EL
HOMBRE LIBRO
Tenía
la sensación de estar laminado, como si mi cuerpo fuese un libro lleno de
hojas. Al incorporarme fui consciente de que algo había cambiado, pues en mi
brazo derecho pude leer: «En un lugar de la Mancha». Incrédulo, giré mi cabeza
a la izquierda, y leí: «de cuyo nombre no quiero acordarme». Todo me resultaba
extraño, como en un sueño. Yo nunca quise tatuarme y ahora me había convertido
en un hombre libro. Mi piel estaba rugosa como las hojas de papel, mis manos
habían crecido hasta convertirse en unas perfectas pastas con las que recubrir
todas y cada una de las frases que decoraban mi cuerpo. Incluso mi olor era muy
parecido a esa leve fragancia de tinta e imprenta que impregna a cada libro.
Todo era nuevo y diferente para mí, como cuando te enamoras por primera vez. Sin
embargo, el pánico se apoderó de mí, al pensar que, en algún lugar de mi cuerpo,
tendría tatuada la palabra fin.
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