domingo, 7 de agosto de 2022

ALEX KATZ EN EL MUSEO THYSSEN-BORNEMISZA: LA CONCEPCIÓN DEL COLOR SOBRE LA FORMA

 


Identificar el mundo con esa sensación de abandono que nos produce la luz, el sol, la vida. Una vida donde el color lo es todo, el epicentro de la resonancia de nuestros sueños y el objetivo último de esa concepción intelectual que transforma los niveles de expresión en arte. Arte puro. Sencillo. Arte que solo busca la perfección desde la sencillez. A través de esa primera impresión que nos transmite una paleta de colores plana, primaria y que explora los límites de las relaciones personales, el retrato clásico o la naturaleza. Ahí es donde Alex Katz, en la retrospectiva que el Museo Thyseen-Bornemisza de Madrid nos ofrece hasta el 11 de septiembre, siembra la armonía. Una falsa armonía que se esconde tras las grandes dimensiones de sus cuadros y su capacidad para obligarnos a ver más allá de sus simples formas. En esa relevancia del color es donde sus cuadros de retratos o más concretamente de grupos de personas se nos muestras unas veces como meros fotogramas de una película que se duplican sin llegar a invadir la multiplicidad de los espacios en los que personajes de esa Nueva York que él descubre junto a Ada, su mujer y sus musa, nos deja traslucir miradas que se pierden. Miradas que no buscan la conversación y se difuminan en el etéreo espacio que las rodean. Un Hopper sin la textura oscura de sus matices de colores o la exploración de la soledad individual, pues la soledad de Katz es colectiva y replicante. 

Otra de sus facetas más representativas se encuentra en los múltiples cuadros en los que inmortaliza a su musa, Ada. De lado. Boca arriba. De frente. Entre colores pasteles. Por encima de colores vivos y fuertes que se pelean unos sobre otros y contrarrestan de algún modo la serenidad con la que retrata la expresión de la gran dama norteamericana. Una forma de entender el mundo del arte que también reside en el gusto por el gran formato que él extrae de su pasión por las vallas publicitarias y las pantallas de cine, dos elementos que podríamos ubicar dentro del pop art y que en el caso de Katz son más el reclamo de nuestra atención a través de sus gigantes y sencillas formas. Toda su expresión se resguarda tras el color y su prevalencia sobre el resto de elementos pictóricos o artísticos. Y lo hace al modo de la música de jazz que él adora y utiliza mientras pinta para, mediante esa improvisación salvaje y onírica, buscar el presente. El presente que no es o deja de ser.

Ángel Silvelo Gabriel.

jueves, 4 de agosto de 2022

JUAN CLAUDIO DE RAMÓN, ROMA DESORDENADA LA CIUDAD Y LO DEMÁS: UN PUZLE ERUDITO SOBRE LA CIUDAD ETERNA Y SU HISTORIA PLAGADO DE ANÉCDOTAS Y LLENO DE VIDA


 

Ver, sentir, observar, pensar y, al final, disfrutar de la diferencia de aquello que cada uno percibe como único, pues única es la forma de experimentar la vida a través de los sentidos. Ahí, es donde sin duda conectamos con la belleza y su capacidad para cambiarnos y transformar un viaje en un cúmulo de sensaciones que harán de nosotros algo distinto. En ese espacio tan pocas veces explorado es donde se esconde la magia del viaje. Roma y su infinitud. Roma y sus múltiples destellos de arte. De sonidos. De sorpresas. De miradas en las que buscar aquello que nos hace diferentes. Roma pitonisa y mágica. Alumbradora y mística. Secreta y apabullante. Esa es la fotografía caleidoscópica que de la ciudad del Lazio hace Juan Claudio de Ramón en Roma desordenada la ciudad y los demás, un puzle erudito sobre la Ciudad Eterna y su historia plagado de anécdotas y lleno de vida. Un viaje que va desde lo majestuoso a lo cotidiano, aunque más bien podríamos decirlo al contrario, pues parte de la anécdota vivida o diaria que va en busca de esa otra historia que está tapada por la tela del tiempo y los siglos. Expresiones que parten de lo particular en busca de lo genérico, histórico, artístico, político. También de lo erudito, pues estamos ante setenta minuciosos relatos cortos que buscan el detalle en una ciudad inabarcable que funciona como piezas de un puzle que, a medida que leemos, vamos completando de una forma singular y majestuosa por la ambición de quién lo escribe y su proyecto, y por lo que se desprende de cada uno de ellos: la importancia del viaje, de ver, de sentir, de explorar. Al final esta Roma desordenada es el viaje interior y onírico de un diplomático que ha tenido la fortuna de pasar cinco años destinado en Roma, y que convierte su estancia en la ciudad en la senda infinita de aquel que busca y necesita lo imposible: actuar como un falso dios terrenal que lo tiene todo al alcance de sus pies, y de la profundidad de su mirada. Si como decía Paul Cézanne: «Ver es pensar», Juan Claudio de Ramón nos facilita esa labor en este libro de viajes donde lo demás lo es todo. El caos y su furia. El ruido y su distorsión. La belleza y la máxima expresión del arte. La Historia y los seres humanos que la han construido, y posteriormente destruido y reconstruido. Avanzar por las calles de Roma es hacerlo por un universo onírico y divertente, fílmico y teatral, arquitectónico y pictórico, monumental y arqueológico. Piedra tras piedra, monumento tras monumento, iglesia tras iglesia, nuestra mirada, a través de la del autor, va enriqueciéndose de sensaciones e imágenes que ya formarán parte de nuestro imaginario particular y colectivo. Acervo sentimental y lúdico. 

Roma desordenada la ciudad y lo demás es un libro libre, ambicioso y único. Un libro de viajes que parece soñado, pues sale de las entrañas de quien lo concibió. De su talento y de la ciudad que él adivinó tras cada esquina por unas calles perdidas de Roma que nunca te decepcionan pues siempre están dispuestas a mostrarse su brillo de siglos; un brillo intacto al paso del tiempo, por atemporal e insurrecto. Salvaje a la vez que brillante. Sinuoso y desconcertante a la vez. Este es un libro para leer despacio, dejando un lugar para el deleite y el reposo entre capítulos, y de esa forma, asimilar y disfrutar de lo leído y buscado tras acabar de leer, pues este es un libro que necesita de ubicaciones geográficas, de instantáneas y recuerdos; un libro que es indispensable para saciar al hambriento de imágenes. Al huérfano de datos. Al recluso de mitos y santos. Un libro, en definitiva, por el que nadar por su páginas, porque hacerlo, es lo más parecido a depositar nuestros sueños sobre la inmensidad del mar. 

Ángel Silvelo Gabriel.