Fanny Keats (hermana pequeña del poeta romántico inglés
John Keats) vino a España en agosto de 1833, tras la muerte de Fernando VII.
Llegó desde Londres vía Francia junto a su marido, el vallisoletano Valentín
Llanos y dos de sus hijos. En la frontera, por culpa de una forma
institucionalizada de bandolerismo, se «incautan» de su equipaje. Se sabe, por
una carta de Fanny a su amiga, la Srta. Brawne que, entre las pertenencias
sustraídas, estaban las primeras ediciones de los libros de su hermano, con
dedicatorias de su puño y letra. Afortunadamente, las cartas que le había
escrito John cuando ella era adolescente, las llevaba escondidas en su bolso de
mano —uno de aquellos indispensables
que las señoras victorianas solían portar consigo—, y por suerte se salvaron
del atropello.
Esta es sólo la primera de las muchas anécdotas acaecidas
en la vida de la familia Llanos Keats y que tienen a España como denominador
común. Si Fanny Keats llevó una vida discreta dedicada a la familia, su marido,
Valentín de Llanos, fue protagonista de algunos sucesos que podríamos denominar
como de relevantes dentro de la Historia de España. Así, en 1835 Valentín de Llanos fue nombrado
Secretario Particular del Primer Ministro español, Juan Álvarez Mendizábal, a
quien había conocido en Londres, hasta que fue cesado en 1836. Durante unos
meses estuvo al frente del periódico El Liberal y fue Diputado por
Valladolid de las Cortes Constituyentes de 1836 a 1837, para más tarde ser
nombrado Regidor del Ayuntamiento de Madrid tras los sucesos de septiembre de
1840 que acabaron con la abdicación de María Cristina. Nueve meses más tarde
renuncia a su cargo y es nombrado Cónsul de España en Gibraltar hasta 1845, año
en el que falleció su padre. Posteriormente fue nombrado Director de los Canales
de Castilla. En esa época, Valentín Llanos había abandonado la política y vivía
en Madrid con los suyos, bajo el fuerte sentido de familia que tenían los
Llanos y la concordia que reinaba entre todos ellos. Fanny y Valentín se
ocuparon con esmero de la educación de sus hijos, a quienes dejaron seguir la
profesión que ellos mismos eligieron. Así, Juan se hizo pintor y a él se deben
varios retratos de la familia. Luis entró en el Servicio Diplomático, se casó,
vivió en Roma y luego en Colombia, donde falleció sin descendencia. Rosa estudió
música (ella y Juan se quedaron solteros). Isabel se casó con el ingeniero de
Caminos —de ascendencia alemana—, Leopoldo Brockmann.
Y de esa rama, es de la que proceden los descendientes
abulenses de Keats. Tomando como punto de partida al Dr. Ernesto Paradinas y
Brockmann que, además de ser un eminente médico estomatólogo de la ciudad de
Ávila, mantuvo vivo el interés por la figura y la obra de su antepasado inglés,
el poeta John Keats que, a pesar de que en febrero de 1821 muriera
prácticamente solo y olvidado en la ciudad de Roma, ahora ocupa un lugar
destacado en las letras inglesas junto a Lord Byron o Shakespeare. En este
sentido, no sólo se le rinde el respeto debido en su tierra natal, pues como
queda reflejado en el periódico ABC de 6 de junio de 1952, el doctor Ernesto
Paradinas fue al homenaje que se le hizo al poeta en Londres. Tal y como se
recoge en la nota de prensa publicada por el periódico: «Mañana llegará a
Londres en el avión de Iberia un médico de Ávila, el doctor don Ernesto
Paradinas… con motivo de la inauguración al público de la casa de Keats, en
Hampstead, al noroeste de Londres, convertida en museo. Cartas, manuscritos,
medallones, su mesa, sus plumas, sus muebles, sus libros. Muchos de estos
recuerdos llegaron a España, a donde se trasladó la hermana del poeta, Fanny
Keats, casada con un español. De esta rama viene D. Ernesto Paradinas
Brockmann, médico de Ávila, que en la ceremonia de apertura representará como
único descendiente de los Keats a John Keats, becqueriano antes de Bécquer,
cuya sangre ha pasado a Castilla y cuyo nombre queda grabado como uno de los
grandes poetas ingleses en la tremenda melancolía de Inglaterra».
A día de hoy, podemos decir que esa sangre que Keats
derramó durante meses antes de morir, primero en Londres y luego en Roma, ha
pasado a Castilla y, en concreto a la provincia de Ávila. Aquí sigue viva la
llama de la vida y la obra de Keats gracias a la familia Paradinas y, en
concreto, a D. Guillermo Paradinas-Brockmann anónimo albacea de todo aquello
que se publica en relación con su antepasado. No hay libro, recopilación de
poemas, revista, novela u obra de teatro que se le escape, haciendo acopio de
un número de ejemplares suficientes que luego reparte con el resto de la
familia que todavía vive. A eso habría que unir los objetos familiares con los
que cuenta y, sobre todo, con el don de la memoria y la palabra con las que da
fe, a quien quiera escucharle, de su docto conocimiento acerca de su
antepasado. Si en vez de encontrarnos en España estuviésemos en Inglaterra, y
si en vez de John Keats, hablásemos de las raíces anglosajonas de Lorca o
Machado, Guillermo Paradinas Brockmann sería reconocido como parte del acervo
cultural —oral en este caso— de un país que necesita de los testimonios vivos
de personas como él para revivir la literatura a través del paso del tiempo.
Y por si todo lo relatado fuese insuficiente, aun hay más,
porque el último eslabón de la cadena que une a John Keats con Ávila —hasta el
momento—, viene de la mano del escritor abulense de Piedralaves, Ángel Silvelo
Gabriel que, seducido por la melancolía inalcanzable del poeta inglés, ha
novelado los tres meses de la vida de Keats en Roma. Una novela que lleva por
título Los últimos pasos de John Keats y, a la que hay que unir, una
obra de teatro, Fanny Brawne, La Belle Dame de Hampstead, en la que la
amada de Keats, Fanny Brawne, entabla un lírico monólogo con el poeta poco
antes de morir.
Artículo de Ángel Silvelo Gabriel
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