolver al
acusado de la comisión de la falta. Repasando el expediente se dio cuenta que
existía una palabra clave en todo este asunto, pero no se atrevía a
pronunciarla por miedo a su mujer. El tema no era baladí, porque de ello
dependían sus futuras vacaciones y nada le resultaba más aburrido que iniciar
un pleito en su propia casa. Entonces, ¿qué solución adoptaría? «Piensa», se
dijo, pero no fue capaz de encontrar una excusa para salvar de la hoguera a la
falla de su amada esposa, por más que intentó ejecutar un laudo arbitral
conforme a derecho que evitara que fuera pasto de las llamas.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel.
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