martes, 27 de octubre de 2015

EXPERIMENTOS ILUSORIOS PARA LA RECONVERSIÓN DE LAS LIBRERÍAS. Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

 
Cuántos y cuántos espacios que guardan, protegen y muestran libros permanecen en nuestra retina como lugares únicos, envolventes. Y es que quizá sea esta la razón por la que se han llenado tantas y tantas páginas en torno a este mismo tema. Por eso, un dato que ha sido noticia en la prensa especializada merece una pequeña reflexión: el último año cerraron 912 librerías en España frente a las 226 que se abrieron. Es muy difícil determinar el éxito o el fracaso. Se mantienen, se reabren, se reinventan, se cierran…
 
En ocasiones, como ocurre en el caso que vamos a mencionar, el problema del cierre no viene por la renta que deben pagar ni porque la librería no esté especializada –que lo está y además en un género que continúa en boga– ni porque no tenga visitas. Tras trece fructuosos años, a primeros de octubre desapareció la librería Negra y Criminal, de Barcelona. Paco Camarasa y Montse Clavé anunciaron el cierre un mes antes mediante un sentido artículo en su blog, bajo el título “Gana el mercado, pierden los lectores”. No cabe duda de que han cumplido con todos los requisitos, pero… las ventas se las llevan otros.
 
Es posible que, en este caso, la ubicación de la librería haya tenido alguna influencia. El barrio portuario de La Barceloneta no es quizá el lugar más adecuado para una librería especializada, ahora que hay que competir con los libros digitales y las tiendas online. Así lo entendió Miguel Ángel Díaz que, sabiendo lo que atrae, se atrevió a crear hace dos años Somnegra, una librería online para vender exclusivamente novela negra… y parece que le no le va mal.
 
Y el rótulo, ¿es importante para tener éxito? Parece que sí, aunque detrás tiene que haber algo más. Bajo el sugerente nombre de “El Asilo del Libro” se esconde en Valencia una tienda que te adentra en el mundo fascinante del libro antiguo y usado, muy del gusto de los coleccionistas. Su pariente cercano es otra librería de lance con una inolvidable y poética denominación de ”La Guarida de las Maravillas”, en la que atiende la enorme sapiencia de su propietario, Julián Lorenzo Pérez. Qué inmenso placer entrar en un lugar así y sentirse rodeado de lo más encomiable que el hombre ha producido.
 
A veces resulta algo inaudito y afortunadamente surgen más refugios para esas maravillas que son los libros. En Palma de Mallorca, por ejemplo, la librera del Savoy ha querido acoger a todos los que deseen husmear, pulular, curiosear e indagar en ese pozo literario, regentado por una mujer, María Riutort, que abrió su propio establecimiento en el local donde antes estuvo la inolvidable librería Bonaire.
 
Pero el mérito por antonomasia a la perseverancia —pues han tenido que sobrevivir, desde 1968, a todo tipo de avatares— se lo llevan María Teresa Castells e Ignacio Latierro de la librería Lagun, en Donostia-San Sebastián. Su antiguo local, situado en la Parte Vieja, fue objeto de innumerables ataques y tuvo que cerrar tras el atentado que sufrió el marido de una de sus dueñas, José Ramón Recalde (Donostia, 1930) —luchador antifranquista en su juventud y consejero socialista del Gobierno Vasco desde 1988 a 1995—, para trasladarse a un zona más tranquila, donde actualmente sobrevive, no sin alguna dificultad.
Y hablando de permanencia, es toda una satisfacción comentar que, tras 165 años, todavía está muy viva en Burgos la librería “Hijos de Santiago Rodríguez”, fundada en 1850 por un joven de 20 años llamado Santiago Rodríguez Alonso, considerada como la más antigua de España. En su inicio fue además editorial, gracias a una máquina impresora que compró, la más moderna del momento.
 
Y es que las cifras cantan. Según el informe “Observatorio de la librería en España”, publicado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal), en 2014, existían 3.650 librerías independientes, frente a las 5.887 que había en 2012, y 7.074 en 2008. Aun así, España ocupa el primer lugar en Europa por número de librerías (muy por delante de países como Alemania, Italia y Francia) y el segundo por número de librerías por habitante, detrás de Chipre, lo que confirma la escasa dimensión que afecta a la industria española. Las 3.650 librerías identificadas están situadas en 807 municipios con una población de 35 millones de habitantes. De lo que se desprende que la inmensa mayoría de municipios (7.310), en la que viven casi doce millones de personas, no tiene ninguna.
 
Para intentar dar la vuelta a la situación y a la vez mejorar y fortalecer la situación de las pequeñas librerías existentes, el Ministerio de Educación y la Asociación de Cámaras del Libro han puesto en marcha el Plan Integral del Fomento del Libro y la Lectura, cuya primera medida ha sido crear el Sello de Calidad de las librerías, con el fin de proteger uno de los sectores más frágiles del sector, que se podrá obtener a partir del mes de diciembre. Los requisitos para conseguir este sello tienen como mínimo las siguientes condiciones: el 60% de los ingresos económicos de dicho espacio debe provenir de la venta de libros, debe estar abierto 10 meses al año, por lo menos, tener unas existencias mínimas de 6.000 referencias distintas en el caso de librerías generalistas y 2.500 en las especializadas. Pero no está claro que esta iniciativa, por sí sola, vaya a solucionar el problema.
 
Son varias las causas que explican el declive de la lectura en España. Una de ellas es el cambio de hábitos del público hacia otras formas de entretenimiento; otras son la competencia de las tiendas online, el libro digital, la crisis económica y… el precio. Sí; posiblemente, el precio del libro es uno de los motivos más poderosos… un precio demasiado alto. Y eso, poco a poco, a lo largo de los últimos años, ha inducido la indolencia del ciudadano y provocado la caída de las ventas. Cuando un libro está ilustrado o se ve que su edición ha sido muy cuidada, se aprecia su valor y no se rebate el precio. Pero la mayoría de los libros que salen al mercado no posee esas propiedades y sí un coste elevadísimo. Una experiencia que promete es la que practica desde hace dos años la librería Tuuu en Madrid con los libros de segunda mano: el precio deja de ser un obstáculo, ya que lo pone el propio comprador. Habrá que esperar para ver el resultado.
 
Pero no todo son desventuras. Existe una librería cuyo éxito es incuestionable. Su puerta tiene todos los días unas colas interminables. Los que esperan llegan incluso a pagar tres euros por entrar en ella y hacerse una foto en su célebre escalera, en la que se dice que se inspiró J. K. Rowling para escribir Harry Potter. Se trata de la histórica librería Lello e Irmao, situada en el centro histórico de la ciudad de Oporto. Por su valor histórico y artístico, Enrique Vila-Matas la describió como “la librería más bonita del mundo”.
 
Aun así, el futuro es incierto y no es imposible que un día lleguemos a vivir en ciudades sin librerías. Ante esa amenaza, hay quien apunta hacia soluciones volantes como albergar las librerías en construcciones ligeras, cercanas y transportables, a modo de bibliotecas ambulantes, como son los puestos del Rastro madrileño o del Mercat de Sant Antoni. Es lo que hace Martín Murillo, de 42 años, con su Carreta Literaria, la única carreta de Colombia que transporta libros. No los vende, los presta. Este nuevo Quijote, sensible y soñador, estaciona su carreta en el Parque Bolívar de Cartagena de Indias y cumple su misión de divulgar la cultura durante diez horas al día, los 7 días de la semana, y los 365 días del año.
En la misma Colombia, el maestro Luis Soriano lleva casi diez años acercando la cultura a lugares apartados del departamento de Magdalena, a los que no llega ningún vehículo y sus habitantes no tienen forma de acudir a las poblaciones que tienen bibliotecas. El domingo carga de libros las alforjas de sus biblioburros, Alfa y Beto, y sale al encuentro de los niños que viven en las montañas con la pretensión de despertar su imaginación y poner un poco de color en sus vidas grises. Dice que esos niños “atravesados por la violencia”, necesitan asomarse a las maravillas que encierran los libros.
Y en el Sahara, el proyecto Bubisher (en el desierto, el “bubisher” es el pájaro que trae la buena suerte) empezó a funcionar en 2009 con un bibliobús cargado de libros que recorría los campamentos de refugiados saharauis para que los niños, los jóvenes y los adultos tuvieran acceso a ellos. Hoy ya son tres los bibliobuses rodantes y dos las bibliotecas fijas, con el propósito de extenderse a todos los campamentos para difundir la cultura y, al mismo tiempo, crear puestos de trabajo como bibliotecarios, animadores a la lectura y  maestros.
 
¿Es lícito cuestionar el modelo actual de negocio de una librería? ¿Y si en vez de ser infinitas y monumentales, fueran livianas y portátiles? Si la novela no es más que una etapa en la historia de la narración, ¿no son las librerías sedentarias una anomalía moderna?, Librerías nómadas, bibliotecas ambulantes, ¿por qué no? La reconversión siempre será mejor que la extinción. Al final, ¿no estamos hablando de libros?
 
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