1.- FRANCISCO UMBRAL, MORTAL Y
ROSA: UN LARGO POEMA DE AMORBuscar en uno mismo aquello que
la vida nos arrebató de una forma cruel e inesperada. Hacerlo a través de uno
mismo como prolongación del hijo que día a día se va muriendo, y como
anticipación del mañana y la tragedia. Hacerlo mediante los recuerdos de su
niñez (la del poeta narrador), que afloran en la ausencia. Ausencia impuesta
por la vida, el destino y la muerte. Ausencia no deseada. «Puedo escribirlo
todo, pero la literatura es la distancia definitiva que perpetuamos entre
nosotros y las cosas». De ahí, que cuando la realidad y la ficción interfieren
la una con la otra, y se funden en una sola, surge la leyenda en contraposición
del mito, el hado y sus aristas frente al olvido, las huellas del dolor y su
vacío como puñales asesinos. Mortal y rosa es un largo poema de
amor con ecos de surrealismo arrabaliano; un surrealismo conmocionado por el
pasado y la construcción del hijo a través del padre. Igual que si éste fuese
un heterónimo nacido del dolor y la inocencia perdida, porque nace de su propio
ser, de su «yo», y de su carne. La palabra, entonces, se hace piedra y agua que
la desgasta, nube y aire que la disemina, sed y agua que no la calma. En este
largo poema de amor, Umbral naufraga, él solo, tras cada palabra,
recuerdo o intento de apoderase del tiempo y la vida. Él conoce el sentir de su
derrota, y por eso se deja llevar por las aguas que le conducen a la nada. «La
muerte es nada» nos dice, como la vida es nada sin el hijo: «Ea, mi niño, ea»,
concepto traslúcido convertido en sombra, pero también en mecedora, pizarra y
tiza, en oso de peluche…
2.- THOMAS WOLFE, HISTORIA DE
UNA NOVELA: EL PODER BRUTAL Y FULGURANTE DE LA LETRA IMPRESA
Abandonarse a la lujuria del
tiempo. Un instrumento con el que colonizar el mundo a través de la memoria.
Una memoria repleta de palabras que salen abruptamente de la mente y necesitan
un espacio para ser eternas. De la memoria a la realidad, o de la más pura
ficción que encuentra su fuente en la que saciar su sed en el día a día. En el
poder brutal y fulgurante de la letra impresa como nos dice Thomas Wolfe
en esta portentosa novela corta donde la literatura lo es todo: el mundo y sus
aledaños. Porque Wolfe, víctima de sus desmesurada memoria, es
incapaz de huir o dejar a un lado ese mínimo detalle que le martiriza y le
obliga a plasmarlo en una cuartilla en blanco que a él se le queda pequeña e
inútil para tanto como tiene que contar. La vida, su vida. El mundo, su mundo.
Su ingenio descomunal repleto de una intensa prosa poética que lo acapara todo:
lo superfluo y lo fundamental. Nadie como él para describir la melancolía o ese
aura que anda suspendida en la atmósfera que envuelve a sus personajes. Thomas
Wolfe en Historia de una novela nos habla del método a la
hora de empezar a escribir de un escritor joven y sin oficio. De esa literatura
que parte de la autoficción o autobigrafía y sus consecuencias. De su gran
memoria, o del torrente inagotable y la vividez de sus recuerdos. A pesar de
todas esas iniciales intenciones, Historia de una novela se
aparta del método para sumergirse en el caos de un escritor que no conocía
límites a la hora de ponerse a escribir. De ahí, el gran alumbramiento que supuso
para su obra el conocimiento y sabiduría de Maxwell Perkins, su
editor, que con una paciencia infinita y unas dotes inigualables sobre la
materia prima con la está formada la gran literatura, hicieron de su obra algo
único; único y portentoso. Perkins evitó la capacidad de
dispersión del escritor, pero no solo hizo eso, sino que acabó aguantando los
desplantes y el mal humor de Wolfe; una terapia que le
llevó a acogerle como si fuera el hijo que nunca tuvo (solo tuvo hijas). De esa
templanza, sin duda, emergió una gran obra, solo truncada por la temprana
muerte de Wolfe a la edad de treinta ocho años víctima de la
tuberculosis. Wolfe, coetáneo de Fitzgerald o Hemingway,
con quienes además compartía editor, fue un verso libre de la historia de la
literatura norteamericana del siglo XX; un escritor a quien se le comparó con
el poeta Walt Whitman, por su innata capacidad de retratar el
mundo tal y como era, además de por la fuerza expresiva de su narrativa.
3.- ALICE MUNRO, ALGO QUE
QUERÍA CONTARTE: LA COTIDIANEIDAD HECHA MAGIA
Observar en lo más profundo del
alma humana. Escudriñar aquello que nadie ve, y sentir el impulso de seguir
buscando en la oscuridad de la nada. En las primeras experiencias de la vida.
En el miedo a exhibir nuestra desnudez a los demás. En el recuerdo del primer
amante. Y siempre desde el punto de vista de una mujer. Fuerte. Insólita.
Innegociable en los principios y los afectos. Y, tras ella, una mirada sencilla
y mordaz sobre la realidad. Todos estos matices componen el universo de Algo
que quería contarte, una nueva recopilación de cuentos de Alice
Munro (perteneciente a la primera parte de su obra), que ahora ve la
luz en España, y con la que de nuevo somos conscientes del poder de una
escritora que hace tiempo dijo que no sabe hacer otra cosa en el mundo que
escribir, por mucho que años atrás intentara dejar de hacerlo. En esta
recopilación de historias, sobre las duras condiciones de vida en el campo y
las pruebas a los que la autora somete a sus personajes a lo largo de su existencia,
una vez más, las mujeres serán las verdaderas protagonistas de las mismas, y
los hombres, el reflejo de sus ilusiones o sus miedos. Desde esa feminidad,
vista, tratada y solo comprendida desde el útero de la creación nos propone Munro,
arranca un universo rico en matices y emociones; un universo que, por otra
parte, es inaccesible para cualquier hombre.
4.- LEOPOLDO MARÍA PANERO, LA
MENTIRA ES UNA FLOR: LA DECONSTRUCCIÓN DEL HOMBRE Y EL POEMA
La poesía miente. La mentira es
una flor. Un flor hecha poesía y silencio a través del poema. Así nace el verso
como consecuencia de la página. Una página que se alza ante la ruina, el
desastre, la desolación, y todo aquello anterior al silencio. A la muerte. Al no
poema. En La mentira es una flor asistimos a la deconstrucción
del hombre y el poema. El hombre es el no poema. Aquello efímero y
circunstancial que nada más sirve de instrumento al poema, porque la página es
el mundo sobre el que todo sucede y todo se levanta, y el poema es su mejor
obra, pues de sus cenizas nace la muerte: de la vida, del poeta, del mundo.
Leopoldo María Panero sigue dando vueltas sobre
sí mismo. Sobre su ruina inyectada de silencios, tabaco y coca-colas. En ese
tiovivo existencial es donde él encuentra que la única verdad es la muerte. Esa
que le acecha y, que como una sombra, se prolonga sobre su mano a través de la
página. Ahí es donde surge la comparación de los ojos y las manos con el
desastre. Por su vulnerabilidad ante la caída. Inevitable. Justa. Esperada.
Para él, solo queda el poeta tras la muerte.
5.- VICENTE VALERO, BREVIARIO
PROVENZAL: LA NATURALEZA Y EL ARTE DE LA CONTEMPLACIÓN
Contemplar la naturaleza imbuido
por el rumor que desprenden las hojas de los árboles, las flores, los
riachuelos y los cantos de los pájaros. Aislarse para sentir el latido de
nuestro corazón, y con él, llegar a crear algo nuevo al ritmo que esa
naturaleza nos proporciona. En ese triaje de las sensaciones es donde la
sensibilidad del que mira, y la destreza del pintor o el poeta, comienzan a dibujar
palabras que de ninguna otra forma hubieran llegado a existir. Palabras que
nacen del impulso imaginario que nos mueve hacia la cima de lo sublime o lo
inalcanzable. Hacia esa búsqueda de la belleza que nos suministra el arte de la
contemplación cuando la mirada del otro se deposita sobre la naturaleza. Las
razones o excusas de ese estado de excitación (casi mística) pueden ser
múltiples, pero solo una de ellas es la verdadera: la búsqueda de uno mismo y
el afán que nos guía cuando somos capaces de mirar hacia adentro. Hacia esas
entrañas que nos producen miedo y desazón cuando nos impulsan a explorar en los
recuerdos, más si cabe, cuando en mitad de la naturaleza ejercen el papel de
jueces de nuestras vidas. Jueces, que más allá de esa búsqueda dentro de uno
mismo, también nos aproximan al concepto de belleza a través de la
contemplación, porque naturaleza y contemplación van de la mano en el nuevo
libro de Vicente Valero, Breviario provenzal, escrito a medio camino
entre el ensayo y el libro de viaje, y donde una vez más, su personal y única
manera de observar el mundo a través de los otros sigue gestando momentos de
gran literatura, aquella que se produce con la única intención de su
permanencia en el tiempo.
6.- ANDRÉS ORTIZ TAFUR, LOS
ÚLTIMOS DESEOS: LAS SOMBRAS DE LA VIDA
Las huellas de nuestras vidas en
ocasiones descansan en la esponjosidad de una nube, o en la piedra que una vez
removimos en nuestra infancia y ahora yace en la inmensidad de una montaña
perdida. En esos vericuetos de los que no somos conscientes residen nuestras
anónimas proezas. Logros que se difuminan con el paso de los días y que, de
repente, acuden a nuestros recuerdos para que no nos olvidemos de lo que un día
fuimos. El viaje y sus etapas. La vida y sus curvas. El trasunto y sus
incondicionales sorpresas. Las sombras de la vida que van y vienen en forma de
nube o roca enviándonos esos mensajes a los que demasiadas veces no prestamos
atención. Como dice Andrés Ortiz Tafur en uno de los microtextos
de Los últimos deseos: «Me pregunto dónde irá el tiempo que
vivimos y olvidamos porque al poco otro suceso lo resuelve superfluo». Tiempo.
De esa dictadura de la inmediatez y el instante nace Los últimos deseos:
reflexiones, anécdotas recuerdos, miradas, rastros, confesiones, e incluso
alguna certeza que en forma de latigazos lucha a través de la palabra contra
aquello que nos invade como la peor de las desgracias: la natural imposición de
lo efímero. Andrés Ortiz Tafur pone freno a tanto desmán
escarbando una vez más en lo más profundo del alma humana. Un ejercicio que le
lleva a vigilar las nubes y las rocas, o el horizonte y sus aledaños. Todas
ellas sombras de la vida. Accidentes que permanecen en la memoria por mucho
tiempo que transcurra, porque son las heridas que de verdad dejan una huella
indeleble en nuestras vidas.
7.- JULIO LLAMAZARES, EL RÍO
DEL OLVIDO: LA MEMORIA Y EL PAISAJE
Caminar sobre el pasado y los
recuerdos igual que un águila sobrevuela su territorio desde el punto más alto
de sus dominios. Alejarnos del olvido para sentir lo más cerca posible aquello
que un día fuimos. Volver con la idea de reconquistar el tiempo sin miedo a que
el pasado nos arañe la memoria. Evocar, porque en el fondo se trata de eso,
evocar lo que una vez creímos nuestro o aquello a lo que creímos que una vez
pertenecimos por el simple hecho de que el destino nos hizo llegar a la vida
desde ese lugar sin nombre que solo nosotros conocemos. Escudriñar la ribera
del río montaña arriba con el único afán de devolver a nuestra memoria el
placer de redescubrir el paisaje, porque como nos dice Julio Llamazares
en el prólogo de El río del olvido: «El paisaje es memoria»,
igual que «los caminos más desconocidos son los que más cerca tenemos del
corazón», de ahí esa necesidad de llegar a lo más alto para regalarnos esa
vista tantas veces repetida en nuestros sueños y, a pesar de cómo dice el
propio Llamazares, a sabiendas de que «una mirada jamás se
repite». En la pureza de esa mirada es donde el autor leonés pone el objetivo
de este libro de viajes a medio camino entre la confesión, el asombro y los
recuerdos.
8.- CARSON McCULLERS, EL
CORAZÓN ES UN CAZADOR SOLITARIO: EL CARÁCTER SECRETO DEL AMOR
La fuerza del amor y sus
contradicciones. Secretos y frustraciones que yacen en el más oscuro de los
silencios. Fuerzas que unidas conforman una corriente de aguas salvajes. Aguas
salvajes y transparentes que discurren por el perfil de las montañas en busca
de su final. Un final cuyo magnetismo no se fabrica únicamente de los
encuentros que lo cimentan, sino también de los desencuentros que lo desvían de
su objetivo. Es en esos desencuentros donde tenemos acceso al mundo de
olvidados y perdedores en el que la joven escritora Carson McCullers (esta es
su primera novela escrita con 23 años) sitúa la narración del carácter secreto
del amor a la que tituló El corazón es una cazador solitario.
Un amor universal y que siempre creemos único. Un amor sin más límites que el
de nuestros sueños. Un amor que, en demasiadas ocasiones, no se llega
consolidar en la realidad. De esas frustraciones y de sus ecos nacen las
relaciones que se entrelazan en una ciudad olvidada del sur de los Estados
Unidos donde la autora sitúa esta novela. Siempre se nos dice que la literatura
está plagada de historias de perdedores, aquellos con los que los lectores
mejor se identifican (quizá porque ellos también lo sean), y esta es una de
esas historias de perdedores donde lo importante no es aquello que ocurre o se
nos cuenta, sino lo que no se nos muestra. Ese punto de misterio y secreto Carson
McCulllers nos lo van construyendo de una forma lenta y en apariencia
sencilla (nada más lejos de la realidad), para a partir de ahí, levantar un
clásico de la literatura norteamericana por su capacidad para abrir puertas por
las que dejar transcurrir las vidas y los deseos de unos personajes que no
consiguen que la flecha de Cupido acabe en el corazón de la persona a la que
aman.
9.- LINDA BOSTRÖM KNAUSGARD,
BIENVENIDOS A AMÉRICA: UNA MELODÍA DE LO INHÓSPITO Y LO INESPERADO
El dolor que va más allá de los
recuerdos y se incrusta como una lanza en el epicentro de nuestro corazón. Ahí
es donde acaban las certezas y comienzan los miedos como una melodía de lo
inhóspito y lo inesperado. ¿Cabe mayor proeza que la de rebelarse contra el
mundo de los deseos? ¿Atacarlos con la firmeza del que anhela destruir la
oscuridad en la que se refugian parte de sus miedos, para más tarde,
rechazarlos con la certeza de la realidad? Monstruos infinitos que recorren
nuestros pensamientos en forma de afluentes que antes o después llegarán a ese
río de la vida que nunca se parece al que soñamos. Tener la valentía de romper
ese hilo que nos mantiene balanceándonos sobre el abismo es la única
alternativa al desastre. Ese desastre que la protagonista de Bienvenidos
a América, Ellen, materializa
a través del silencio. Un silencio hacia el mundo exterior que la rodea y no
hacia el interior que la martiriza y absorbe todo el poder de su mayúscula
apuesta: «Con el habla desapareció la luz». Oscuridad y silencio en forma de
rebeldía contra sí misma y su familia. Familia de luz, en palabras de la madre.
De ahí que, ante la personificación de la seguridad que engendra toda mentira, Ellen anteponga el único poder real a su
alcance: el silencio.
10.- GONZALO CALCEDO, COMO
ÁNADES: EL EJE DE UN CAMINO QUE YA NO VOLVERÁ A SER CIRCULAR
Siempre pensamos que tendremos
una vez más para repetir aquello con lo que disfrutamos o nos hizo felices. Con
el simple apretón de una mano que nunca olvidaremos. Con ese último beso de
despedida. O con la sonrisa de la persona que amamos. Sin embargo, el mundo no
entiende de otras repeticiones que aquellas que, poco a poco, nos sumergen en
el olvido, o nos dejan a la intemperie de los afectos. Afectos corrosivos y
letales a veces, justicieros y maquiavélicos otras, e inesperados siempre. Como
inesperada es la última despedida que nos marca la vida; una vida que se
asemeja al eje de un camino que ya no volverá a ser circular. Como
ánades de Gonzalo Calcedo es un ajuste de cuentas con el tiempo. Aquel
que se nos escapa de las manos sin darnos cuenta, y del que nunca somos
conscientes de que ya no regresará. Su última colección de relatos publicada en
Menoscuarto ediciones destaca por la
soltura del lenguaje de sus historias. Por el manejo impecable del tiempo y la
brillantez de la estructura de los relatos cortos, lo que convierten, sin duda,
en el John Cheever español con mayúsculas. Su fuerza narrativa
prevalece sobre el desaliento de sus personajes que, en esta ocasión, ajustan
cuentas con sus vidas y sus miserias a propósito de la pandemia.
Ángel Silvelo Gabriel.