lunes, 6 de diciembre de 2010

CHÉRI: EL IRRESISTIBLE JUEGO DEL AMOR


La literatura de Colette se caracteriza por la exploración del mundo de los sentidos, pero lo hace de una forma sensual a la vez que nada discreta, saltándose todos los parámetros establecidos a la época que le tocó vivir, por lo que podemos decir sin temor a equivocarnos que Colette fue una mujer adelantada a su tiempo, y su literatura también lo fue. Chéri y el Fin de Chéri son las novelas en las que está basada esta adaptación cinematográfica, y son el resultado de la propia experiencia amatoria de Colette con el hijo de diecisiete años del marido de su segundo matrimonio, como respuesta a las infidelidades de éste. En este laberinto moral y sexual se desarrolla la película bajo las pinceladas de la pasión y la ausencia del ser amado.

Chéri no es un nombre de mujer aunque lo parezca, sino el de un joven bon vivant al que le ha tocado en suerte ser el hijo de una de las madames de principios del siglo XX que disfrutaban de la nada desdeñable característica de la riqueza de bienes y dinero como recompensa a sus innumerables artes amatorias ofrecidas a los hombre más ricos de la época. Y es en este entorno de lujo y pasiones desenfrendas, es donde Stephen Fears trata de mostrarnos un cuadro pictórico de la época que en ocasiones nos recuerda a su celebérrima Amistades Peligrosas, pero que sólo se queda en eso, en un breve apunte, al que eso sí, ha dotado de unas plásticas imágenes en tonos azules y turquesas que enmarcan el lienzo de una época que se conoció como La Belle Epoque, pero que en esta ocasión, Fears nos retrata en la proximidad de la relación que se establece entre Michelle Pfeiffer y Rupert Friend.

El inicio del relato se establece cuando Madame Pelaux (Kathy Bates) le encarga a Lea de Lonval (Michelle Pfeiffer) que encamine a su hijo en el milenario oficio de las artes amatorias, con el fin de esposarle más adelante con una rica heredera. Este punto de partida tan pragmático se torna en una relación de pasión y atracción con la que nadie contaba, y que nos sirve de escenografía para adentrarnos en el mundo que la escritora Colette dota a sus narraciones, donde la búsqueda de uno mismo es su principal elemento, y en donde la mujer tiene un papel preponderante como guía y dueña de su propio destino, lo que nos lleva al retrato de grandes personajes femeninos, como en este caso es el que interpreta la Pfeiffer, con una semblante pleno de madurez y serena belleza, y que representa a la perfección la pasión contenida, en contraposición con el desenfreno y la pasión explosiva de su amante, Rupert Friend, que aunque acaba cediendo a los planes de su madre, se ve abocado a su entrega hacia su verdadero amor.

Fears nos retrata una época de grandes jardines, invernaderos y hoteles de lujo con la pretensión de acercarnos al hedonismo más aúreo posible, en una época (la de los locos años veinte) que se caracterizó por el lujo y el desenfreno, pero en esta ocasión, a pesar de situarnos perfectamente en ese entorno en el que destaca la fotografía de Darius Khondji, se rebela contra la magnitud del excelso exterior para mirar fijamente al mundo de los sentidos, del amor y de la pasión, en una batalla entre dos antagonistas que no resisten la terquedad de la sociedad en la que viven.

Chéri, en definitiva, es un retazo de tintes literarios donde se nos muestra el irresistible juego del amor, más allá de la edad y del tiempo.

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