domingo, 29 de enero de 2023

SECOND PRESENTA FLORES IMPOSIBLES EN MADRID DENTRO DEL INVERFEST 2023: UN VIAJE EN EL TIEMPO, EMOCIONAL Y EXQUISITO

 


Todo era como en un sueño. Un escenario oscurecido por un fondo negro del que solo se adivinaba una gran flor de color rojo y unas lámparas a modo de salón decimonónico. Y para que fuese todo más irreal, si cabe, una música ambient confeccionada ex profeso con leves notas de las canciones del grupo para tintar una espera de color rojo. Rojo-riesgo. Rojo-alerta. Rojo-sangre. ¿Cómo fundir todo eso en un mágico momento? Es difícil echar la vista atrás y no sentir el vértigo y el miedo al despertar el travelling existencial que conlleva hacer de nuevo nuestras las imágenes y los momentos que éstas protagonizaron. Algo así fue lo que anoche pudimos sentir con Second en el Inverfest 2023: un viaje en el tiempo, emocional y exquisito, porque sin duda, desde que el grupo murciano anunció que se retiraba de los escenarios un aura de dudas, incomprensión y fatiga emocional ha invadido a sus seguidores que, ayer, llenaron el Teatro Circo Price de Madrid. Y más, si cabe, cuando lo que vimos ayer sobre el escenario fue a un grupo sólido, con una madurez extraordinaria y un saber estar y modelar sus canciones sobre el escenario a prueba del paso del tiempo. Y eso fue lo que les llevó a interpretar veintiún temas que sonaron como una única melodía completa. Serena. Intensa. Fulgurante. Y, sobre todo, onírica. Siempre nos resulta muy difícil decir adiós a las personas que queremos de verdad, y este concierto fue una muestra de ello, tanto por parte del grupo como de sus seguidores. Ese hermanamiento que ocurre tan pocas veces es lo que ha hecho de Second un grupo grande. De letras. Canciones. Melodías. Ritmos. Imágenes y sueños. ¿Cuántas veces he escuchado esa frase tan manida de que Second y sus canciones forman parte de mi vida. Pues ese ha sido su poder: instalarse en lo más íntimo de un gran número de sus seguidores. Amores eternos que, de repente, se rompen. 

A pesar de todo, Los Cuatro de Murcia —cómo me recordaron Jorge y Sean a The Beatles en sus vestimentas y en sus movimientos sobre el escenario— lo dieron todo para vencer al destino aun cuando comenzasen el concierto con el tema Estado de alegre tristeza y su lapidaria frase: «Nada es para siempre», o: «Recátame pronto». Un reclamo que fue entendido por el público, ya que los llevó en volandas de principio a fin. El concierto de ayer fue una fiesta colectiva de cánticos, palmas arriba, coros y aplausos que acompañaron a la elegancia de un grupo que sonó como nunca: compacto, rítmico y envolvente. Y, todo, bajo esa luz roja que bañaba el ambiente. En ese velo del tiempo fueron sonando Mira a la gente, ¿Quién pensaba en eso?, Muévete y siente hasta llegar a uno de los momentos mágicos de la noche tras sonar una de sus mejores canciones: Nivel inexperto. Aquí, Sean Frutos, nos sorprendió a todos, incluidos técnicos de sonido, cámaras —el concierto fue grabado— y miembros de la banda, cuando nos propuso a todos reinterpretar de nuevo la canción cantada a coro por el público y acompañada por los músicos en tono más bajo para que la voz de los que allí estábamos fuese la verdadera protagonista del momento, lo que sin duda fue un gran homenaje por parte de Sean a todos sus fans que, como les está sucediendo en esta gira, están agotando todas las entradas para colgar un gran sold out en todas sus actuaciones, al menos hasta el momento. Quizá, ese instante mágico se debiera a que al inicio del tema Jorge nos preguntó: «¿Cómo estáis?», a lo que enseguida Sean prosiguió con un: «Buenas noches, Madrid. Estamos aquí celebrando toda una vida musical, la nuestra…», para seguir diciéndonos que más allá de las despedidas había que disfrutar del momento, y eso era lo que ellos querían que sucediera esa noche. Noche de nuevo teñida de rojo. Rojo-sangre, como si fuera un poema de Lorca. Tras ese inesperado giro uno se quedó con la sensación que ese tema sonaba a despedida grande. Despedida de salón de casa —porque eso fue en lo que convirtieron Second el Circo Price anoche—. DESPEDIDA GRANDE Y EN PLENITUD DE AQUELLOS QUE LO HAN DADO TODO EN SU VIDA. MÁGICO FOTOGRAMA QUE PERDURARÁ PARA SIEMPRE EN LA PELÍCULA DE NUESTRAS VIDAS. SENCILLAMANTE GENIAL. Un instante donde sobre todo, Sean, no pudo esconder su cara de felicidad por más que nada sea para siempre. 

Esa sensación de felicidad ya no abandonó el Price en ningún momento. Sabedores de la magia que atesora esa efímera felicidad que a veces nos aborda, las canciones fueron sonando como un tobogán infinito. Flores imposibles, Mañana es domingo, Nueva sensación, Cúrame como siempre «una de las mejores canciones de su último disco en la que el eco de las guitarras fue inmenso—, Muérdeme o En otra dimensión fueron una catapulta hacia el éxito de una noche para recordar. Una noche en la que siguieron tocando Sonará en todas partes con su clásico «para pa pa pa papapa», El contornos de tus miedos, donde de nuevo su música planeó sobre el escenario de una forma contundente y mágica, lo que les llevó sin apenas tocar el suelo hasta la parte final del concierto de la mano de temas como NADA —otro de su pelotazo que ayer fue plasmado sobre el escenario de una forma más pausada, pero igual de intensa—, Ya no estamos para gilipolleces, Volver a esa paz o Rodamos su road-song que ayer rescataron como hacían años atrás para cerrar esta primera parte de su actuación. Una canción que ayer se convirtió en un magnífico travelling de momentos e imágenes irrepetibles. 

Comenzaron el bis con Más suerte, otro de sus, hits donde Nando Robles nos hizo una gran exhibición de lo bien que toca el bajo con Jorge Guirao y Sean Frutos de rodillas para acrecentar la capacidad onírica del concierto y Fran Guirao al fondo con su eléctrica batería, lo que les sirvió para interpretar Quiero equivocarme y después su futurista 2502 que acaban en un ritmo alto que lleva a Jorge a abandonar el escenario y desplazarse por la platea donde se cae al no ver el escalón que separa a las butacas del suelo. Tras ese impasse volvieron en un segundo bis con Rincón exquisito que, como en Nivel inexperto, fue coreada a pleno pulmón por todos los asistentes en una versión más enriquecedora, si cabe, de sonidos más maduros y atrayentes, que tras un larga y extendida versión fue el punto  y final de un concierto que acabó con una larguísima ovación de varios minutos, de un público totalmente entregado a un sueño: Second. 

Tras este viaje emocional y exquisito, solo nos queda decirles al grupo murciano que tras ese sabor a despedida que nos dejó el concierto de ayer aún nos encontraremos con ellos. Eso sí, lo haremos al otro lado del horizonte, donde las canciones nunca dejan de sonar, pues su eco es infinito, y porque como dijo John Keats en el inicio de su poema épico Endymion: «Algo bello es un goce eterno».

Ángel Silvelo Gabriel. 

Foto: África Silvelo

 

jueves, 26 de enero de 2023

MARGUERITE DURAS, NADA MÁS: EL ÚLTIMO GRITO DE UNA MÁSCARA QUE SE DESPEGA DE SU CUERPO



Antes de que Leteo se lleve por delante toda nuestra vida, nos queda una última posibilidad de intentar vencer al olvido: una de ellas es la de dejar un testimonio escrito de ese adiós. Como nos dice Marguerite Duras en Nada más: «Escribir es hablar y callar». Y ella lo hizo. Primero habló mediante el último y amargo poema de la vida que representa este libro de la soledad, la vejez, la decadencia y el amor. Un último grito de una máscara que se despega de su cuerpo. Y, después, calló. Calló para siempre cuando escribió: «Lo amo. Hasta pronto». El amor hacia su pareja ya está implícito desde el inicio, en las dedicatorias: «Para Yann. Nunca sabemos de antemano lo que escribimos. Date prisa: piensa mí». «Para Yann, mi amante de la noche». «Firmado: Marguerite Duras, la amante de ese dorado amante». El amor. El desamor. La necesidad del otro. El odio. Todo está condensado en esta recopilación de frases que se estructuran como un poema deshilachado, confuso, repetitivo y elíptico, que el propio Yann fue recopilando en un cuaderno. Días, horas y fechas que se trasponen unas a otras bajo el signo del que se sabe cerca del final, y cuyo máximo valor reside ahí, en la batalla que la mente inicia frente al cuerpo. Batalla que también es la del deseo contra la adversidad. De la añoranza del amor. De la vida que todavía huye de la muerte. Frases que recopilan y homenajean a una buena parte de su obra, tanto literaria como fílmica, y que nos sirven de huellas a la hora de seguir este último camino hacia el abismo. Un abismo ante el que Duras no se rinde y ante el que pelea aunque sea contra sí misma y su biografía. Su padre muerto cuando ella era una niña. Su madre, primero repudiada y luego añorada. Su hermano mayor, el preferido. Indochina. Sus amantes. El amor. Y Yann. Siempre Yann, su último gran vínculo con la vida: «Ven. Vente al sol, por tenue que sea». 

Nada más es un testamento que fusiona la literatura y la vida, por más que su autora diga: «Pasarte la vida escribiendo te enseña a vivir: no te salva de nada.» De ese aprendizaje Duras sabe mucho, pues su obra, como muy bien nos recuerda Valentín Roma en uno de los dos epílogos que contiene el libro: «Todas las historias de Marguerite Duras se desarrollan alrededor de una pérdida». Pérdidas que se transforman en una expedición al epicentro oscuro y demoniaco de la vida. Viaje de ausencias, descreimientos, pérdidas y amores. Singladura de una sinfonía que representa el último grito de una máscara que se desprende de su cuerpo.  

Ángel Silvelo Gabriel.

miércoles, 18 de enero de 2023

EXPOSICIÓN “EL JAPÓN EN LOS ÁNGELES”. LOS ARCHIVOS DE AMALIA AVIA: LA ANTICIPACIÓN AL PASO DEL TIEMPO

 


La posibilidad de volver a ver lo que ya no existe es uno de los trucos de magia que nos regala la vida y el mundo del arte. La esencia de la que estamos hechos anhela aquello que fuimos por mucho que nos resulte doloroso, o incluso, cuando tan solo viene acompañado por la melancolía. Una saudade que percibimos tras la fina tela del paso del tiempo. La vida y sus momentos nos visitan entonces como un aura fugaz que nos cruza por el pensamiento y nos ilumina el corazón. Amar. Sentir. Añorar. Perder. Todo lo que existió dentro y fuera de nuestro cuerpo se nos viene encima como un aluvión de imágenes y sensaciones. Ese viaje sensorial que se expande a nuestro alrededor nos invita a transgredir la barrera del tiempo y anticiparnos —aunque sea figuradamente— al paso del tiempo. Manecilla conspiranoica de nuestra existencia porque nos obliga a viajar al pasado. Viajar es volver a sentir. Y también volver a ver. Ver a través de otros. Una opción que nos lleva a una heroica victoria sobre el tiempo, y que hemos podido hacer en la exposición “El Japón en los Ángeles. Los archivos de Amalia Avia, gracias a esta gran pintora realista que durante su dilata vida artística ha tenido la habilidad de llegar a detener el tiempo. En la magna exposición que la Comunidad de Madrid ha realizado de la pintora toledana y madrileña hasta el pasado 15 de enero en la Sala de exposiciones Alcalá, 31, hemos podido contemplar —atónitos— nuestro más reciente pasado en obras que se caracterizan por detener el tiempo en un efímero instante que, sin embargo, cuando te detienes delante de cada una de ellas, tienen la cualidad de la permanencia en el mismo y la plenitud y la fuerza del mensaje que transmiten. La capacidad de llegar a abrazar ese momento mágico es uno de sus grandes logros, pues imbuidos por su constancia, detalle y luz, caemos rendidos en ese otro camino que es el de la ensoñación de lo que una vez fuimos. Un camino en el que Amalia Avia se ha detenido con mucha intensidad en Madrid. Un Madrid atemperado por la luz. Un Madrid a medio camino entre el poblachón manchego que fue y la modernidad que se fue fraguando poco a poco hasta llegar a nuestros días. Un Madrid gris y ocre, por los colores que su mirada han querido resaltar. Una ciudad que nunca te deja indiferente porque te logra transmitir el mensaje de la extemporaneidad. No hay tiempo que haga sucumbir a sus calles, tiendas o monumentos, por mucho que los remodelen. Hay una memoria colectiva inherente a cada época, y la que pinta Amalia Avia es la de una época que se abría paso hacia la luz incierta del mañana. Un mañana que quiso ser distinto, pero que acabó siendo igual, como ocurre a lo largo de la historia del ser humano. 

“El Japón en los Ángeles” es la mejor yuxtaposición entre la pintura y su lugar en el mundo. Fiel cronista de su época que, sin embargo, en el caso de Amalia Avia comenzó con tímidas figuras humanas y cuadros relacionados con las fiestas populares o con las manifestaciones de los obreros en las calles, para desplazarse hacia el espacio más perenne de las fachadas, puertas, edificios y monumentos que, por sí solos, reflejan el retrato de una época, pues contemplarlos es adivinar cuándo transitamos por ellos, o sin darnos cuenta, cuándo nos paramos a observarlos. Estos anónimos lienzos, de esta forma, se transforman en el leitmotiv de nuestra memoria. Una memoria que en demasiadas ocasiones se limita a lo más próximo como símbolo de lo injusto que somos. De ahí que, otro de los aciertos de la obra de Amalia, sea el de abrirnos lo ojos y dar paso a esa otra memoria más colectiva, y quizá, de ahí provenga nuestra expresión de asombro cuando nos descubrimos a nosotros mismos delante de alguna de las obras que ella ha dejado plasmadas como un aguerrido guerrero —guerrera en este caso— que se superpone al paso del tiempo. 

Hay que destacar que no es solo lo exterior lo que se refleja con fuerza en la exposición, sino también lo interior a través de estancias, dormitorios, camas, cuartos de costura, etc., lo que nos sitúa de nuevo en el reflejo de una época que se nos fue por el balcón de los recuerdos. Recuerdos que son la mejor manifestación de la anticipación al paso del tiempo. 

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 16 de enero de 2023

CRISTINA GUIRAO, CRÓNICAS A CONTRAPELO: UN MUNDO DE MUNDOS

 


El viaje y su posibilidad de exploración del mundo; un mundo tanto exterior como interior. El viaje como un mundo de mundos en el que cabe la geografía, la literatura, las corrientes del pensamiento y, sobre todo, la reflexión. Reflexión y expiación de los no lugares de nuestras vidas que se van sobreponiendo en nuestra mente como espacios que revisitar una vez ha concluido nuestro peregrinaje. Esa forma de viajar que explora la necesidad de un silencio hoy por hoy inexistente, o que aborrece la homogeneización del mundo globalizado que habitamos es lo que nos propone Cristina Guirao en Crónicas a contrapelo. Ese ir a contracorriente, sin duda,  es uno de los grandes retos de nuestro tiempo si queremos adivinar lo que aún nadie ha visto o se ha perdido en el devenir de los siglos. En, Crónicas a contrapelo, la autora lo hace en compañía de sus propias reflexiones y de las de autores que le ayudan a cartografiar la geografía visual que la acoge allí a donde se dirige. Autores muy bien elegidos en cada momento, viaje y ciudad. Una perfecta excusa para buscar un ancla en este mundo de mundos arrasado por la tiranía de las imágenes. Un mundo que a pasos agigantados destruye nuestra propia identidad, pues cada vez nos resulta más difícil identificarnos con lo soñado a través de lo aprendido. Una circunstancia que nos lleva a replantearnos el viaje en sí, y que Cristina Guirao intenta esquivar hablando de  todo lo adyacente: un cuadro, unas librerías, una arquitectura o una costumbre. Conceptos que le sirven como crónicas a contrapelo de todo lo imperante en la forma de viajar hoy en día, donde el mero exhibicionismo o el acontecimiento son la expresión más común de lo visual bajo la siniestra tiranía de las redes sociales y su inmediatez. En contraposición con todo ello, Cristina Guirao, en Crónicas a contrapelo, se para y mira. Observa. Piensa. E intenta entresacar algo bello de todo lo que ve y piensa, pues esa, al final, es una de las mayores satisfacciones del viajero. Viajar para contemplar la belleza y más tarde recordarla, porque cuando algo es bello en sí mismo, es cuando da pie a ser revisitado, aunque tan solo sea en nuestra memoria. En estas crónicas a contrapelo su autora nos dibuja una senda de huellas que revisitar, y lo que hace mediante su bien criterio y el de autores como Italo Calvino, Walter Benjamin, John Berger, o Borges, entre muchos otros. Con esa amalgama de formas de ver y de revisitar lo visto, intenta responder a las preguntas que se plantea en su forma de ver y mirar el mundo. De esa introspección nace la naturaleza del viaje como objeto de observación cambiante y en continua transformación como la propia autora nos apunta en el capítulo titulado Crónicas de lo visible, donde nos señala que hay tres etapas en el viaje. La primera de ellas es la de la exploración, es decir, la de los primeros exploradores o conquistadores; la segunda sería la de la verdadera era de los viajes, o la que concibe el viaje como conocimiento y maduración de uno mismo; y una tercera en la que atónitos asistimos al turismo de la sociedad de masas, lo que le lleva a plantearse la necesidad de una nueva teoría de lo visible como modo de alejarnos de la inmediatez hortera de los dispositivos móviles y su capacidad de ahorcar a la mera contemplación. 

En este libro híbrido entre la crónica, el ensayo, el diario y el libro de viajes, que tan bien está seleccionando y editando Newcastle Ediciones, asistimos al viaje como concepto cultural e intelectual frente al mero entretenimiento y las reacciones que en su autora produce tal aberración, lo que le lleva a afirmar, por ejemplo que: «Hemos sustituido la materialidad por la visualidad», o «el acontecimiento es la forma de expresión más común de lo visual hoy». Esas imágenes que nos colonizan a través de los móviles, y que pervierten el viaje como concepto de autoconocimiento o crecimiento personal, son la razón que a Guirao le lleva a exponer, casi como cierre a esta profunda tesis viajera que: «Sin duda, entender la vida bajo el paradigma de lo fugaz tiene más profundidad de campo filosófico, que la vida como un acontecimiento continuo que hay que mostrar al mundo», porque lo fugaz, si es único o auténtico, es lo que define al viaje como un mundo de mundos. 

Ángel Silvelo Gabriel.

domingo, 15 de enero de 2023

EL VERBO ODIADO EN LA SALA CADAVRA DE MADRID: ABRIENDO UNA NUEVA SENDA HACIA EL ÉXITO


 

La exploración de uno mismo es el camino que nos lleva hacia ese lugar inaccesible al que llamamos alma. Atormentada en ocasiones. Luminosa en otras. Juez y parte siempre de todo aquello que nos remueve por dentro. Ecos que, sin duda, necesitan de la calma y la pausa para llegar a transformarse en algo material, como material es la sensación de tenue felicidad que nos proporcionan los objetivos alcanzados que, por arte del día a día, nunca son como los soñamos, pero que a pesar de todo son tan reales como la tierra para un náufrago. El Verbo Odiado siguen en la brecha, y lo hacen trazando nuevos caminos. Rutas de infortunio, muerte y auto reflexión si se quiere, pero son rutas que reproducen con una magnífica puesta en escena donde sus guitarras han abandonado el shoegaze más estricto para desplazarse hacia unos brillos plenos de vitalidad y magia que el productor de su último álbum, Carlos Hernández Nombela, ha sabido sacar de esas entrañas refugiadas en un pequeño pueblo de Huesca y, que ahora sí, han cruzado las fronteras de lo incierto para convertirse en reales como la verdad y la energía con las que acompañan el grupo a sus composiciones y directos. Ayer, la Sala Cadavra de Madrid estaba llena y lucía un SOLD OUT más que merecido, porque ya son muchos para los que no pasa inadvertido que El Verbo Odiado están abriendo una nueva senda hacia el éxito. Éxito plasmado en composiciones intensas, con letras tan intimistas como: «Me cuido tan solo para darte el último homenaje/ Guardar bajo mi piel tus dos mensajes/ Ve con cuidado no vuelvas tarde/ tengo claro que mi corazón es de un donante/ sin recordar la intervención recuerdo que lloraste/ soy lo que tú salvaste», de la canción homónima de su último disco El último homenaje. Letras que cabalgan sobre las grupas de unas guitarras plenas de matices casi mágicos y que representan muy bien el nuevo sentir de la banda, algo más luminoso si se quiere, pero sobre todo, muy contundente y acertado por la capacidad de conexión con el público. En este sentido, es una lástima que la banda no esté programada para ninguno de los múltiples festivales que se celebrarán a lo largo del año en España. Un veto inaudito y que nos sirve para ser conscientes de lo lejos que se encuentra el mainstream musical del latido que se refugia en las salas alternativas de verdad, en las que ahora se está produciendo la auténtica renovación de la música indie, muy alejada de los mass media más obsoletos. 

Ayer, El Verbo Odiado desglosó su último disco con la pasión de aquellos que ponen su corazón encima de la mesa. Quizá, por eso, Jorge Pérez, frontman del grupo comenzó la actuación en acústico y solo acompañado por su guitarra en el escenario bajo las notas de la canción El último homenaje, una declaración de  intenciones que nos dejaba claro desde el inicio la nueva apuesta del grupo. Una apuesta más pausada a la hora de concebir sus temas, pero sin perder un ápice la intensidad y la fuerza que les caracteriza. Gracias a ello, pudimos disfrutar de unos juegos de guitarras plenos de nuevos movimientos que nos llevaban a espacios inexplorados y bellos en sí mismos. Movimientos que son todo un acierto en esta nueva concepción de su música. Y así, fueron sonando uno tras otro temas como Ahora o nunca, Mediocre (con un portentoso inicio de guitarras), A 23, La peor deuda: «El problema soy yo y no tú», donde de nuevo las intensas letras de Jorge Pérez se hacen con el eco de las canciones, Ejercicios musculares o Nada que celebrar, hit del grupo y que ayer, aparte de ser ampliamente coreada por el público, sonó mucho mejor con unas resonancias pop-rock que transmiten grandes sensaciones y la convirtieron en una canción enérgica, potente y única. Una mágica energía que se concitó también en canciones cono Funerales con guitarras que suben y bajan sin parar, o como también ocurrió en Alcatraz «Si te vas no te molestes en volver» otro de los momentos álgidos del concierto. Un concierto que acabó con otro de sus grandes temas, La mancha, que esta vez acabó con un portentoso y largo final que hizo que los allí congregados disfrutaran mucho de su puesta en escena. 

Para finalizar, en un bis de dos canciones, tocaron dos de sus canciones más emblemáticas. Empezaron con Fargo y acabaron con El odiado, muy reclamada por el púbico a lo largo y ancho de todo el concierto, y que devino en un delirio colectivo de saltos, coros y caras con amplias sonrisas. Un tema melancólico y psicodélico que nos recuerda más a sus inicios y que ayer lo plasmaron con una portentosa atmósfera plena de sensaciones y ritmos oscuros. Sin duda, El Verbo Odiado en su concierto en la Sala Cadavra de Madrid hicieron gala de esa transformación que todo artista debe buscar a la hora de iniciar nuevos retos. Retos que en esta ocasión, abren una nueva senda hacia el éxito.

Ángel Silvelo Gabriel.

domingo, 8 de enero de 2023

TEATRO TRIBUEÑE, LA CORDURA LOCA DE LADY MACBETH, DIRIGIDA POR IRINA KOUBERSKAYA E INTERPRETADA POR BEATRIZ ARGÜELLO: LAS EMOCIONES Y SUS DELIRIOS

 


¿Qué es la belleza sino la implícita salvación que atesora el arte? El arte. Su alma. Fragancias de lo vivido y sufrido. Racional y bello a la vez. Lucha de sombras, temores y fantasmas. Conciencia del yo. Trastero de tinieblas. Luz y oscuridad de la vida. Como dijo John Keats: «¿Es el arte un vuelo hacia lo sublime o simplemente una evasión temporal de la experiencia?» Esa dualidad es la que está presente en este nuevo mapa de las emociones al que Irina Kouberskaya nos somete en La cordura loca de Lady Macbeth. Un espacio para la reflexión de lo que es bello en sí mismo, porque nos muestra aquello que no vemos, o mejor dicho, que no queremos ver. Irina es una maga que deambula entre los entresijos del alma humana para erigirse en una viajera de lo insólito. Un viaje que nos atrapa con su concepción tan singular y única de lo que ella entiende por teatro, que no es otra cosa que el último sentido de la vida; una vida que va de lo racional a lo bello en una combinación de movimientos, imágenes y palabras que arden de emoción. Emoción sin límites que, en La cordura de Lady Macbeth, se enfrentan a la codicia, el amor, la tortura y el maltrato. De ese cóctel atormentado nace una increíble puesta en escena (simbólica como es menester en los montajes de Irina). Un simbolismo que también nos lleva a los movimientos que una inigualable Beatriz Argüello va desarrollando a lo largo y ancho del escenario. Y es verdad, en este simbolismo mágico todo pende de un hilo como las manchas que se pegan a nosotros en forma de un pasado que nunca se diluye ni difumina. Pasado traicionero y arrebatador por lo que tiene de asesino. Una vez más, Irina nos muestra su enorme talento al servicio de las emociones y sus delirios. 

En este monólogo de dos (Irina Kouberskaya en la dirección y Beatriz Argüello en la interpretación), el sentido que le da a la obra Beatriz Argüello es colosal, no solo porque su cuerpo es el vademécum de la interpretación, sino por cómo ama, baila, se atormenta y se multiplica en distintas voces, para de esa forma, traspasar la barrera de lo esperado hasta límites insospechados. Sus cambios de voz con registros muy distintos unos de otros, su coral adaptación al escenario y los elementos escénicos que lo componen (lo que nos dan una pista de su pasado como bailarina), y la sinergia que en cada momento es capaz de transmitirnos nos mantienen atentos y pegados a nuestra butaca en una especie de viaje sensorial, casi místico, que va de la luz a la oscuridad en un continuum soberbio. Expiración y aspiración, en un juego dentro-fuera que no se diluye en ningún momento, y que hace de su interpretación una nave de encuentros y desencuentros entre los náufragos que habitan en su memoria, pero sobre todo, en su alma. Magnífica es un calificativo que se queda corto para su maravillosa interpretación, por única e inigualable. Su mirada, sus gestos, sus pies y sus manos nos acompañarán una larga temporada en nuestra memoria. 

A todo ello, también hay que destacar el acierto de las diferentes piezas musicales elegidas para armonizar la obra. Sonidos celtas, populares, de cámara, o incluso de arias que ejercen de olas a la hora de impulsar una nao que va en busca de su propio averno. Un averno donde lo emocional recubre como una tormentosa pátina todo aquello que en un momento dado se transforma en una riada de sensaciones que nos llevan hasta lo irracional. Como irracional es el amor y también la belleza, porque como dijo John Keats en el inicio de su poema épico Endymion: «Algo bello es un goce eterno». 

—«¡Oh, Tierra! Borra mis pasos.» 

Ángel Silvelo Gabriel.

lunes, 2 de enero de 2023

VIVA SUECIA EN LA SALA LA RIVIERA DE MADRID (30/12/2022) Y SU TERCER SOULD OUT CONSECUTIVO: ENTRE LO EMOCIONAL Y LO IRRACIONAL


 

Lo emocional recubre como una tormentosa pátina todo aquello que en un momento dado se transforma en una riada de sensaciones que nos llevan hasta lo irracional. Como irracional es el sentimiento universal del amor y que el grupo murciano, Viva Suecia, ya nos lo recuerda en su último álbum publicado en 2022 con el título: El amor de la clase que sea. Esa opulencia de un sentimiento tan universal como es el del amor, ellos lo han volcado en una fuerza sonora devastadora por el ímpetu y la garra con la que la presentan en directo. Un directo que en el último de los concierto de La Riviera comenzaron a guitarrazo limpio desde la primera nota que se hizo sonido sobre el escenario. Acompañados por una elegante y cuidada infografía y un juego de luces, que los arropaban aún más en esa idea de la prontitud y la energía de alto voltaje, comenzaron tocando a arrebato No hemos aprendido nada, uno de sus grandes hits, y a partir de ahí todo fue como una locura colectiva de coros (lo, lo, lo… lolololó), saltos y puños arriba que por momentos convirtieron el directo de los murcianos en un karaoke colectivo propiciado por su cantante Rafa Val, pletórico en su puesta en escena y en sus largas y amenas presentaciones de las canciones, lo que demuestra que ya tiene muy bien aprendida la lección de lo que es la tecla de la magia del directo. Y así empalmaron varios temas subidos en ese barco que navegaba entre lo emocional y lo irracional mientras sonaban Los años o Casi todo. Apenas un respiro para dar las gracias por el tercer sold out consecutivo en Madrid para dar entrada a El mal con todas la guitarras arriba para llegar A dónde ir en un ritmo muy próximo al sonido Springsteen de canciones intensas y embadurnadas de unas melodías que canción tras canción se nos iban haciendo más monótonas (si no fuera por las buenas letras que las acompañan) por la escasa variedad de melodías alternativas a lo ya conocido, algo que a Viva Suecia no les sucedía en sus primeros discos, donde los destellos de las cuerdas de sus guitarras eran más originales o propios. Baste recordar su puesta de largo en la sala Ocho y Medio de Madrid de la mano de su anterior casa de disco (Subterfuge), donde Rafa tuvo un problema con su guitarra eléctrica cuando hicieron de teloneros de McEnroe, para comprobar que esa fuerza desmesurada que ahora tienen, y que sin duda les llevará a triunfar por todo lo alto en los festivales del año 2023, no es tan necesaria como la fuerza interior que también saben ejecutar cuando no se lo juegan todo al alto voltaje rítmico. 

Más allá de las pericias sonoras, el directo de Viva Suecia está muy bien anclado en la visualización que descargan al unísono con sus canciones; una infografía que está a la atura de la que despliegan en sus multitudinarios conciertos Vetusta Morla, porque aúnan concepto e imágenes con un acierto más que increíble, lo que nos habla del poder que las imágenes tienen en la sociedad actual, y que resumen muy bien el alcance multitudinario de esta banda a la que la sala La Riviera se le queda pequeña, lo que nos demuestra que a buen seguro su próxima cita en la capital tendrá como escenario el Wizink Center, algo muy parecido a lo que ya le sucedió a Izal años atrás, pues esa fue la sensación casi mimética que reproduje en este último concierto de Viva Suecia en Madrid. Un concierto que, eso sí, hizo muy felices a un público entregado y conocedor de todas y cada una de las letras de las canciones de los murcianos; canciones inspiradas en esa insignia tan universal que es el amor de la clase que sea, y que han sabido llevar a luz a través de los temas de su último álbum. Y cómo no, resaltar ese momento mágico en el Rafa Val atacó al piano solo sobre el escenario la versión del hit de Second, Rincón Exquisito, muy coreada por los asistentes, y con el que el grupo refrendó el homenaje y el amor a los que ya no están con nosotros tras la pandemia. Una versión que Rafa terminó con un: «¡Vivan Los Second, por favor!» De las colaboraciones especiales hay que destacar a la de Víctor Cabezuelo en el último tema, El amor de la clase que sea, que tocaron en un tono psicodélico largo e increíble, antes de abandonar el escenario y regresar instantes después en un majestuoso e intenso bis que iniciaron con El bien y que acabó a ritmo de discoteca y bailes en la pista y el escenario. Un punto y final muy acorde entre lo emocional y lo irracional que Viva Suecia nos mostraron en su último concierto del año 2022. 

Ángel Silvelo Gabriel.