Hacía frío, llovía y la sensación era la de un día
desapacible, lábil, escurridizo. Corríamos a la salida del metro para no llegar
tarde a la cita, mientras nos preguntábamos cuánto tiempo hacía que nuestros
pies no pisaban esas calles. Y recordamos que tiempo atrás, un poco más abajo,
en la misma calle Ave María, estuvimos presentando el primer libro —en este
caso individual— de otro autor catalán. A medida que nos acercábamos y nuestras
gafas se iban llenando de las incómodas gotas de lluvia, también rememoramos
aquella otra tarde, en la que Eugenio Asensio presentó su novela Tiza, lejos de allí, en otra librería de
la capital. Recuerdos, todos, que no hacían sino obligarnos a transitar por las
coordenadas de un tiempo que jugaba con nuestros recuerdos. Atravesar esa
barrera, en este caso, era fácil, pues era rememorar buenos momentos, como
buenos momentos fueron los que vivimos el pasado viernes en la librería El dinosaurio todavía estaba allí…, en
la presentación del primer libro de relatos del Club Marina titulado, Los
días lábiles, en el que sus nueve componentes aceptaron el reto de
escribir un relato que transcurriera en el espacio temporal de 24 horas. Y Eugenio,
Amanda, Jorge, Mercedes, Javier, Herminia, Mariela, Susana y Pedro así
lo hicieron. Lo que años atrás comenzó siendo
un club de lectura, el paso del tiempo ha transformado en un club de escritores
que ya tienen planeado sacar la segunda recopilación de relatos para el Sant Jordi del año 2018. Aunque todavía
quede mucho para esa fecha, una de las cualidades que nos quedó clara en la
presentación de este libro de relatos, es el dominio tan particular que sus
componentes tienen del tiempo. Un dominio que podríamos tildar como de la
otroredad del tiempo, pues otroredad es todo aquello que se ciñe al
descubrimiento del otro, como otro, sin duda, es el concepto del espacio tiempo
de estos nueve autores, que son tan distintos, que ponen sus trabajos en común para
darles la última forma con la que acabarán impresos. Palabras tan poco comunes
en la literatura española actual como: libertad, democracia, puesta en común,
tormenta de ideas o crítica constructiva —no confundir con buenismo— se entrecruzan
en la visión de este Club Marina, que nace con la necesidad
de la expresión dual, plural y poliédrica que todo movimiento artístico al uso
debe tener o atesorar.
La maestra de ceremonias escogida para la cita fue la escritora
y editora Ana Ares que definió a este elenco de autores como un club de
escritores anónimos que aceptaron el formato del relato breve por ser éste más
libre y cercano al propósito colectivo e individual que movía al grupo. La
consigna era clara: un espacio temporal de 24 horas y la intimidad de los personajes.
Y así nacieron Los días lábiles como oposición natural a los días hábiles,
pues los lábiles son aquellos que nos dedicamos a nosotros mismos, siendo
éstos, días que se caracterizan por ser jornadas de final y principio. Como nos
recordó Ana Ares, la antología se significa por la amplitud y variedad
de temáticas, como muy bien nos recuerda muy bien en el prólogo Àngels
Campos, que acompañó a los autores que se desplazaron a Madrid y que
presentaron sus respectivos relatos en particular y al Club Marina en general.
Así, Ana,
nos fue hablando de los autores, desglosando sus currículums y sus relatos, y haciendo
una pregunta a cada uno de ellos, con la que ella pretendía que definieran
aquella característica de su texto que a ella más le había llamado la atención
cuando los leyó, y que de paso nos sirviera de acicate a todos los presentes a
la hora de afrontar su lectura a modo de pista literaria.
Comenzaron las presentaciones con Amanda Gamero, de la que Ana
Ares dijo que nos iluminaba desde su blog: Te recuerdo Amanda. No obstante, en su relato, La sentencia de Ismael, la autora le roba la luz al protagonista
para plantearnos la desgracia desde tres puntos de vista diferentes, pues tal y
como nos recordó, la historia depende mucho de cómo esté contada. Por su lado, Mercedes
Gascón nos confesó que le gustaba lo transitorio y el carácter nómada,
de ahí, que en su relato titulado, La decisión,
abordara, a través del último pensamiento que tenemos antes de morir, el humor
o la tragedia, en una clara confrontación entre el control y el descontrol existentes
en nuestras vidas. En el caso de Herminia Meoro y su relato, La vida detenida, aborda la pérdida que
supone la muerte, tanto desde el punto de vista del que se muere como de quienes
se quedan, lo que lleva a preguntarse: ¿la literatura es acaso más importante
que la vida?, y la autora lo hace a través de Julia, su protagonista, que vive
una vida literaria en la que fusiona realidad y ficción. Mariela Puértolas nos
dijo que su relato habitaba en un territorio que se hallaba entre la realidad y
la ficción, y lo hacía a base de la música de jazz en un teatro, un espacio que
representaba una relación incestuosa. También nos dijo que, Ojalá esto pudiera ser una canción, es
un texto de una juerga y sus consecuencias, a lo que añadió que asimismo era la
rencarnación de las dificultades en las que se encuentra el creador ante su
creación, unas dificultades que pueden salvar, por ejemplo, evocando una
canción. Jorge Gamero nos traslada a la ciudad de Oporto en su cuento Estampas de Oporto, en el que la ciudad
portuguesa se viste de mujer con el personaje de “La loca”, un personaje que
creó a partir de un maniquí que estaba en
un balcón de Oporto. Jorge Gamero, además, se postuló
como el portavoz del Club Marina, al narrarnos cómo se
constituyó el grupo y su escepticismo inicial que, sin embargo, a posteriori
rompió bastantes de los tópicos presentes en los escritores actuales, pues
todos sus componentes se caracterizan porque se apoyan entre ellos y no luchan
o pelean entre sí, sino que construyen desde las ideas y las opiniones. Jorge también
nos habló de Jordi Castelló de Stonberg, el editor de esta antología de
relatos, del que nos recalcó su honestidad, y de paso, aprovechó para
anunciarnos nuevo libro para el año que viene, porque quizá, no haya nada más
importante a la hora de romper las cadenas del tiempo que situarse en la
otroredad del mismo.
Ángel Silvelo Gabriel.
3 comentarios:
Apreciado Ángel, tu reseña de "Los días lábiles" me ha parecido una forma más de demostrar lo fácil que te resulta ponerte en la piel de otros, no solo con la otroredad del tiempo, si no también con la otredad que constituye la importancia que para ti tienen los otros. Leí Los últimos pasos de John Keats y ahí ya pude apreciar tu cualidad. Ponerse en la piel de un poeta que sabe que se está muriendo, hablar por él e interiorizar su tragedia: es tarea de corazón.
No sé si se pueden copiar los epitafios pero no me importaría que el mío fuese: «Aquí yace Una cuyo Nombre fue escrito en Agua».
Muchas gracias por tu esmero y compañía y, déjame recordarte que esta vez sí que he escrito Ángel con la tilde correcta; de todos modos, Ángel o Àngel es igualmente "lábil".
Amanda Gamero
Amanda, muchas gracias por tus palabras. En la presentación del otro día me resultó muy fácil ponerme en la piel de los otros, pues lo hicisteis y expresasteis muy bien. un placer conoceros y nos vemos en la próxima.
Ángel Silvelo
Hola, Ángel. No te puedo estar más agradecido, y, además, este agradecimiento se une a una sincera emoción, porque sé que tengo alguien en Madrid que me aprecia (nos aprecia). Por otro lado, quiero felicitarte por tu preciso verbo y tu saber escribir, en el sentido más amplio del término. Un afectuoso abrazo, amigo.
Publicar un comentario