En Fragmentos tienen cabida la literatura, la música, el cine, el teatro, el arte y, de vez en cuando, se cuela algún microrrelato.
sábado, 30 de septiembre de 2017
EL Nº 25 DE LA REVISTA TERRAL YA ESTÁ DISPONIBLE EN LA RED
Me complace deciros que acabamos de subir a la web el número 25 de la revista Terral www.revistaterral.com
Con este número 25 queremos celebrar el haber llegado hasta aquí. Nos hemos esforzado en su diseño y maquetación. Espero que os guste.
El Equipo de redacción os da las gracias por vuestra colaboración y fidelidad al proyecto.
Disfrutad con su lectura.
¡¡¡FELIZ CONMEMORACIÓN!!!
lunes, 25 de septiembre de 2017
BILL VIOLA EN EL PALACIO STROZZI DE FLORENCIA: LA VISIBILIDAD DE LOS SENTIMIENTOS
Las
calles adoquinadas de las calles florentinas se tropiezan con el almohadillado
de sus numerosos y excelentes edificios renacentistas, que nos devuelven a esa
otra realidad que sólo el arte es capaz de crear y destruir para volverlo a crear
de nuevo: la vida, en un proceso continuo y constante dependiendo de qué o quién
observe aquello que se nos muestra. Es difícil escapar a ese síndrome de
Stendhal que preside cada esquina de la ciudad del Arno, pero no es menos
cierto que, la curiosidad, nos emplaza a seguir descubriendo una y otra vez esa
nueva imagen que nos produzca la sensación de lo inevitable que, una obra de
arte, en sí misma, puede transmitirnos. Sensaciones que van desde la belleza,
al horror, o a esa mera contemplación de la vida en un cuadro o una imagen. Ese
juego de percepciones inalcanzables es el que nos transmitió la muestra que Bill
Viola expuso hasta el 27 de julio pasado en el Palazzo Strozzi de
Firenze. Una prodigiosa perspectiva sobre la visibilidad de los sentimientos
que, este artista del video arte, es capaz de conjugar como nadie a la hora de
plasmar en imágenes impactantes, repetitivas o a cámara lenta, la esencia de
aquello que el ser humano esconde tras la coraza de su piel. Mensajes
repetitivos como el del vídeo donde no para de pasar gente a lo largo de un sendero
en un bosque que, sin duda, nos emplaza a preguntarnos acerca de la posibilidad
cierta o errónea de la continuidad de la vida o de la repetición de nuestros
actos. Una repetición sencilla y continua que nos enmarca dentro de un conjunto
más amplio: el hombre dentro de los hombres. Es difícil escupir y esculpir las
sensaciones que un ser humano va teniendo a lo largo de su vida de una forma
tan tajante y estética como lo hace Bill Viola. El video artista
experimenta y arriesga a la hora de mostrarnos la singularidad de esa fe que
nos mueve día a día y, para ello, fusiona ideas con colores, escenografías e
iconografías que nos sumergen en la posibilidad de ese otro yo que todos
tenemos más allá de nuestra atrofiada sensibilidad, marcada por ese día a día
demoledor que nos embrutece. De esa sensación de derrota es de donde es capaz
de sacarnos Viola, pues nutre a sus composiciones de una singularidad única:
la de poder encontrarse uno a uno mismo mientras observa la minuciosidad con la
que nos expone toda una amalgama de sensaciones que nos llevan muy lejos de
donde nos encontramos. Por ejemplo, el montaje titulado, El Rinascimento, es uno de esos casos donde la posibilidad de
purificación es inmensa, pues nadie como él es capaz de indicárnosla a través
del arte.
La
muestra de Bill Viola también nos invita al viaje externo, pues se
desplaza por el arte y por el tiempo para hacernos partícipes de la historia de
la humanidad a través de unos montajes que cumplen la doble función del
simbolismo y la materialidad visual que se adentra en lo más profundo de
nuestro subconsciente a nada que tengamos algo de sensibilidad. Ese viaje, sin
duda, acaba en la piedad del hombre moderno que, tilda sus actos, con la
compasión de la lejanía que los separa de la realidad más íntima o interior.
Esa distancia entre realidad e irrealidad es la que abarca Bill Viola en su obra,
despojada de la falsa mueca de aquello que se nos muestra como valioso sin
serlo, pues la cobertura de su obra a través de imágenes, es la de la esencia
en sí misma; esencia del mundo y la vida. No hay nada tan profundamente materico
y humano como la recreación de sus pecados capitales, confrontados éstos en
forma de batalla del hombre frente a los elementos externos de la naturaleza
que son mucho más poderosos que él, lo que desemboca en la fragilidad del ser
humano. En estos casos, la capacidad gestual del dolor a la que asistimos es
inmensa, como inmenso es su mensaje de la vida y de la muerte, el amor y el
dolor, o la vida construida con instantes que nos muestran una y otra vez la
visibilidad de los sentimientos.
Ángel Silvelo Gabriel.
domingo, 24 de septiembre de 2017
EL CONFERENCIANTE.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO
Él terminó de exponer su alegato de
defensa como si acabara de dar una conferencia, y lo hizo sin derramar una sola
lágrima. Si no lo había hecho antes, no era por falta de ganas, sino porque su
férrea doctrina, labrada bajo las manos firmes de un padre que además ejercía
de severo juez, no le permitía tales deslices. En apariencia nada era distinto,
sólo un discurso más. Pero esta vez, su frágil memoria le avisó que ahora sería
él quien pagaría el pato del olvido que, como una apisonadora, le aplastaba las
rejillas de sus recuerdos. La miró a los ojos, y no supo reconocer a su mujer
bajo ese tamiz blanquecino en el que se había transformado su pelo. Sí, él
intuía que era su marido, un abogado que con el paso del tiempo se había
convertido en un conferenciante de alegatos sin defensa, y que despojado poco a
poco de su memoria y de su auctoritas, no sólo no recordaba el sentido de sus
discursos, sino que tampoco sabía con seguridad quién era esa mujer que no se
separaba de él en todo el día. Cerró los ojos, y se puso a soñar, porque esa
era la única forma de regresar al pasado y volver a su despacho, a la defensa
de sus clientes, a la sala de vistas y al reflejo dorado de los cabellos de
Laura, su mujer.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
miércoles, 20 de septiembre de 2017
FLEUR JAEGGY, LOS HERMOSOS AÑOS DEL CASTIGO: LA FRÍA VOLUPTUOSIDAD DE LA ADOLESCENCIA
Arrebatarle
a la vida las coordenadas del destino para rescribirla bajo la fría
voluptuosidad de la adolescencia. Adivinar esos espacios por donde se nos
escapan los días con la sola necesidad de taparlos para que todo se convierta
en un espacio oscuro y frío donde antes reinaba la luz, o percibir el mundo
desde un punto de vista único y diferente como el remero que boga
contracorriente por mucho que sepa que sufrirá un duro desgaste antes de llegar
a su destino: una bendita isla en la que sólo hay espacio para sí mismo y un
mundo inteligente y perverso, lacerante y virginal, formal y caprichoso como
sólo lo pueden ser las metas con las que soñamos en nuestra adolescencia. A
todo ello, hay que unir un estilo narrativo preciso, inquietante y sugerente, tanto
en los elementos literarios como vitales, y con los que la escritora suiza
afincada en Milán, Fleur Jaeggy, nos muestra su experiencia cuando tenía catorce
años en el internado femenino situado en el cantón suizo de Appenzell y su
relación con la enigmática Frédérique,
porque si algo sobresale por encima de las múltiples bondades de esta nouvelle reconvertida en obra esencial
es su capacidad de mostrar. El universo que nos propone Jaeggy es eso, el inicio
de un camino que el lector debe de tratar de terminar. Sugerir sin manipular,
para llegar a las entrañas de aquello que nos es narrado, combinando el arte de
la paradoja y, con él, tratar de que entremos en su tenebroso juego: «Su
belleza se había convertido en una parodia. En la juventud se anida el retrato
de la vejez, y en la alegría el agotamiento…», hasta convertir ese juego con
las palabras en puro arte narrativo. Y si por si todo esto fuera poco, existe
un claro acercamiento poético hacia la belleza que se despliega en frases
memorables como ésta: «El placer del desasosiego. No me resultaba nuevo. Lo
apreciaba desde que tenía ocho años, interna en el primer colegio, religioso. Y
pensaba que a lo mejor habían sido los años más bellos. Los años del castigo.
Hay una exaltación, ligera pero constante, en los años del castigo, en los
hermosos años del castigo», donde la narradora lo arriesga todo entorno a esa
necesidad de ser uno mismo, incluso dentro del aislamiento más profundo y la
soledad más sórdida. Aquí, Jaeggy se muestra implacable consigo
misma y sus recuerdos, porque la fuerza de esa novela está en esa recreación
del mundo que nadie ve, si no uno mismo, pues nadie puede llegar a entender,
nunca, ese último giro de nuestras pulsiones que sólo alcanzan la luz con el
éxito o el fracaso más rotundos.
Los hermosos
años del castigo son un inesperado
encuentro con la gran literatura que no entiende ni de modas ni de géneros, pues
aborda la vida en sí misma alejada de la monstruosa actualidad, ya que no bebe
de ella (la primera edición de este libro en España es de enero de 2009), si no
de ese otro maná que sólo se encuentra al otra lado de la línea del horizonte
donde la falsedad de lo cotidiano deja paso a lo auténtico, pues auténtico es
aquello que te hace sentir por dentro que todo es posible, hasta aquello que en
principio no lo es: «Pero ¿cómo se representa el vacío? ¿Tal vez es la
falsificación de todo lugar originario? Nada más verdadero y más falso, por manipulado,
que ese pecado original con el que nacemos y, con el que Fleur Jaeggy juega en
esta novela: Los hermosos años del castigo, bajo la óptica de la fría
voluptuosidad de la adolescencia.
Ángel Silvelo Gabriel.
domingo, 17 de septiembre de 2017
MI SOMBRERO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO
Recorrí
el mundo subido a un globo aerostático, porque pensé que desde allí vería mejor
las cosas. Llegué a tocar las nubes y a atrapar el horizonte con mis manos.
Creí, en fin, que me apoderaría del universo y sus emociones. Sin embargo, mi felicidad
fue efímera, pues mi sombrero se esfumó de mi cabeza en un fatídico golpe de
aire cual cometa que se desprende de las manos de su dueño. Y volé sin rumbo
desde entonces, igual que una brújula sin norte. Es verdad, había algo en él
que me mantenía firme en mis decisiones. Desde ese día perdí todo interés por
viajar, y desprecié burdas copias o imitaciones. Nadie lo entendía, pero era su
tacto, su olor…, y esa sensación de seguridad que me proporcionaba. Hasta que
el destino, de nuevo hizo que me encontrara con él. Estaba expuesto en el
escaparate de una tienda de subastas, y pensé: «un hombre cubierto con su
sombrero es otra cosa, como si aquello que de verdad es importante le fuese a
acompañar el resto de su vida». Quizá todo se resumía a dos palabras: comprar y
vender, pero yo sabía que esa no era la auténtica argamasa con la que estaban
fabricados los sueños.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
miércoles, 13 de septiembre de 2017
EL TESTAMENTO.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO
Cuando
acabe el invierno se habrán terminado el jolgorio y las risas. Entonces, el eco
del tiempo se convertirá en un pergamino repleto de letras, en el que las
vistas, los pleitos, y los recursos que forman parte de la titularidad de mi
vida, serán el mayor accionista de una empresa que siempre miró por el interés
del cliente. A pesar de todo, creí haber atravesado el umbral de la gloria el
día que me hicieron socio preferente del bufete. Sin embargo, a partir de ese
momento comenzó el ocaso de mi vida, porque me perdí en una especie de
laberinto sin salida. Me olvidé de todo, incluso de mí mismo, hasta que el sabio
paso del tiempo me hizo ser consciente de mi fracaso, porque por no conocer, no
conocía ni el alcance de mi testamento.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
lunes, 11 de septiembre de 2017
domingo, 10 de septiembre de 2017
FLEUR JAEGGY, VIDAS CONJETURALES: JOHN KEATS, THOMAS DE QUINCEY Y MARCEL SCHWOB PERFILADOS BAJO LA EXCELENCIA LITERARIA DE LOS OSCUROS DESEOS
Abordar
la vida de un artista, un escritor, en este caso, puede llegar a convertirse en
una aburrida concatenación de hechos biográficos que, en la mayoría de las
ocasiones, nos deja fríos por la ausencia de ese rasgo tan eminentemente
literario como es la pasión de quien escribe a la hora de entresacar las
virtudes y defectos del biografiado, pero, sobre todo, porque se deja a un lado
la beta de la fascinación que todo escritor tiene por pequeña que sea ésta. Esa
beta, plena de la virtud, de aquel que perfila una vida bajo la excelencia
literaria de los oscuros deseos, es la adopta la escritora Fleur Jaeggy para
demostrarnos que desde la biografía también se puede llevar a cabo literatura
de calidad o de altos vuelos, pues ese es el reto y el retrato que, de cada uno
de estos maestros paganos, adopta y nos
muestra Jaeggy, y lo hace con la peripecia de una pluma afilada que
corta a cada uno de sus personajes con el filo de una prosa poética, intensa,
ágil y devastadora hasta dejarte sin aliento, pues así se queda uno tras leer
cada uno de estos semblantes de Keats, De Quincey y Schowb, explorados
por un estilo tan rápido, directo e inteligente que nos apabulla por momentos,
y con el que la escritora suiza regatea una y otra vez a las dificultades
biográficas de cada uno de los biografiados. Bajo esa excelencia literaria, se
esconde, sin duda, esa dura y pertinaz mirada que la escritora emplea a la hora
de sacar a la luz no lo más importante, sino lo que ella estima como más
relevante, en cada uno de sus biografiados. Esa mirada lejana sobre cada uno de
ellos, le proporciona la fidelidad de lo neutro, a la que ella agrega esas
pequeñas dosis de incertidumbre, zozobra o mala leche que nos llevan a
descubrir los pequeños matices que siempre han permanecido ocultos a los ojos
de los demás en las vidas de estos tres escritores-poetas, malditos, si se
quiere, pero, sin duda, enigmáticos a la hora de reinterpretar la sombra que su
vida y sus obras nos han dejado. Esa intensidad de reflejos y opacidades, de
hazañas y derrotas, de firmezas y debilidades es a la que Jaeggy le proporciona la
luz de la poesía en una prosa profunda, mordaz y precisa hasta convertirla en
la verdadera protagonista de lo abordado. Manifestaciones, todas ellas, del
manejo del lenguaje y del estilo que refuerzan, sin duda, la imagen que al
lector le queda de aquello que se le muestra. Más allá del juego o de la
anécdota, nos vemos sometidos a la dictadura de los oscuros deseos que nos
lleva hasta la otra orilla del Leteo.
Vidas
conjeturales es la brevedad
biográfica sometida a la precisión de la palabra que nos invita a visitar la
belleza del mundo del artista, pero también la morbosa oscuridad del
desaliento, la perversión y la crueldad de aquello que nunca verá la luz, por encontrarse
mutilado por las imprevisibles circunstancias de la vida. No obstante, estos
tres héroes anónimos resurgen aquí como la piedra que brilla en el fondo del
mar y, que por sí sola, representa la firmeza con la que viene acompañada la
excelencia literaria de los oscuros deseos.
Ángel Silvelo Gabriel.
jueves, 7 de septiembre de 2017
ÁNGEL SILVELO ES SELECCIONADO EN EL V CONCURSO "TONO ESCOBEDO" DE RELATOS BREVES 2017 CON EL MICRORRELATO TITULADO "CANCIÓN DE CUNA"
TÍTULO: CANCIÓN DE CUNA
NOTA ESCOGIDA: SOL
Yo, que te soñé
entre melodías de Bach y Chopin. Yo, que te amamantaba acompañada de las
mejores baladas italianas. Yo, que te acurrucaba cada noche con una canción de
cuna. Yo, que te llevé al conservatorio para que llegaras a cantar a la
perfección las notas altas y bajas. Yo, que hubo un día que te perdí, como si sólo
hubieses sido un falso espejismo que dibujara luces y sombras; luces y sombras
que ahora se proyectan tras el escenario, mientras tú cantas en tu grupo de
rock, de nombre impronunciable, y yo, tu madre, me pregunto qué he hecho mal.
Sin embargo, el patito feo de mis pensamientos se transforma en un bello cisne
blanco cuando anuncias la última canción del concierto: «este tema es para ti,
mamá, la mejor profesora de música que he tenido nunca», mientras me guiñas un
ojo y de tu boca sale mi nombre: Sol; un nombre que era igual al de la nota musical
que más te gustó siempre; una nota que, por arte de magia, en tu infancia, cada
noche, se transformaba en una bella canción de cuna.
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
domingo, 3 de septiembre de 2017
NADA QUE ALEGAR.- MICRORRELATO DE ÁNGEL SILVELO
Yo formaba parte de un grupo musical,
y nunca fui tan feliz. Fumaba todos los cigarros que quería y viajaba en barco
cada vez que tocábamos en las islas. Todo era perfecto hasta que apareció ella.
Me dijo que era abogada, de causas imposibles, añadió. No sé por qué, pero se
enamoró de mí. Nunca entendí su tenacidad para sacarme de la cárcel. Yo no la
quería, pero harto de su insistencia, le dije: «haz que lo nuestro encaje». Me
dio clases de derecho y me consiguió la condicional. Incluso logré un puesto de
abogado en el turno de oficio. Pero algo falló en su plan, y ahora, ella está
en el banquillo de los acusados, esperando a que yo le demuestre mi amor.
«¿Algo que alegar?», me pregunta el juez. La miro mientras leo distraído el
periódico 20 minutos, y contesto: «no señoría, nada que alegar».
Microrrelato de Ángel Silvelo Gabriel
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